La inevitable madurez, la necesidad de la memoria
Víctor Bórquez Núñez
Esta película que se acaba de estrenar en la plataforma de Netflix viene a completar una avalancha de filmes de Pedro Almodóvar. Se trata de una obra que, de seguro, va a dividir a los espectadores y, en especial, a los fanáticos de su cine porque abre nuevos derroteros en el cine de este director manchego, derivando hacia la madurez y la reflexión sobre la historia política de España, en oposición a las comedias frescas y alocadas de sus primeros años. Independiente de esto, merece de todos modos una visión, sobre todo ahora que se puede tener una maratón de los mejores trabajos de Almodóvar desde que se instaló en el panorama mundial como uno de los grandes.
Hay que reconocer que Pedro Almodóvar ha cambiado: sus últimos trabajos son maduros, donde se evidencia un interés particular en los seres humanos, en sus grandezas y miserias, lo que quedaba evidenciada en su estupenda “Dolor y gloria” (2019) y ahora, en “Madres Paralelas”, añade el interés por lo político, por los dolores del pasado, por la necesidad urgente de recuperar la memoria sobre hechos terribles acaecidos en España.
La historia -al trabajar la temática política- se siente en todo caso un poco a contrapelo, restando fuerza al tema de la maternidad, la necesidad de reencauzar unas vidas y el derecho a la verdad. Es, como se ha señalado en varias reseñas, como si dos películas se hubieran fusionado en una, quedando la sensación vaga de que algo faltó.
Janis (Penélope Cruz) trata de investigar el origen de su familia cuyos restos se encuentran perdidos desde la época franquista. Para llevar a cabo su propósito se apoya en Arturo (Israel Elejalde), un arqueólogo y con él inicia un romance apasionado que deriva en su embarazo que decide mantener, a pesar de que su amante se niega a establecer con ella una relación estable.
En la clínica conoce a Ana (Milena Smit), una adolescente también embarazada con quien comparte experiencias de parto. Ambas mujeres se apoyan y se animan en un instante en que la fragilidad, la soledad y la inseguridad las golpea con dureza. Ambas mujeres se reencontrarán tiempo después y se verán enfrentadas a asumir los límites de su amistad y el compromiso maternal de modo intenso.
Como ya es una constante en su cine, Almodóvar desarrolla un melodrama que tiene por protagonistas nuevamente a mujeres solas, luchadoras, necesitadas de verdades. Pero acá esta historia de madres solteras se cruza con otra lectura, la historia mayor que parte con la memoria de una sociedad que ha pasado por duros traumas políticos en el pasado. Así, de la identidad de género y la identidad sexual, pasamos a un tema político, el de los cuerpos desaparecidos durante la Guerra Civil española que se enlaza con el tema central, el de las dos mujeres que un día coincidieron en una clínica.
Este punto es rematado en una frase que dice Janis a Ana: “Ya es hora de que te enteres en qué país vives”, con toda la carga política que esto implica en el relato fílmico, que de verdad se siente un tanto forzado (aunque no violentado) en su deseo de unir los destinos individuales con los sociales.
Otros elementos formales, estéticos, propios del cine de Almodóvar reaparecen con intensidad, como sucede con el uso del color rojo, un elemento recurrente del realizador desde siempre y que resulta clave cuando el espectador descubre, por ejemplo, la importancia de saber qué mujer porta el rojo en cada momento de la trama, reafirmando con ello que mantiene inalterable sus códigos, de cara esta vez a un público que en su mayoría desconoce su pasado como director cinematográfico.
Si bien el creador indaga en las zonas oscuras de su país sin renunciar a su estética y temática recurrente, no siempre sale airoso de las pretensiones que esto implica, cada vez que cruza temas como la atracción sexual envuelta en una apariencia de comedia liviana que, de pronto, sorprende a los espectadores con el tema de la recuperación de la identidad y la recuperación de una memoria histórica.
“Madres Paralelas” resulta entonces una obra que transita entre la cada vez más madura (y seria) obra de Almodóvar y la comedia liviana de enredos que fue por años su marca registrada, con mujeres gritonas, alocadas, siempre al borde de un ataque de nervios, envueltas en situaciones impensadas.
Por eso, objetivamente, uno de los reparos que se le puede hacer a esta película es la manera que encuentra Almodóvar de unir dos tramas, las cuales se sienten como dos películas distintas unidas de manera algo caprichosa. A ratos queda una historia por encima de la otra, perdiéndose el foco en el desarrollo global y, aun cuando el director logre reencauzar su película y llevarla adelante, queda en el aire esa sensación de un guion poco cohesionado.
Penélope Cruz, obtuvo la Copa Volpi en el Festival de Venecia a la Mejor Actuación Femenina por este filme y ahora se encuentra en la carrera del Óscar, logrando consolidarse como una actriz esencial para el cine de Almodóvar, como alguna vez lo fuera Victoria Abril o la inolvidable Carmen Maura.
Esta enésima aproximación de Almodóvar a la maternidad -tema central de su cine- es coherente en todo momento con sus obsesiones y necesidades expresivas, la interpretación de sus protagonistas resulta madura y bien afiatada y en general, el estilo del director no decae, aun cuando no alcance la grandeza de sus piezas maestras. Lo interesante es que ahora Almodóvar lo une con una reflexión respecto de cómo el pasado nos afecta (o nos debería afectar) y de cómo el pasado colectivo es clave para la forja de las generaciones futuras. Disponible en Netflix.
@VictorBorquez
Periodista, escritor y Doctor en Proyectos de Comunicación