domingo 24, noviembre, 2024

MERCERÍA

El acceso a la Salud en tiempos de la cuarta transformación…

Sandra Sierra Limones

Se llama Paloma… tiene 42 años.

Vive en un ejido y tiene seis hijos e hijas. Dos ya casadas, que dependen de sus maridos, “buenos hombres” los define hasta ahora, otros dos trabajan en la construcción y las dos más chicas, una estudia la preparatoria y la otra “trabaja en casa” como ella, hasta que los dolores de cabeza y en el cuerpo ya no se lo permitieron.

Su esposo, seducido por sus hijos que se ganaba más en la construcción dejó su trabajo con Seguro como “regador” de una tierra que alguna vez fue de sus padres… que vendieron cuando se pudo y que con el dinero se pudieron muchas cosas… hasta que se dejaron de poder. A su esposo no le gusta tomar, porque se acuerda cuando las cosas se podían, cuando “traiban” una camioneta, y cuando su papá pensaba que a lo mejor sus nietas podían ser licenciadas.

Nadie en su familia tiene Seguro Social, pero su salud sigue empeorando. En el Hospital General le dieron cita para dentro de cuatro meses con un internista, y a los cuatro meses le dijeron que no había internista. Dos de sus hijos pidieron su semana adelantada y la acompañan al médico.

El glucómetro marca 260: Paloma llora en silencio, porque este año le quitaron una pierna a su hermana que tiene diabetes y tiene seguro. Llora por las noches en vela que pasó a un lado de su cama, llora porque vio llorar mucho a su hermana, llora porque tenían que llegar a las 3 de la mañana a la Clínica Familiar, porque nada más reciben 8 personas cada día y las demás tienen que volver a desvelarse al día siguiente, y cree que ahí, en tanto tiempo esperando su hermana se puso peor..  llora porque si a ella le tienen que cortar una pierna van a tener que agarrar el machete porque no tiene seguro, llora porque el esposo de su hermana ya no la quiere cuidar, dice que ya se aburrió, y como le va a hacer ella para cuidarla si también ya está enferma.

Pagan doscientos pesos, y se van al laboratorio, otros cien del taxi: en los laboratorios hay una promoción de mil pesos, y viene lo que pidió el doctor, le sacan sangre y se mueren de hambre, ya son las 9 y se van a unas gorditas, con coca: “la última”, piensa Paloma.

Al día siguiente hay que regresar al médico ya con los resultados. Ir por ellos fueron otros 100 pesos, ahora hay que sacar un billete igual para llegar con el médico que vuelve a cobrar consulta, ahora por revisar los exámenes. Paloma tiene diabetes, Ella no entiende bien, pero no quiere insulina porque a su suegra la dejó ciega.

El doctor la regaña porque tiene anemia, pero… ¿Qué sabe el doctor de cuando la angustia se instala en la panza y ya no deja que entre nada más? ¿Qué sabe el doctor cuando los huevos alcanzan nada más para los que se van a trabajar? ¿Qué sabe el doctor de lo que han subido las cosas, de cómo no alcanza más que para el huevo, el chile, las tortillas, las papas, el tomate…? ¿Qué sabe el doctor de lo cara que esta la cebolla?  ¿Qué sabe el doctor que a veces en su casa comen 10 personas y de tanto decir ella que no tiene hambre, para que coman todos, ahora si ya no tiene hambre?

Le receta dos pastillas y unas ampolletas. Van a la farmacia: unas pastillas cuestan 800 pesos y le van a durar una semana. Entre todo son 1600, la “raya” de una semana… compran la pastilla no tan cara y lo demás, y aun así, dejando las pastillas caras, ya se acabó el adelanto.

Paloma no sabe qué va a pasar la semana que entra o la quincena que entra cuando ya no haya adelantos y otra vez se le quita el hambre.

En la tarde llega su comadre a verla, le dice que no se preocupe, que ella es de un comité de la 4T y que se acuerde de las pensiones a los viejitos y que cuando Claudia llegue ya van a tener medicinas.

Paloma piensa: ni siquiera voy a llegar a vieja para la pensión, y las medicinas las necesito ahorita… y es cuando responde: “Mire comadre, por mí, usted y la Claudia mentada se pueden ir mucho a la chingada”.

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