Enrique Martínez y Morales
Inicia el nuevo año más movido que de costumbre. El proceso de la elección del nuevo titular de la Suprema Corte de Justicia de la Nación estuvo envuelto en un escándalo controversial que derivó en un resultado poco esperado y sano para la República. La captura de Ovidio Guzmán en Sinaloa dio un viraje de 360 grados en la política de seguridad del país, aunque con costos en el corto y mediano plazo, pero también benéfico para la nación.
En cuanto a economía, los agoreros han lanzado aventurados presagios de una probable crisis a mediados de año. Las altas inflaciones en países como México y Estados Unidos obligaron a incrementos constantes, y algunas veces bruscos, de las tasas de interés, y aunque se prevé irán a la baja y que pronto lleguen a su punto de equilibrio, son parte de las razones de la argumentación fatalista.
La decisión de algunos agentes económicos de migrar a mercados de renta fija, dadas las tasas más altas, ha quitado presión al de valores, con la consecuente caída de los índices relevantes, lo cual acrecienta el temor de una recesión.
Terminamos un 2022 que consistió en volver a salir, a retomar proyectos dejados en el tintero, a regresar al abrazo de los seres queridos y al saludo de apretón de manos. Tratamos de volver a una normalidad añorada que nunca volverá del todo. Más bien nos estamos acostumbrando a una nueva normalidad más precavida y menos confiada.
Es cierto que aún no cerramos las heridas causadas por nuestros muertos en la pandemia y, en algunos estados, a causa de la inseguridad, pero de alguna forma esta cercanía con la muerte de manera natural nos ha restado capacidad de asombro. Por un lado, nos ha vuelto más sensibles y nos ha obligado a valorar la vida, pero por el otro, nos ha impuesto medidas de supervivencia que no siempre son positivas para una sociedad.
Más que una posible crisis económica, me preocupa más el estallido de una crisis social, causada por la pérdida de valores y el encono social promovido por algunos actores políticos. Por supuesto que debemos estar atentos y tomar previsiones para una eventual recesión, pero sin excesos, porque nosotros mismos la estaríamos generando.
Los pronósticos recesivos abarcan también a Estados Unidos. Y aunque ya cambiaron aquellas condiciones de contagio en las que el catarrito norteamericano se convertiría en una pulmonía mexicana, sin duda nuestro destino está altamente correlacionado con el de nuestro principal socio comercial, proveedor además de las valiosas remesas que llegan a los sectores más desprotegidos.
Lejos de entrar en pánico, sigamos dando lo mejor de sí, trabajando como sabemos hacerlo, fortaleciendo los valores esenciales y promoviendo la unidad entre todos los mexicanos.