De mi libro ‘Historias de Actores’
Raúl Adalid Sainz
Antes, en las épocas de estudiambre, y en ocasiones de azarosos momentos, tirándole a malos, dentro de esta circense profesión actoral, me iba en autobús a mi natal Torreón. Catorce o quince horas, según circunstancias y choferes.
Durante el trayecto iba ansioso. Veía las caras de mis gentes, sintiéndolas. Mataba el tiempo cantando en mi mente canciones de Amaury Pérez, Serrat, y en ese asalto de recuerdos nocturnos y de ruido monótono de camión y carretera, hasta una de Julio Iglesias. ¡Qué gravedad!
Pero lo que nunca olvido es la cara de mi madre al abrirme la puerta y recibirme. Su sonrisa tremenda, su contento, y luego decirme: “Ya le tengo listo su machacado y sus tortillas de harina, señor”.
Hoy, que voy a mi Torreón, ya no hay trayecto de catorce horas, y lo más triste, que me duele en el alma, es que esa sonrisa no será vista al abrir esa puerta ni ese ofrecimiento de aquel machacado con huevo y tortillas de harina.
Perdón, quién sabe, yo creo que sí, pues al recordarte volví a verte y me saboreé tu platillo. Hoy que vuelva te volveré a mirar y nos sentaremos a la mesa a platicar largo y tendido. Nos tomaremos ese cafecito que tanto deleitas. Por lo pronto habrá que hacer la maleta. Nunca se pierde la emoción de ir al terruño.
Nota: Un escrito hecho en uno de esos viajes a mi comarca lagunera, cuando la estela de tu ausencia me decía que había que buscarte en todas las ausencias. Así busca un hijo a su madre cuando ya no la tiene. Al menos, así la busco yo.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.