El espectáculo del envejecimiento
Daniella Giacomán
Hace unos días recordé una publicación en redes de la actriz Margarita Rosa de Francisco, inolvidable por su protagónico en la telenovela colombiana «Café con aroma de mujer».
Palabras más, palabras menos decía que estaba fastidiada de que le hicieran comentarios negativos sobre su look actual, con canas y unas arruguitas en el rostro.
«Me cansé de ponerme botox y relleno, no me quiero perder el espectáculo del envejecimiento», dijo ella quien a sus 57 años luce bellísima.
Justo al inicio de ese espectáculo me encuentro. Y aunque cada día es una sorpresa para mí, estoy agradecida de vivir esta experiencia.
Dicen que a los 34 años, «ya hueles a viejita». Lo cierto es que según estudios, a esa edad comienza el camino a la vejez, con puntos de inflexión a los 60 y 78 años aproximadamente.
Dejando a un lado las canas que amo como lucen en mi cabellera, me di cuenta de este momento cuando al llegar a una tienda, busqué una blusa y oh sorpresa, ya no veía de lejos -ni de cerca- la talla señalada en el gancho.
¡Qué risa y qué preocupación! Porque hace poco tiempo revisé mi graduación de los anteojos y no había variación. Acerqué la prenda casi a los ojos y por fin vi que era grande. Le atiné al menos.
Al regresar caminando a casa, recordé que también se me ha caído un poco el cabello que bien pudiera ser por estrés, pero no, algo en mi interior me dice que no es eso. Falta revisar qué vitaminas necesito porque no es por estrés o mala alimentación.
Lo que vino a ser la cereza del pastel y de lo que nadie quiere hablar porque-qué-exagerada-eres son esos pequeños desajustes hormonales que anuncian inconfundiblemente el inicio del camino a la siguiente etapa de la mujer.
¡Qué difícil hablar de esto! Algunas amigas muy cercanas que van a la par conmigo me han compartido su sentir y lo que van descubriendo. Nos contamos los achaques que tenemos, los síntomas, los cambios en el ánimo y nos acompañamos.
Pero es terrible ese desajuste hormonal porque «es como querer salir corriendo, no saber qué hacer», así lo describió una amiga a quien le llamé un día de julio en que me desconocí.
Durante todo el mes pasado mi ánimo fue muy cambiante, que daba miedo. Todo me molestaba, todo me irritaba. Hasta leer los mensajes de buenos días en el WhatsApp me ponía de mal humor… Perdón… Pasaba del enojo a la felicidad o al llanto en cuestión de segundos. Algo incontrolable.
Conversando con amigas de mi red de apoyo coincidimos en que probablemente son las hormonas: nunca había sentido esa desesperación, ni siquiera hace dos años cuando me separé de mi ex pareja o cuando trascendió.
Lo que he aprendido en esta nueva etapa, es hacerle caso a las nuevas generaciones: hablar de estos temas, tener cerca a personas con quien no solo podamos estar, sino ser; no quedarnos calladas, expresar dudas, no sentir vergüenza y tener mucha paciencia.
En mi caso leer sobre el tema y hablarlo me ha ido calmando, además de modificar un poco la alimentación y salir a caminar un ratito por la noche en la cuadra donde vivo. Entender que viene un cambio y armarme de paciencia, porque, como bien dice una querida amiga: en esta etapa hay que volver a conocernos porque somos otras, pero con la misma esencia.
Pd. Envejecer no es sinónimo de dejarse, es aceptar el ciclo de la vida y cuidarse lo más posible.