viernes 26, abril, 2024

La muerte… Más que una sombra de tristeza

Dra. Zeyda Cisneros Gómez

«La muerte es la pérdida total de lo que nos pertenece, incluyendo nuestro cuerpo. Por ello, la aceptación de la muerte, la de los demás, especialmente la de nuestros seres queridos y por último la propia, es el primer paso para la libertad espiritual. Lo que da sentido a la vida, da sentido a la muerte. Como vivimos morimos. Por ello, puede ser la puerta a la plenitud si aprovechamos el tiempo que queda antes de que caiga la noche».

La idea de que la muerte no es el final del camino es una convicción que muchos compartimos. Y no me refiero a los que se consuelan con la idea de un «eterno retorno»; la «N» oportunidad de volver a vivir una y otra vez hasta que salga bien y pasemos al «Nirvana». No, me refiero a los que creemos que la muerte es lo más definitivo que hay, sin retorno, pero que representa el paso a otra vida, «más allá» del tiempo y las limitaciones terrenas.

El hombre es un ser para la muerte. De una u otra forma hemos de morir: no podemos eludirlo. Es la única certeza que tenemos sobre nuestro destino y lejos de ser una sombra de tristeza contiene un resplandor se esperanza.

El hombre está irremisiblemente destinado a morir, y muere lentamente, desde que empieza la vida.

Pero si no puede sustraerse de la muerte, puede escoger el cómo morir: es libre. Porque hay un tipo de muerte que es desperdicio de vida, y hay muerte que es sublimación de la vida.

No hablo de la tentación estoica de suicidio como acto supremo de la libertad al escoger el momento y forma de terminar nuestra vida. Hablo de la aceptación consciente del hecho de que vamos a morir y que estamos muriendo siempre, pues cada día que pasa es un día menos que nos queda de un total que desconocemos. Es una actitud ante la vida, aceptada como limitada.

El hombre, es limitado; primeramente por el tiempo, tenemos un comienzo y un final. Nuestra limitación nos lleva constantemente a la pérdida de alguien, pérdida irrecuperable, intransferible e incompartible. Esta pérdida es la muerte, nuestro tiempo es limitado, transcurre, sea lo que sea a lo que lo dediques. No puedes matar al tiempo, el tiempo nos está matando…

Y al elegir a qué dedicar el tiempo, elegimos cómo vivir y cómo morir. Después de la muerte no hay elección posible. Por eso después de la muerte no hay arrepentimiento. La muerte es definitiva, lo más definitivo que hay.

Cuando enfrentamos la muerte de otros, por lo general utilizamos mecanismos de defensa para olvidar que también nosotros moriremos. Es difícil creer que alguien pueda olvidarse de su condición de ser mortal.

La aceptación de la muerte, la de los demás, especialmente la de nuestros seres queridos y por último, la propia, es el primer paso para la libertad espiritual. 

La perspectiva de la muerte como un hecho inevitable no es una amarga sombra que pesa sobre nosotros, cuando se acepta como un límite que define nuestra vida diaria y que nos impulsa a vivir de verdad. Puede ser la puerta a la plenitud, si aprovechamos el tiempo que nos queda antes de que caiga la noche. 

«La muerte es un paso obligado, pero no es el fin del camino».

zeydacisneros@icloud.com

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