Raúl Adalid Sainz
Sí, bien que lo recuerdo. Caminaba por los pasillos de la «Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM» y vi en el Departamento de Teatro la convocatoria de audición actoral para la obra «La Fiera del Ajusco», de Víctor Hugo Rascón Banda, que iba a dirigir la exitosa Marta Luna.
Un mayo de 1985 se dieron las audiciones en el Teatro «Sor Juana Inés de la Cruz», de la UNAM. Pruebas durísimas de actuación, baile y canto. Si eras elegido pasabas a una segunda fase en el Teatro Santa Catarina, lugar donde sería la representación. Fuimos bendecidos por los dioses en la elección final.
Recuerdo que al tener al reparto elegido dijo Marta esa tarde de selección: «Ahora sí estamos puros nacos», nos vio a todos y al vernos a Gerardo Moscoso y a mí, nos dijo: «¿Y ustedes?…están muy blanquitos, ¿no se quieren ir a «La Perricholi?», me faltan dos actores de su tipo.
Le externamos nuestro enorme deseo de estar en la obra que nos habían elegido. Yo recuerdo haberle dicho que mi sueño era trabajar en el Teatro Santa Catarina, en una obra de Víctor Hugo Rascón, y bajo su dirección.
Cuatro años antes había visto un montaje suyo que me había encantado: «El Ritual de la Salamandra», de Hugo Arguelles. Marta asintió y dijo: «Bueno a ver qué hacemos».
La obra sucedía en el Ajusco en un barrio menesteroso, así que el tipo de Gerardo y el mío se le disparaban un tanto. Eran tantos los personajes de la obra, que con caracterización se solucionó todo. En el teatro todo se puede hacer a diferencia de la contundencia de la cámara cinematográfica.
Los ensayos comenzaron. Arduos. Una preparación física exhaustiva al mando del coreógrafo de actores de Marta, el buen Antonio «Toño» Esparza. Por cierto, a él, dos años antes, le había visto un trabajo deslumbrante corporal para la obra «Otelo», de Shakespeare, que dirigió Marta Luna. Toño leía perfectamente las ideas escénicas de lenguaje corporal de Marta.
Una de las características de dirección de la directora es el trabajo geométrico corporal de los actores en el espacio escénico. Marta había estudiado un posgrado teatral en Checoslovaquia. Lugar donde vivió experiencias que motivaron un estilo a trabajar para sus puestas en su regreso a México.
En «La Fiera del Ajusco», planteó situaciones muy interesantes. Por principio trabajó a teatro vacío. Se pintaron las paredes de negro. Sólo había una escalera de madera que conectaba con el segundo piso del teatro. Los actores tendríamos que crear los ámbitos.
La iluminación (gran trabajo lumínico de Arturo Nava, qepd) jugó parte importante en la recreación de atmósferas. Los actores interpretábamos varios personajes. Se cantaba. El despliegue corporal y energético era de un rigor alto para diferenciar las interpretaciones.
Dentro del proceso de dirección de Marta Luna recuerdo varias escenas que marcan su estilo de trabajo. La actriz Josefina Echánove interpretaba a un personaje llamado «La Señora del Pedregal», Marta marcó toda una coreografía corporal para un monólogo de la actriz donde declaraba que Elvira Luz Cruz, «La Fiera del Ajusco», le había robado varias cosas cuando trabajaba como sirvienta en su domicilio. Los movimientos corporales y el tono vocal de intenciones del personaje eran de una ironía crítica potente. El racismo y clasismo en su máxima expresión.
La escena final, cuando la actriz Ángeles Marín, (soberbia en su interpretación de Elvira Luz Cruz) mata a sus cuatro hijos pequeños, era estrujante. Los asesinaba al compás de la «Víbora de la Mar», un cuadro de horror goyesco creado por Marta, matizado en ritmos y tonos sobrecogedores.
Aquella feria de San Juan de los Lagos, era una extensión en pesadilla del alma de Elvira Luz Cruz. Era un alucinante festín mexicano del grotesco. Muy divertida para el público pues era un remanso dentro de tanta tragedia. Risa para el público, pero dantesca para la protagonista del drama. Un gran logro de dirección de Marta.
Obra teatral que era un testimonio vivo de la nota roja periodística. Años atrás Elvira Luz Cruz, había matado a sus cuatro hijos en el Ajusco. Las causas: la locura, los celos, el hambre, la ignorancia, la desesperación. Un microcosmos de un México aberrante de dolor y de miseria. El texto de Víctor Hugo Rascón Banda notable en su concepción temática. De una contundente vigencia.
La obra se estrenó el 6 de septiembre de 1985 en el teatro Santa Catarina de la UNAM. 50 funciones a llenos totales. Representó a México en el «Festival Latinoamericano de Teatro». A los pocos meses se estrenó la película con el mismo tema, dirigida por Felipe Cazals y guion espléndido de Xavier Robles. Tanto la obra de teatro como la película son excelentes. Una pervive en la memoria, como es el caso de este recuerdo teatral, la película es posible verla, en esa perdurabilidad maravillosa que guarda el cine. Ustedes ya se imaginarán cuál es mi predilecta.
El elenco estaba compuesto por: Ángeles Marín, Josefina Echánove, Silvia Mejía, Susana Contreras, María Elena Sáenz, Ramiro García, Gerardo Moscoso, Estela Chacón, Francisco Arellano, Paco Bueno, Virginia Hernández, Ramiro Gómez, Fernando Briones, Pascual Caballero, Jennie Ostrosky y Raúl Adalid.
Dirección: Marta Luna. Coreografía: Antonio Esparza. Iluminación: Arturo Nava. Vestuario: Lucile Donay. Máscaras y muñecos: Fernando Llerandi.
Teatro Santa Catarina. Estreno 6 de septiembre de 1985.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan