Historias de Actores
Raúl Adalid Sainz
Las horas corrían en la tarde de ayer en la Colonia Juárez. Platiqué largo y tendido con mi compañero actor Jorge De Los Reyes. Uno de los temas, casi por asalto, fue recordar un montaje teatral compartido: Los Endebles, de Michael Marc Bouchard.
Jorge vivió todo el proceso. Desde que se gestó como una lectura teatralizada en el foro del Centro Universitario de Teatro. Me platicaba que fue una representación diferente, activa, los actores no estaban fijos leyendo, circundaban el espacio, y ahí iban encontrándose con sus textos a leer. La potente y estremecedora obra cautivó al público que había abarrotado el foro. El director de la lectura y traductor fue el francés Boris Shoemann.
El evento cautivó al director del CUT, el dramaturgo y director escénico, José Ramón Enríquez. Palpó que la obra podría ser un suceso teatral. Pidió a Boris Shoemann la montara y que el Centro Universitario de Teatro cubriría la producción.
Muchos alumnos del CUT y actores que se habían inscrito al curso impartido por Boris Shoemann sobre lecturas teatralizadas, habían participado en el montaje de Los Endebles. Había sido la culminación del curso.
En el proceso de ensayos, en la antigua escuela de pintura «La Esmeralda», fue seleccionándose el reparto. Muchos participantes en la lectura fueron descartados o simplemente decidieron marcharse. El proyecto no tendría paga. El pedimento de José Ramón Enríquez era que se hiciera con alumnos del CUT y ex alumnos. En el proceso se fueron invitando actores ajenos al centro. Tal fue el caso del actor Raúl Méndez, Fernando Briones, Rubén Castillo y de este que hoy escribe.
En mi caso mis paisanos laguneros Jorge De los Reyes, José Juan Meraz, Héctor Kotsifakis y Raúl Méndez, me recomendaron con Boris. Yo tenía menos de un año que había regresado de mi proceso teatral en Nueva York y una aventura con gente joven me pareció maravillosa.
Cuando me invitó Boris Shoemann al proyecto, me advirtió que era una cooperativa. Términos claros: no había lana. Lo que llegara a salir por entradas sería repartido entre quince gentes. Me pidió que leyera el texto a ver si me gustaba y que le hablara al día siguiente para comunicarle mi decisión.
Recuerdo que leí la obra en la barra de un «Vips» y quedé maravillado. Un Romeo y Julieta gay en un pequeño pueblo de Canadá, donde el signo intolerante aplastaba el amor puro de una pareja adolescente. Un dramatismo fuera de lo ordinario. Con personajes llenos de luz y dolor, donde el factor emocional era desbordante, donde los sueños chocaban con la aplastante realidad, donde la atmósfera del sitio se enmarcaba como un personaje presente de vida.
«Los Endebles», era el teatro donde todo podía ocurrir. Era un grito donde un actor convocaba todas sus fuerzas creativas. Quedé arrobado con el texto y comuniqué a Boris que aceptaba. Además, yo como todo el elenco estaba por abrirme un lugar a mi regreso después de seis años fuera de la Ciudad de México.
Convivir con estudiantes del CUT y con actores recién egresados del mismo era volver al origen. Todos en esa obra teníamos hambre de ser. De comunicar. De hacer una carrera sólida de actores. El director mismo, Boris Shoemann, comenzaba prácticamente su carrera escénica. «Los Endebles», era la pista ideal de despegue creativo. Cero vanidad egocéntrica, y todo al servicio de la obra, el equipo como fuerza vital.
Teníamos un teatro que estuvo cerrado por buen tiempo: «La Capilla», de Coyoacán. Ese teatrito romántico que el gran escritor y director teatral, Salvador Novo, se mandó construir para sus gustos teatrales. Así que una magnánima historia teatral nos iba a cobijar. Recuerdo haber ensayado por espacio de dos meses. Los muchachos compañeros llevaban un proceso más largo, entre la lectura dramatizada, y posterior proceso de ensayo al que me integraba.
Poco a poco, aquel melodrama romántico fue construyéndose. La obra parecía iba quedando bien, pero todo era una incógnita. Los ensayos eran muchas veces nocturnos en aquel teatro de «La Capilla». La madrugada nos llegaba a dar, se oían ruidos en la cabina, sabíamos que no había nadie. Concluimos que era Salvador Novo, que se asomaba a vernos ensayar. El buen sentido del humor de Jorge De los Reyes lo hacía gritar : «Ya cálmate Chava».
La obra se estrenó el 2 de febrero del año 2000. Unos nervios terribles. La gente no podía entrar, se invitó gente de más. Muchos se quedaron afuera. La función de apertura fue un éxito. La actriz y directora teatral Jesusa Rodríguez, responsable de «La Capilla», estaba feliz. Nos dejó la renta del teatro casi gratuita, sino es que gratis.
Visionariamente se dio cuenta que esa obra iba a poner al Teatro «La Capilla», de nuevo en el firmamento. La temporada fue un éxito y lo que le sigue. Llenos todos los días. Un suceso. Alguien un día me dijo que esa obra había tenido los dos tipos de públicos que hacen de un espectáculo un éxito: El público gay y las mujeres.
