Federico Berrueto
Cada uno ve lo que conviene en lo que acontece, es natural y propio de la condición humana, mucho más de la política cuando todo se trata de reafirmarse en el poder. Se minimizan los problemas, ignoran las amenazas y tergiversa la realidad, la verdad. México está en aprietos, no sólo el gobierno y el partido que ha suplantado a la pluralidad. La afrenta, a la vista de todos, que representa Trump y la complicada situación orillan a las autoridades a un esfuerzo comunicacional mayor para sacar el mejor partido de la adversidad.
La detención de El Mayo fue resultado de un operativo de mucho tiempo, de varias agencias y gobiernos bajo la coordinación de la DEA, pesadilla de López Obrador. Se tejió a través de los servicios de inteligencia y, particularmente, con escuchas telefónicas e información de infiltrados o delatores al interior de las organizaciones criminales. No es necesario tener detalles para entender que el operativo fue autoría de la DEA, exitoso porque llevó a la detención del criminal hoy confeso; por desconfianza no recurrieron a las autoridades mexicanas. El presidente López Obrador cultivó duda, suspicacia y encono no por su manera de reaccionar por la detención del general Cienfuegos, sino por la complacencia de su gobierno ante los criminales, especialmente los de alto rango. Una historia por conocer.
Ingenuidad mayor asumir que la fuente de información son los capos capturados. El Mayo aportará información, sin duda. Su dicho servirá para validar lo que ya se sabe y utilizar su testimonio para emprender casos no para castigar a los responsables, sino para lograr el objetivo estratégico de combatir a los cárteles. Un asunto de estrategia criminal, no de justicia.
¿Cómo quedan las autoridades mexicanas? Bajo una enorme presión. Todo funcionario bajo sospecha no podrá ser interlocutor, ni siquiera participar de la información. Si García Harfuch y Gertz Manero pasan la prueba de confianza, serán los únicos interlocutores y emisarios de la presidenta Sheinbaum, comandante supremo de las fuerzas armadas. Militarizar la seguridad pública, error de López Obrador, cobra elevada factura. Se corrompió a policías, políticos y militares, dicho de El Mayo, resuena fuerte y para no generalizar es imprescindible particularizar ¿quiénes estuvieron en su nómina?
Las autoridades norteamericanas saben mucho más de lo que se asume, a lo que hay que sumar lo que a la DEA le da por imaginaria sospecha a cuenta de su propia agenda. La información está integrada; todo indica que la colaboración es con las autoridades mexicanas es marginal y ahora con Trump hay unidad entre ellos mismos. En la comparecencia ante medios de la fiscal general Pamela Bondi es revelador el abanico de instituciones presentes en la estrategia contra el crimen organizado. Sólo faltó el secretario del tesoro para cerrar la pinza, aunque está presente como muestra la denuncia de tres instituciones financieras mexicanas en las operaciones monetarias del crimen organizado.
Pero la detención y proceso de El Mayo constituye uno de los episodios más certeros de la lucha contra el crimen, no sus dichos. Se trata no sólo de identificar el tejido operativo, la ubicación de laboratorios, trasiego de drogas y red de distribución en territorio norteamericano, igualmente importante son las finanzas del crimen y la red de protección que por largos años permitió el desarrollo de ese complejo criminal negocio que ha evolucionado hacia el trasiego de migrantes, la extorsión y el huachicol fiscal.
Al país le queda luchar, con intransigencia y sin importar jerarquías contra el crimen organizado. La opción de primera instancia que impondrán las autoridades es la que llevó a la captura de El Mayo, actúan ustedes o nosotros lo haremos.
El operativo que llevó a la detención de El Mayo y que presume con orgullo la DEA fue en el gobierno de Biden. Con Trump es diferente por la vena militarista y la determinación de ir contra el narcotráfico con todo y sin reserva, al amparo de la declaratoria de organizaciones terroristas internacionales, que significa un aval legal a los medios, recursos y acciones a emprender, incluso fuera del territorio norteamericano.
En México el narcotráfico es un negocio criminal de hace muchos años; sin embargo, su penetración en el tejido social, económico y político del país se profundizó en la última década. Una realidad que enfrenta México y, como con El Mayo, se actúa con claridad o lo harán los norteamericanos por su cuenta.