Federico Berrueto
Las dirigencias de los partidos no resistieron la competencia y ahora son los saboteadores más perniciosos del Frente Amplio por México, no López Obrador. Deciden ser ellos, no los ciudadanos, los que designen a la candidata presidencial. Los del PAN actúan por miedo infundado. Una corriente ciudadana que avala el acuerdo cupular por prejuicio y Moreno y Moreira para conservar control del PRI, con la idea de que Xóchitl Gálvez les dará los votos para construir una fracción parlamentaria a modo para la previsible extorsión a la que someterían a Claudia Sheinbaum como presidenta, sí Claudia. Si han traicionado a una priista histórica, está escrito que también lo harían con Xóchitl.
La desconfianza, motor y veneno de la democracia en México se explica por la larga historia de simulación y abuso. El PAN administró bien la desconfianza y junto con el PRD hicieron que el régimen priista participara en la construcción de una compleja y costosa institucionalidad para el sufragio efectivo. Ahora, el PAN asume que Morena intervendrá para manipular la consulta del domingo, método aprobado y blindado. Se depuró el padrón y, efectivamente, había afiliados a Morena; el proceso es ahora razonablemente confiable. Que el PRI movilice a los suyos es muy probable y también que lo haga a favor de Xóchitl, si hay consulta.
Paradojas de la política. De prosperar la interferencia partidista en el proceso, Xóchitl resultaría la candidata de los arreglos cupulares y Beatriz quedaría como la aspirante sin partido, es decir, de los ciudadanos. Mérito de los partidos fue resolver que los ciudadanos tomaran control del proceso y que se optara por un método representativo de los votantes. Increíble que en la recta final comprometan los logros al impedir que se cumpla con lo programado a partir del miedo de los panistas, el prejuicio de ciudadanos y la perversidad de la dirigencia tricolor.
Muchos ciudadanos que desean la alternancia en la presidencia comparten el prejuicio de que sólo con Xóchitl se puede derrotar al régimen. Cierto es que su irrupción modificó el escenario político opositor, despertó confianza, alegría y coraje para ganar. Pero todavía está lejos de ser una candidatura ganadora, más de la mitad de los ciudadanos no saben quién es, además de que la novedad de inicio el tiempo ha dado lugar a una circunstancia menos promisoria, en buena parte porque transitó a una estrategia defensiva por las agresiones presidenciales y por el arropamiento partidista en lugar de los ciudadanos. En los foros fue de menos a más, pero no sorprendió ni a propios ni a extraños. Dejó de ser nota.
El otro prejuicio es sobre Beatriz Paredes, edad, salud y, sobre todo, afiliación priista la descartan como candidata competitiva. Los foros hablan por sí mismos, así como los resultados de la encuesta en vivienda, la más representativa de la población. Alejandro Moreno la subestimó porque pensó que Enrique de la Madrid la superaría. Lo cierto es que la Beatriz de ahora respecto a la de inicio del proceso creció y ganó mucho terreno.
Quien resulte candidata requerirá de los partidos, pero más de los ciudadanos y de la organización social y civil. Las dirigencias han probado poco interés o al menos una estrategia errónea para ganar la presidencia. Dañan a Xóchitl al sacar a Beatriz del juego. El proceso debió continuar. La declinación de Beatriz fue forzada al quedarse sin orquesta por la traición de la cúpula del partido al que ha servido con singular lealtad.
A pesar de los errores ajenos Xóchitl tiene todo para recomponer el camino y construir una candidatura ganadora. Para ello es indispensable recuperar y revitalizar la expresión ciudadana a la que se debe y que la sostiene.