Raúl Adalid Sainz
Hoy al levantarme, fui a esta pantalla del facebook. Me encontré con una invitación interesantísima de mi amigo y compañero generacional Ignacio Escárcega. El reto consistía en poner un «top ten» de nuestros gustos por la dramaturgia nacional del siglo XX.
La verdad la invitación me trajo recuerdos de toda índole. Mi pasado estudiantil por la carrera de «Literatura Dramática y Teatro», de la UNAM, se hizo presente. Ahí me di gusto leyendo teatro mexicano. Vinieron a mi mente dos extraordinarios maestros: Armando Partida (catedrático de la materia Teatro Mexicano) y Gustavo Torres Cuesta (Teoría y Composición Dramática).
Acudieron al recuerdo montajes maravillosos ochenteros, noventeros y de este nuevo siglo XXI, donde un autor mexicano estuvo presente. Habitando ese recuerdo reviví la lectura del «Gesticulador», de Usigli, espléndida obra que guarda una vigencia enorme para este entorno mexicano de disfraz social y de corrupción al ideal revolucionario de justicia.
Reviví la extraordinaria pieza en construcción de «Los Frutos Caídos», de Luisa Josefina Hernández. Las obras de Novo, «La Culta Dama», la adaptación a «Don Quijote». El mural social y de extraordinaria creatividad de personajes en «Los Signos del Zodiaco», de Magaña, su tragedia maravillosa en calca de búsqueda de identidad traicionada en «Moctezuma II», del mismo Sergio Magaña.
Nuestra mexicanidad de vergüenza en «El Color de Nuestra Piel», de Celestino Gorostiza. Las magníficas obras de Hugo Arguelles, «Los Cuervos están de Luto» y una especie de pastorela macabra llamada «Valerio Rostro». Sin olvidar aquella maravillosa lectura de «La Visita del Ángel» y «La Mudanza» de Vicente Leñero.
El resucitar montajes maravillosos como el de «Armas Blancas», obra de Víctor Hugo Rascón Banda dirigida mágicamente por Julio Castillo en el sótano del Teatro de Arquitectura de la UNAM. El montaje de «Santísima», de Magaña, en mi querido Teatro de Santa Catarina, dirigida por Germán Castillo.
El espléndido trabajo de dirección de Marta Luna para «El Ritual de la Salamandra», de Hugo Arguelles, en el tristemente derrumbado «Teatro Arcos Caracol». «El Martirio de Morelos», de Vicente Leñero, aquel espectáculo histórico desmitificador en el «Teatro Juan Ruiz de Alarcón», hecho por Luis de Tavira. Aquel montaje de «Ante Varias Esfinges», de Ibargüengoitia, dirigida como pieza de relojería por el enorme, Ludwik Margules, en el «Teatro Casa de la Paz».
Aquellas grandes direcciones de mi querido Raúl Zermeño para los montajes de «Luna Negra», de Jesús González Dávila, en el «Foro del CUT», y aquel célebre de «Viaje Superficial» de Ibargüengoitia, en el «Teatro Juan Ruiz de Alarcón». «El Atentado», de Jorge Ibargüengoitia en dirección del entrañable Rogelio Luévano, en el hoy cerrado «Teatro Casa de la Paz», de la Colonia Roma.
El teatro hecho poesía en aquel espectáculo de Julio Castillo para «De la Calle», de Jesús González Dávila en el entonces llamado «Teatro del Bosque». «Dulces Compañías «, del gran sinaloense Oscar Liera, maravillosa puesta en escena dirigida por el niño mago Julio Castillo; sin olvidar aquel alucine de los cines de barrio del DF, con de «Película», texto de Julio y Blanca Peña, dirección de Julio Castillo, 1987, Teatro «El Galeón».
Aquel gran montaje de Raúl Quintanilla para «Playa Azul», del inolvidable y querido Víctor Hugo Rascón Banda, en el «Teatro Benito Juárez». Los éxitos de «Rosa de Dos Aromas», de Emilio Carballido en el «Teatro Coyoacán», dirigida acertadamente en el tono cómico por Meche De la Cruz, y «Escrito en el Cuerpo de la Noche», de Carballido, en dirección espléndida de Ramírez Carnero, en el «Teatro Juan Ruiz de Alarcón». En este siglo XXI, recuerdo la entrañable puesta en escena, «Desazón», en dirección de Pepe Caballero a la obra de Víctor Hugo Rascón Banda.
Muchos montajes maravillosos de autores mexicanos. Que además fueron éxitos en calidad y afluencia de público. Los dramaturgos mexicanos están a la espera de los directores que quieran despertarlos. Ellos tienen mucho que decir. El público siempre necesitaremos que nos digan quiénes somos, quiénes fuimos y hacia dónde vamos. La dramaturgia nacional espera a directores valientes y talentosos, como los antes mencionados, para gritar en arte, verdades de todos los tiempos.
Julio del 2017.
Nota hecha en Julio 13 del 2024: Si de dramaturgia mexicana se trata, celebro el montaje de » Los Grandes Muertos», textos maravillosos de Luisa Josefina Hernández, gran montaje, compuesto de seis obras, de once que comprende la saga, dirigidas brillantemente por Pepe Caballero en el «Teatro Julio Castillo». También vino a mi mente aquel espléndido montaje de la obra «Felipe Ángeles», de la gran dramaturga Elena Garro; esa puesta en escena fue en el «Teatro Reforma», dirigida por Rodolfo Guerrero. Un día en clase, con el querido, y no olvidado, Ludwik Margules, la consideró como la gran tragedia del teatro mexicano. En el panorama de dramaturgia actual, está el talento de Flavio González Mello, no olvido aquella gran comedia de «Lascuráin o la Brevedad del Poder», su reciente gran obra «La Inteligencia Actoral», ambas dirigidas por él. Mencionar las grandes plumas dramatúrgicas de: David Gaitán, Ximena Escalante, Jaime Chabaud, David Olguin, Verónica Musalem, Estela Leñero, Ricardo Ricaño, Bárbara Colio, Gerardo Mancebo del Castillo, Qepd, Juan Villoro, Gonzalo Valdés Medellín, Luis Mario Moncada, y muchos jóvenes inquietos. Deseo fervientemente, que el teatro mexicano, siga floreciente en hondura y visión crítica de su contexto con estos quijotes necesarios y urgentes.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México-Tenochtitlan