miércoles 27, noviembre, 2024

Lejos de la tierra

(La voz y ser de Gerardo Moscoso, más potente que nunca)

Raúl Adalid Sainz

Cerré el libro que la Universidad Autónoma de Coahuila, dedicó como un in memoriam, a Gerardo Moscoso en el año 2022. El buen «Mosco», nos dijo un viento de: «luego nos vemos», un 23 de mayo del 2021. ¿Cerré o abrí el libro? Más bien fue una opertura a la memoria de lo tanto vivido con Gerardo, y de lo tanto conocido por sus hechos. «Por sus obras los conoceréis», dice en la biblia San Mateo.

En el caso del «Mosco», vaya que reza la sentencia. Lo conocí, y mucho. Dos obras de teatro hechas en común como actores, y una película dirigida por su coterráneo, el gallego Carlos Velo. Mucha carretera en gira, los bosques de Tlaxcala en locación, mucha duela de escenarios, y aquel siniestro temblor de 1985 que vivimos haciendo «La Fiera del Ajusco», de Víctor Hugo Rascón Banda, en el Teatro Santa Catarina.

Mucha plática en sus reuniones, tanto en la colonia Nápoles, en San Pedro de los Pinos, y en su casa de Torreón. Mucha enseñanza de cine mexicano por su parte, y algo mucho más significativo: la vida como escenario de sabia a aprender, concientizar y vivir. Era un chaval de 24 años cuando conocí a Gerardo. Era todo un libro a leer el buen Moscoso. Significaba conocer a un personaje de los cuentos. De la libertad, de los sueños que deben tallarse con cojones.

Al cerrar el libro, «Lejos de la Tierra», una compilación de testimonios invaluables por Arcelia Ayup Silveti, reconocí ecos vividos con Gerardo; su lenguaje colmado del énfasis de la búsqueda, de la inconformidad, de la dignidad en lucha, de la sensibilidad, de la pasión, del cambio transformador social por medio del arte. De ese nombrar en hechos, la gastada palabra «cultura». Las páginas dibujan al Gerardo niño, adolescente, al médico formado en España, al compositor y cantante antifranquista, al productor ejecutivo de cine, al actor, al director, al promotor cultural, al maestro teatral y de la vida, al protector de los derechos humanos, a ese que amaba a los animales.

Revelaciones de familiares, amigos de juventud de la oscura España franquista, compañeros del teatro en la ciudad de México, allegados fraternos creados en la ciudad de Torreón, en Saltillo, y testimonios entrañables de sus alumnos actores, de la Compañía teatral «La Gaviota». Las páginas del libro parecen incendiar de lucha al lector.

El libro, y sus testimoniales, es un canto de vuelo en gavia surcando potentes los caminos sin ataduras de ninguna índole. Así como el romero en libertad de León Felipe, que tanto vitalizaba al querido Gerardo.

Leer este «Lejos de la Tierra», es sentir la libertad urgente. Es el cambio inquietante, como cuando terminabas una página de vida con Gerardo. Hay personas con las que uno en verdad siente no poder verlas nuevamente.

Quedan por supuesto los recuerdos, pero no volver a oír la voz y pensamiento de la gente que lo ejerce tan brillantemente, da pesar. Las tantas risas en la aguda ironía tan española de Gerardo, no cualquiera, esas tortillas de patatas, esas canciones que nos ponías en las reuniones; de Massiel, de los coros del ejército ruso, aquella intensa francesa, «Ne me quitte pas», o un trozo de algún libro que venía a tu mente.

Sin olvidar a aquellos gatitos: «El Nosfer», «Pavel», «Marlon», y la perrita «Disprina». ¡Ah!, y aquellas fiestas en el penthouse de Esteban y Gerardo, con baile, y al compás del «Rey Criollo», Elvis Presley. No olvidar que «El Mosco», era muy buen bailador de Rock.

Todo esto me despertó la lectura de esta magnífica recopilación.

Doy las gracias infinitas a mi querido Esteban Osorio, un amor de todos los tiempos los vividos por Gerardo y el buen Teban; agradecido por el envío y regalo de este libro.

Dejo en el recuerdo un trozo de ese poema de León Felipe que tanto gustaba a Gerardo:

«Romero Sólo»

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.

Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,

ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento

y bajo todos los cielos,

poetas, nunca cantemos

la vida de un mismo pueblo

ni la flor de un solo huerto.

Que sean todos los pueblos

y todos los huertos nuestros.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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