Enrique Martínez y Morales
Aquel viejo estereotipo que Hollywood se encargó de divulgar del mexicano flojo, descansando sobre un petate a la sombra de un nopal creo que se ha ido desdibujando en el subconsciente internacional con el paso del tiempo. Y no es solo una cuestión de percepción, también de datos duros. No por nada las empresas trasnacionales vienen a invertir a nuestro estado, buscando el talento y trabajo de nuestra gente.
Según la OCDE, el mexicano económicamente activo ocupa el primer lugar de horas laboradas en promedio al año, llegando a más de 2,100. Este dato no es novedad, la posición ha sido recurrente en las últimas décadas. Después de México se encuentran Costa Rica y Corea del Sur, ocupando el segundo y tercer lugar, respectivamente, en el mismo indicador.
Los ciudadanos de los cinco países que menos laboran, con poco más de la mitad de las horas que los mexicanos trabajamos, son Dinamarca, Noruega, Alemania, Holanda y Suecia. Todas son naciones desarrolladas, con niveles de calidad de vida altísimos.
De estos datos se desprenden información y conclusiones importantes:
Primera, que los mexicanos no somos flojos. Por el contrario, somos la sociedad más trabajadora del planeta. El problema es que somos poco productivos: las horas trabajadas no necesariamente se traducen en riqueza ni empeño es sinónimo de éxito. Para hacer una zanja podemos contratar a una persona que la haga con pico y pala en 8 horas, o rentar una retroexcavadora y termine la tarea en unos cuantos minutos.
Segunda, que los países altamente desarrollados, con economías industriales o terciarias, pueden darse el lujo de trabajar mucho menos sin que caigan sus niveles de crecimiento económico ni su calidad de vida.
Tercera, que los países en vías de desarrollo necesitan el aporte de su mano de obra para alcanzar el desarrollo, como lo hizo Corea del Sur, cuyo PIB per cápita hace no muchos años estaba muy por debajo del nuestro y hoy es de más del doble.
En la medida que nos vayamos haciendo más eficientes y productivos con mayor y mejor educación, con inversiones en tecnología, con más proyectos de mecanización, robotización e inteligencia artificial, y mientras la tasa de natalidad siga haciendo crecer la población neta, de manera natural tenderemos a trabajar menos horas.
Mientras eso suceda, trabajemos con ganas, con alegría y actitud positiva. Eso nos llevará a conseguir el objetivo. Y aprovechemos cada minuto de descanso para compartir y transmitir valores en familia. Productividad, responsabilidad y trabajo son la fórmula del éxito.