Raúl Adalid Sainz
Siempre que trabajo en un teatro siento su vibra, su atmósfera, sus secretos. Encierran un misterio particular, difícil de definir. Lo hacemos por las vías metafísicas o quizá nos gusta el sortilegio porque ahí vimos una obra especial o a un actor o actriz que recordamos. Ir a un teatro al primer ensayo es como hacer una primera comunión ritual con él, es conocerse, sentirse, pedirle que te cuide, ahí pasaremos unidos diciendo secretos.
Se dice que cuando uno va a trabajar por primera vez en un teatro hay que pedirle un deseo. Luego está el camerino. Este es como el sagrado sitio de transformación, es también el lugar que sabrá de los distintos estados anímicos del actor, del ser humano; atestiguará sus alegrías, tristezas, dudas, miedos, ilusiones, enojos, reconciliaciones, lágrimas.
Los teatros son el ámbito donde juegan las emociones, donde los personajes despiertan de sus tumbas, son la hoguera de las pasiones. El lugar donde el actor, director, dramaturgo, escenógrafo, iluminador, técnicos, asistentes, y demás creativos rezan en voz meditante con el público, con el único fin de comulgar acerca de la vida del ser humano.
El foro es el mirador contemplativo del acontecer de nuestras existencias. A eso va, o debería ir la gente al teatro, a vivir una experiencia que lo transforme, quizá lo volverá mejor ser humano. Uno como actor siempre está a la espera del nuevo amigo teatro que va a conocer, donde va a pasar parte de su vida. Yo espero despejar este enigmático misterio para empezar a rezar el nuevo devocionario.
La foto que da marco al escrito, corresponde al montaje de «La Expulsión», de José Ramón Enríquez. La dirección fue del querido Luis de Tavira. Un gran director con el que he caminado aprendiendo la vida. El próximo jueves 16 de febrero, a las 19 horas, en «Casa Mudejar», de Torreón, los espero para charlar de teatro, de cine, y del fascinante mundo de la actuación.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan
