Continuando con la tendencia actual que actores y actrices se pongan detrás de las cámaras, la intérprete Maggie Gyllenhaal entrega un perturbador filme acerca de una mujer inglesa que, durante sus vacaciones en una isla griega, comienza a cuestionar el sentido de su existencia, su dificultosa maternidad y los límites que la sociedad impone a las mujeres que desean realizarse antes que solamente ser madres. El resultado es un drama con una creciente tensión y con una protagonista que descoloca al espectador con sus reacciones, en un interesante trabajo donde importan más los gestos que las palabras. Estrenada en el último Festival de Cine de Mar del Plata, la cinta es uno de los buenos estrenos de la presente temporada en la plataforma de Netflix
Víctor Bórquez Núñez
El debut como directora de Maggie Gyllenhaal es más que interesante como propuesta temática y fílmica. Está basada en la novela de Elena Ferrante de 2006 «La hija oscura» (o «The lost daughter» por su título original) y se centra en Leda (Olivia Colman), una mujer inglesa que se encuentra de vacaciones en una playa de Grecia. En ese paradisíaco lugar coincide con una numerosa familia que se apodera del lugar con su presencia y sus bulliciosos integrantes. La rutina de Leda cambiará cuando Nina (Dakota Johnson) y su hija se convierten en objetos de su obsesión, esto porque la obligan a enfrentarse de lleno con un pasado que no ha sido fácil, donde existen muchos temores y arrepentimientos acerca de su rol como mujer, madre y eminente investigadora de literatura clásica italiana.
La actriz y directora logra una adaptación inquietante con el material de la novela, sobre todo porque con un ritmo algo cansino, va entregando una serie de datos acerca del pasado de Leda a través de flashback que, pronto, servirán para que los espectadores comiencen a entender muchos de los extraños comportamientos de la mujer y de su cada vez más extraño vínculo con Nina y su hija.
Con gran sentido de la observación, la directora se arriesga con un tema que el cine estadounidense suele esquivar: la complicada relación de una madre con sus hijos pequeños, las dudas que significa asumir la maternidad y las consecuencias que tienen ciertas decisiones en la vida de quienes la rodean. En este filme de Maggie Gyllenhaal, se indaga en profundidad en este tema, mostrando la difícil tarea de asumirse como madre o realizarse como profesional, haciendo que su película muestre el errático comportamiento del presente y los dolorosos recuerdos del pasado que siguen gatillando dudas y temores.
El filme comienza con una escena que cobra toda lógica en su final abierto, en que Leda camina hacia el mar, se desploma al borde del agua y el espectador es obligado a viajar al momento en que la mujer llega a una maravillosa isla. En ese lugar se instala en la casa del faro, de propiedad de un norteamericano afincado más de tres décadas en ese sitio (Ed Harris), orgulloso de contar a los veraneantes acerca de su amistad con Leonard Cohen, poeta y cantautor que pasó muchos años de su vida en esos parajes.
Ella es madre de Bianca de 25 y Martha de 23 y lentamente, empezamos a conocer acerca de la relación de Leda con sus hijas cuando eran pequeñas, en especial porque Nina y su hija Elena la obligan a replantearse muchos aspectos que ella creía haber superado, sensaciones que van de la incomodidad a la desesperación cuando se da cuenta que Nina no logra comunicarse con su hija y se percata también de la tensa relación de la mujer con su familia política.
La película empieza a cambiar de tono cuando se produce el primer choque entre Leda y la familia de Nina, cuando ella se niega a mover su asiento del lugar que los demás desean ocupar para estar todos reunidos. Ese simple hecho es el inicio de un suspenso creciente y molesto, sobre todo porque el espectador empieza a sentir que algo indefinible y ominoso entró en ese aparente lugar perfecto.
El segundo gran punto de quiebre sucede cuando la pequeña Elena se pierda y Leda la encuentra y la regresa con su madre, pero se queda con la muñeca que le pertenece a la niña y no la devuelve, a pesar de ver que Elena llora y sufre y la familia recorre el pueblo para encontrar la famosa muñeca.
Con este episodio se inicia el arco narrativo clave de este filme, con los recuerdos de la juventud de Leda, interpretada por una extraordinaria Jessie Buckley (la notable actriz del filme “Pienso en el final”), cuando ella debe tratar de conciliar su pasión por la literatura y la necesidad de atender al mismo tiempo a sus hijas, que no la dejan en paz un solo momento, a pesar de que su marido trata por todos los medios de ayudarla.
Con gran astucia, la directora introduce una serie de hechos de tensión y suspenso, con la familia de Nina, que parece malvada y que empezará a acosar y a molestar a Leda, celosos tal vez porque la ven independiente, capaz de influenciar a Nina. Y, en el pasado, la tenue estructura familiar de la mujer empezará a desarmarse, especialmente cuando Leda viaje a un congreso y conozca al Profesor Hardy (Peter Skarsgard, marido de Gyllenhaal en la vida real), a quien admira.
La directora utiliza una puesta en escena que saca el mayor provecho de los espacios y la iluminación, usando un estilo que remite a los directores europeos antes que a los estadounidenses, tal vez porque su directora de fotografía sea Hélène Louvart, quien ha tenido magníficos desempeños con Agnes Varda, Eliza Hittman, Alice Rohrwacher, Marc Recha y la argentina María Alché, entre muchos otros).
El estilo visual del filme es contemplativo, sensual y elegante que se eleva más con los sucesos del pasado, mejor determinados y más coherentes con los sucesos del presente, donde los sucesos que vive Leda y las agresiones que recibe del pueblo parecen como demasiado exageradas, aun cuando el vínculo entre Nina y Leda permite contrastar dos estilos de vida y cultura.
El debut de Gyllenhaal resulta bastante prometedor y seductor, centrándose en el lado b de la maternidad, el que nadie suele retratar en las películas ni lo que se estila contar en una reunión, porque generalmente se habla más sobre lo bueno de ser madre y la crianza de los hijos y no tanto de lo negativo o las dificultades que eso conlleva. O si se cuestiona algo es más que nada el rol de la mujer que quiere ser profesional y no simplemente un cuerpo gestante, pero pocas veces alguien expuso este tipo de pensamientos de manera tan abierta, profunda y directa. Esto permite realizar un análisis sensible y honesto sobre la situación y, a pesar de que puede resultar impactante por la falta de costumbre de que se traten estas cuestiones, no deja de ser una realidad para muchas mujeres. Todos los acontecimientos del presente son trabajados desde un clima de tensión constante, lo que provoca cierta incomodidad e inquietud en el espectador, que intuye que algo puede suceder, pero no sabe de dónde puede surgir.
En resumen, «La hija oscura» es un drama psicológico inquietante que habla sobre la maternidad, alejándose de las convenciones o lo moralmente establecido, con una gran carga de tensión que genera un relato sensible, que se adentra en temas poco abordados, con un buen pulso narrativo y notables interpretaciones de las dos actrices que encarnan a Lena, cada una de las cuales aportan matices y gestualidad que elevan este filme y hacen suponer que la actriz Maggie Gyllenhaal llegará a ser una sólida directora, sobre todo si sigue en este tipo de indagaciones acerca de la conducta humana.
@VictorBorquez
Periodista, escritor y Doctor en Proyectos de Comunicación