Raúl Adalid Sainz
Monterrey, una afición leal. Cuando Tigres se fue a la segunda división, su gente no lo abandonó. Seguía llenando su estadio y apoyando. La afición de Torreón, es ingrata, desleal con su equipo, de poca memoria. Sólo en las buenas. Vas al estadio y parece funeral. Gente tomándose fotos, indignándose con jugadores y sin apoyo; excepciones, claro está.
Aun cuando el subcampeonato del 2021, y la temporada de 33 puntos con Fentanes, el estadio a medio llenar, sin alentar. Piden y piden, reclaman y reclaman a la directiva, y nada dan. Quieren otro dueño. Detestan a Irarragorri, pero ningún empresario lagunero (Lala, Soriana, Peñoles), dice: «esta boca es mía, yo le entro».
La buena afición lagunera quedó sepultada en los escombros del viejo estadio Corona. Esa es la diferencia entre la afición regia y lagunera. Por otro lado, los empresarios regiomontanos invierten en sus equipos. Diferencia contundente. Palabra de lagunero, amante del Santos, en las buenas y en las malas, afincado desde hace años en ciudad de México.
La realidad desde lejos se contempla con claridad y sin apasionamientos. El tema da para mucho más: ¿A qué responde el abandono? ¿Por qué el aficionado, en general, dice no identificarse con el equipo? Se arguye también la lejanía del estadio. Que no hay transporte suficiente. Que el horario de los partidos es muy tarde, (domingo 19 horas, y a veces a las 21 horas). También se habla de lo caro de los boletos, y de los alimentos y cerveza, a precio excesivo.
Que las contrataciones ya no son las de antes (los Oswaldo, Ludueña, Vuoso, Jared, Oribe, Darwin, Guty, «Lorito», Apud, Djaniny, muchos más). El desapego es evidente. Muchos aficionados dicen por redes, que al no ir al estadio, la directiva reaccionará, y presentará un equipo de respeto.
Estas generalidades mencionadas dan para más profundización e investigación. La posición del club, es clara: sólo se es sustentable, la manutención de Santos, trayendo jugadores baratos, que tengan talento, (Brunetta, Gorriarán, Preciado, Valdez, Djaniny, «Cabecita», Benítez) y venderlos caros. Amén de sacar elementos con capacidad de las fuerzas básicas, que alimenten al primer equipo, y luego venderlos a buen precio; caso de Arteaga, Jorge Sánchez, Antuna, y ahora Jorge Campos y Acevedo, que están en la mira de varios clubes.
Ese es el modelo operativo de «Grupo Orlegui». Posición coherente, y que la gente debería preguntarse el porqué de la operatividad, para finalmente aceptar que es la única manera de sostener al equipo. Nómina alta de jugadores, cuerpo técnico, manutención de fuerzas básicas, canchas, empleados, mantener en condiciones profesionales al estadio, pago de servicios e impuestos de semejante complejo.
La ausencia del público, la no compra de abonos y camisetas, ¿qué abona en dividendos? La otra entrada del club, es el pago de derechos por la televisora con la que se tiene arreglo.
Mientras «Grupo Orlegui», esté en Torreón, ésta será la filosofía. Con este modelo de trabajo vinieron dos campeonatos, un subcampeonato y liguillas. Aun así, la gente de la Comarca, en general, sigue despreciando a sus directivos, a Alejandro Irarragorri, como cabeza del grupo, y al presidente del club Dante Elizalde.
La afición se aferra al pasado, a los tiempos en que el «Grupo Modelo», era el dueño del equipo. El partidario siente, y le incomoda, el ascenso de «Tigres», se compara con ellos y le duele la diferencia. Irarragorri fue claro: Santos no invertirá como lo hacen los equipos regios o el América.
La pregunta es: cómo hacerle entender al aficionado lagunero esta realidad de trabajo, cómo lograr que la acepte, y se resigne a que Santos no es «Tigres», ni Monterrey, ni América. Indudablemente la afición es obcecada. Yo diría: se acostumbró al champagne, y ahora no quiere tepache. Finalmente, el futbol es un negocio. ¿El romanticismo del aficionado tiene cabida? Puede ser; a mi gusto, «Grupo Orlegui», debería apostar a Santos, y vender al Atlas.
La apuesta del Sporting de Gijón, es interesante. Es en algunos casos, el desarrollo de jugadores de talento surgidos de fuerzas básicas, caso Jordan Carrillo. En fin, este es un pensar, un sentir, en un momento dado, de un seguidor de Santos que reflexiona qué es su equipo y sus circunstancias. Su por qué y su para qué del manejo directivo.
Al final de cuentas, el hincha, como dijo el gran escritor mexicano, Juan Villoro, es aquel que se ilusiona irredente e irremediablemente por su equipo.
PD: Juan Villoro, fiel seguidor de los «Rayos» del Necaxa.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan