miércoles 13, agosto, 2025

La reforma política imposible

Federico Berrueto

Con la designación de Pablo Gómez como comisario para la reforma político electoral el régimen enseñó su peor cara. El nombramiento es el mensaje y es el remedo del estalinismo con la tesis del partido histórico que llegó al poder; ahora se trata de definir las reglas para que lo vuelvan inmune al voto y al pluralismo que caracteriza a la política mexicana. Pablo Gómez no simula ni argumenta; confronta, insulta, descalifica y pontifica, como le sucedió a Hernán Gómez Bruera en la entrevista que le concedió. Pablo Gómez muestra la diferencia entre autoritarismo y totalitarismo, para él un solo partido y una sola verdad, reminiscencia de un indeseable pasado.

Nada bueno se espera con el cambio de reglas e instituciones. En apego al credo obradorista se parte de la tesis de que la democracia que ha existido y sus instituciones han sido farsa, aunque les haya permitido llegar al poder. Su convicción es que llegaron para quedarse, no para mejorar al sistema de representación política, tampoco para perfeccionar el ejercicio del voto. Para empezar, el sujeto ciudadano para ellos no existe, sí esa abstracción que llaman pueblo que antes, en el código del totalitarismo marxista, llamaban proletariado. Finalmente, el pueblo llegó al poder, del cual no es aceptable sea echado. La democracia burguesa o neoliberal debe ser desplazada por la auténtica democracia, la popular, que no entiende de límites, legalidad, poder dividido, rendición de cuentas o escrutinio social, porque nada ni nadie contra el pueblo y su justo representante que es el partido hegemónico.

Para que prosperen las intenciones totalitarias del gobierno se requiere del voto de sus aliados en las cámaras, PVEM y PT. Llama la atención que Pablo Gómez hable de la mayoría de Morena, ya que no existe, obtuvo 40.84% de los votos, la minoría mayor que si se hubiere considerado como tal no habría alcanzado 251 diputados. Con una cuestionable interpretación de las normas de integración de la Cámara y con la coalición con el PVEM y PT, logró 73% del total de asientos.

El sistema de integración de las Cámaras debe reformarse en el sentido originario de la transición democrática que inició desde 1963 con los diputados de partido y su mayor impulso con la reforma promovida por Jesús Reyes Heroles al introducir el sistema mixto en la Cámara de Diputados. El sentido del cambio ha sido doble: primero, como en toda democracia representativa, los partidos políticos son los sujetos centrales del proceso a la par de los ciudadanos empoderados por sus derechos políticos (al voto, de asociación, libertad de expresión, a la información, a la privacidad, a una justicia igualitaria y expedita, etc.); segundo, la representatividad se fortalece con la igualación del porcentaje de votos y el de asientos en las Cámaras. Es evidente, por la sobrerrepresentación, que las reglas existentes no cumplen con la representación de las fuerzas políticas y por lo mismo deben ajustarse, una vez más, para que los votos sean los que determinen de manera simple e inequívoca el sitio y fuerza que corresponde a cada partido.

La reforma política del obradorismo, también incorpora, como sucedió con la Corte, el sometimiento al régimen del órgano electoral; un objetivo a contrapelo de la lucha por la democracia que fue contar con autoridades electorales profesionales, autónomas del gobierno y los partidos e independientes de todo factor de poder informal. Los que proponen la reforma mienten en que el Consejo es simulación de los partidos. Sí ocurre con los consejeros designados recientemente por López Obrador, como con los ministros de la Corte nombrados en la segunda mitad; una total y ofensiva parcialidad y un indigno sometimiento al régimen.

Es imposible que el PT y PVEM aprueben una reforma en la que va de por medio su existencia. Han mostrado ser aliados dóciles y funcionales al régimen, pero no pueden llegar al extremo de aprobar un cambio legal que los echa del espectro político. La reforma, para ser aprobada requiere de los senadores y diputados electos por los verdes y los del PT. Al respecto es oportuno remitirse a las declaraciones recientes de Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara en el sentido de la falta de consenso para el cambio propuesto. No faltó quien lo interpretó como regateo o rebelión; en realidad era una descripción de la situación en la Cámara. Los números no dan para que un partido que obtuvo menos de 41% de los votos sea partido hegemónico por determinación constitucional.

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