Mucha gente lloraba, soñaba, reía, recordaba en esa obra. Decían vanidad y ego aparte que todos éramos muy bellos. El fotógrafo teatral Fernando Moguel, QEPD, nos hizo una exposición que se llamaba: «Los Endebles», todos los actores en poses de San Sebastián. Era hermosa. Un generoso ser humano el buen Fernando.
Uno de nuestros más bellos recuerdos fue nuestra pequeña gira a Torreón. La presentación fue en el cautivante Teatro Isauro Martínez. Era regresar al terruño con un sueño cumplido bajo el brazo. Para José Juan Meraz, Jorge De los Reyes, Raúl Méndez y para su servidor, era un sueño de esos de fantasía.
El teatro se llenó, y nos aplaudió de pie. En el público estaba el querido y talentoso director lagunero Rogelio Luévano. Quien estaba allá porque lo habían homenajeado. De hecho «Los Endebles» fue marco para su celebración. Estaba conmovido el buen Rogelio. Que en gloria esté.
«Los Endebles», hizo varias reposiciones. De treinta funciones que era el proyecto inicial, se llegó a una cantidad numerosa. Reanudamos en el mismo 2000, 2001,2002, 2007, 2010, y su última temporada en el año 2011 en el Teatro Benito Juárez. En el año 2010, «Los Endebles», celebró sus diez años de representaciones en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.
Una obra que fue referente para una generación. Una inspiración para muchos jóvenes para querer ser actores, dramaturgos, directores o productores escénicos. Para muchos un salir del closet y vivir su libertad y preferencia sexual. Pero sobre todo una obra que sensibilizaba, que abría la capacidad de soñar, de amar, de luchar por un ideal.
A todos los actores de ese entrañable montaje nos fue bien. Nos dio trabajo posterior. A muchos nos abrió las puertas del cine. El afamado director de casting de cine Manuel Teil, (Amores Perros, Y tú Mamá También, Man on Fire), enloqueció con la obra, y nos llamaba a participar en los castings de las películas que estaba haciendo. Pero lo más lindo era el cariño que la gente te ofrendaba.
Sí, ayer recordando con Jorge De Los Reyes, revivíamos esa caricia que la vida nos regaló y que con el tiempo se atesora como el más grande de los presentes. Hacer feliz a la gente, dejarle algo, es sentir que en algo has contribuido a la existencia.
Jorge definió a «Los Endebles», como:» La comprobación científica de que la magia existe».
Cuando los Endebles cumplimos diez años de haber estrenado la obra, nos juntamos a celebrar en el que un día fue restaurant de Salvador Novo, en el mismo espacio del teatro «La Capilla», ahí Novo tenía su lugar llamado «El Refrectorio», Jorge De Los Reyes se convirtió en su dueño y lo bautizó como «Bar Novos». Esa noche les leí a mis compañeros el siguiente escrito que les compuse:
«De Roverbal a ‘La Capilla’, hace diez años».
No sé si el pájaro negro de Bilodeau ensombreció a Simón y a Vallier; lo que sí sé es que eternizaron el amor.
En diez años busco afanoso al director que emule a San Miguel, enfatizando que se puede ser loco, poseso, enamorado o actor.
En diez años entendí a Vallier siguiendo la ficción de su madre jugando juegos por París o en mi caso, jugando los juegos de mi madre hecha una Condesa de Tilly.
En diez años recuerdo los turbantes seductores de Lidia Ana de Rozier, los enredos discursivos de bastón del Barón Briones de Hue.
Veo a la loca Baronesa ebria de contenta en la pesca de salmón.
Escucho el ufano contento de Timoteo diciendo “porque han de saber que mi Simón era el niño más hermoso del mundo, claro después del nacimiento de nuestro señor Jesucristo”.
Veo la inquietante imagen de un Cristo gay regando flores de Alfredo por el bosque.
Escucho lamentos quejumbrosos de Bilodeau negando hacer papeles de señorita, más sí de De los Reyes.
Hoy a diez años, recuerdo a Boris de San Miguel juntando actores en su colegio de Roberval.
¡Ah! grupo de trece endebles, hicimos escénico amor dando a luz no sé si un referente, más sí una huella fraterna de pródiga amistad.
Bouchard dijo: “Un hombre debe morir para revivir siete veces su amor”.
Yo digo: “Un hombre debe vivir para convivir diez años después en el amor de “Los Endebles”.
Viejo Simón: Raúl Adalid Sainz.
México, D.F. a 11 de febrero del 2010
Los Endebles tuvo a muchos actores, perdón las omisiones: Rubén Castillo, Eduardo Ruy, Héctor Kotisifakis, Hugo Arrevillaga, Raúl Méndez, José Juan Meraz, Jorge de los Reyes, Alfredo Herrera, Gustavo Sánchez Parra, Alejandro Morales, Constantino Morán, Ricardo Campos, Luis Domingo Gonzalez, Emmanuel Márquez, Leo Ortizgris, Octavio Castro, QEPD, Fernando Briones, Javier Olivan, Sergio Bátiz. La dirección fue de Boris Shoemann. A todos ellos mi corazón siempre en el recuerdo.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlán