miércoles 27, noviembre, 2024

La Soltera Godínez

¿Cómo meter cuatro días de ensueño en una maleta?

Daniella Giacomán

¿Cómo se le hace para guardar en una maleta de 10 kilogramos cuatro días de ensueño, atardeceres, bellos paisajes, charlas literarias, libros, un sombrero, café y generosidad de almas?

Eso pensé el pasado 9 de septiembre. No podía dejar nada fuera: el encargo de café, mis libros, los libros intercambiados con otras escritoras, el sombrero testigo del paseo por el Cañón del Sumidero, barras de dulce de cacahuate… pero sobre todo los momentos bonitos, la generosidad de tantas escritoras que abrazaron mi corazón por aquellos días.

Con el pretexto de ir al cajero automático que queda cerca de la plaza principal, llegué al Pozol Arrecho, una fonda donde había exquisita comida y la famosa bebida llamada pozol, hecha a base de maíz y cacao.

Ya sea en vaso de plástico o en jícara, la bebida se sirve con trocitos de pepino con chamoy y cacahuate. Así que no podía irme de Tuxtla Gutiérrez sin disfrutar una vez más del pozol y de paso, una quesadilla con champiñones y salsa.

Bien dijo una buena amiga que cuando se bebe pozol se enamora de Chiapas.

Y así fue. Llevar el libro El milagro y la sonrisa al sureste mexicano, a la Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas (FENALEM) fue muy especial.

Compartir con escritoras de otros estados del país, con gran trayectoria, con libros y premios nacionales e internacionales, fue un agasajo y mucho aprendizaje.

Además de conocer su obra, de escucharlas hablar en las mesas literarias, su bondad, las charlas y su compañía hicieron de este viaje un momento especial que escribo para nunca olvidar: y que cuando piense en Chiapas, piense también en esos días de septiembre que tanto disfruté.

A dos semanas de ese viaje, mi pequeña casa en Saltillo aún huele a café del Pueblo Mágico de San Cristóbal de las Casas, que me hizo vibrar con sus hermosos paisajes y calles empedradas.

En mi mente permanecen frescas las imágenes del camino a San Cristóbal, de la neblina, la montaña, de las nubes que parece como si las pudieras tocar.

De la comida, de su gente, de todo lo bello que hay en San Cristóbal, incluso del cerro de San Cristobalito que, con sus 280 escalones, me puso a prueba.

Una vez que llegas a la cima, obtienes vistas inimaginables de San Cristóbal, y no importa con quién o cuándo, sabes que volverás. No sé cuánto tiempo vaya a pasar para que regrese, pero que sea a la Feria Nacional del Libro de Escritoras Mexicanas (FENALEM).

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