jueves 19, septiembre, 2024

MERCERÍA

¿Qué enemigo sigue?

  • Ódiame sin medida ni clemencia, odio quiero más que indiferencia, porque el rencor hiere menos que el olvido…

Sandra Sierra Limones

Estoy viendo con mi hija Cobra Kai: las que ya pintamos canas conocemos el antecedente de la serie: el karateca bueno de pelo oscuro y el karateca malo de pelo rubio se vuelven a encontrar después de muchos años. Al rubio lo criaron con odio, y le enseñaron el karate por odio, y a pesar de muchos esfuerzos, el odio se niega a salir de su cuerpo. No sé de quien me acorde…

Nadie puede negar la capacidad de López Obrador por generar odios colectivos. Cual niño irresponsable, tira el golpe y esconde la mano, pero el daño esta causado.

De esta manera, odiamos a Calderón: se nota que la ojeriza es desde aquella elección que se ganó “haiga sido como haiga sido”, el Señor predica, pero no ejerce, él no sabe a que sabe el olvido.

Un psicólogo le hubiera ayudado mucho en algún tiempo, a lo mejor le hubiera hecho entender como procesar y gestionar sus emociones, le hubiera ayudado a tomar distancia y a enfocarse en su autocuidado y crecimiento personal.

Yo creo que el odio lo llevó a infartarse, y a re infartarse, o quien sabe que tanto le habrá pasado en este el sexenio de la turbidez. El odio le puso un ojo malo, el odio crece y se multiplica cuando se disfruta tanto. El odio es mal consejero, y se va esparciendo.

Al presidente le gusta mucho ser el presidente: tanto que en público va señalando quien se queda para el sexenio siguiente, le gusta tanto ser presidente que no le gusta eso de los tres poderes. En su fuero interno, no sabe a quién se le ocurrió y no le gusta nada la división.

El poder legislativo nunca ha sido problema: en la última campaña las candidatas y candidatos cuando eran cuestionados por sus propuestas al unísono respondían “todas las que ha propuesto Claudia” desde ahí enmarcaban su quehacer, iban a levantar la mano cuando fuera requerido, y a vivir la buena vida que ofrece la Ciudad de México. La más bonita del mundo, por cierto.

El problema se centró en el poder judicial. Mujer tenía que ser la que no se ha dejado, la que habla de respeto, pero no de sumisión, la que ha luchado en todo momento por mantener el contrapeso con los demás poderes.

Ante esto, el Presidente actuó como mejor sabe: generó un odio colectivo. De repente, el país entero odia al poder judicial. No conoce mucho su actuar, menos sus atribuciones, pero eso no importa, ya lo dijo López Obrador. Hay que odiarlos como si la vida nos fuera en ello.

Antes del Poder Judicial y de quien lo representa, practicamos el odio con las farmacéuticas, con el INE, con los Organismos Autónomos, con Xóchitl Gálvez, con los periodistas, con los fifís, con los aspiracionistas.

En fin, en este país, odiar se está volviendo el deporte nacional.

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