(Un signo de Mastroianni: su enorme pasión)
Raúl Adalid Sainz
¡El gran Marcello! Ahora que se han cumplido treinta años de la muerte del gran director cinematográfico Federico Fellini, uno no puede olvidar al actor que fue prácticamente su alter ego. «La Dolce Vita», esa película que es una búsqueda del ser humano por la verdad, sólo que para encontrarla, hay que pasar por la «dolce vita», para en el hastío final que esta provoca, hallarla.
Ahí Marcello estaba extraordinario. Su «Ocho y medio», ese director que interpretó, y que era Fellini mismo. Viviendo sus obsesiones oníricas, una mezcla de fantasía y realidad.
El director de cine en medio de esta vida, transformándola en su propia materia de sueños, casi como un dios. «La Entrevista», última película de Fellini. Cinta biográfica del genial director italiano. Mezcla de documental-ficción, donde Mastroianni, haciendo un remedo de mago «Mandrake», se encuentra con Anita Ekberg, y ven en casa de ésta la famosa secuencia de la «Fontana di Trevi».
Una belleza y nostalgia la que proyectan. Se reconocen jóvenes y bellos. Al verse en el paso del tiempo y al saber lo que produjeron en los espectadores, lloran. Entrañable secuencia. Marcello decía: «Todo lo que tiene que hacer un actor de cine es pedir que le den una buena silla para esperar y estar cómodo».
Inolvidable en: «Matrimonio a la Italiana», «Ojos Negros», «La Noche», «Los Girasoles de Rusia», «El Apicultor», «Una Giornata Particolare» (gran trabajo interpretativo de Marcello con la Loren), «Sostiene Pereira», «Todos Estamos Bien».
Marcello, era un actor con encanto para el público, con una naturalidad que hacía mostrar el alma del personaje que interpretaba. Talento puro. Transformaba la realidad que vivía y la convertía en signos psicofísicos conductuales que revelaban a un personaje. Absolutamente verosímil.
Un intérprete que entraba en situación y mucho. Un actorazo. ¿Sabremos lo que encierra este epíteto, y que tan fácilmente se regala?
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan
