sábado 23, noviembre, 2024

‘La Corona’, una serie que es una obra de arte

Raúl Adalid Sainz

Cuando todos los elementos de un trabajo artístico son llevados al límite de la calidad, de la documentación histórica perfectamente estudiada, de la elaboración de un gran guion que confluye en una gran historia, y donde todo, todo, es un orden bien pensado y conseguido en realización, estamos hablando de una obra de arte.

«La Corona», es una coproducción británica estadounidense. Serie que se transmite en la plataforma Netflix.

Es la segunda vez que la vivo. La considero un posgrado para un actor, un director, un guionista, un editor, un vestuarista, un maquillista, para un director de arte, de casting, para cualquier profesional involucrado en las artes visuales.

¿Por qué? Pocas veces vemos interpretaciones tan verosímiles, comprometidas y sensibles, como las actuaciones observadas en la serie. Una clase para el actor que pretende trabajar ante una cámara. Es ver el auténtico reflejo de cómo se debe actuar. El detalle, el tren de pensamiento transparentado en una mirada, en un pequeño gesto, los signos conductuales, la caracterización interna y externa, están de manifiesto.

La dirección, encabezada por Stephen Daldry es impecable. La organización perfecta del material a narrar. El montaje de las secuencias es consecuente a la situación. La dirección de actores conservando una unidad de medida tonal.

Stephen Daldry, dirigió la obra teatral «The Audience», (las entrevistas de la «Reina Isabel Segunda», con sus primeros ministros) pieza escénica en que el guionista y dramaturgo de la obra Peter Morgan se basó para crear la serie.

El corazón de la serie es el espléndido guion de Peter Morgan, a partir de su película «The Queen», en 2006, fue dilucidando la consecución, de lo que fue esta maravilla de serie. Película y obra de teatro que le otorgan al escritor todo un universo a plasmar.

Personajes y situaciones, muy sólidamente creadas. Sesenta capítulos donde el interés del espectador se mantiene. Cada episodio, una enseñanza, un reflejo auténtico de vida. El guion te refleja primordialmente el mundo de la Reina Isabel Segunda, y su familia, y por ende el correr de vida de Inglaterra, desde finales de los cuarentas, hasta principios de los dos miles.

De un hecho particular se logra la conjugación total de la universalidad humana. «La Corona», te refleja la vida. La imposibilidad, el amor frustrado, el sacrificio, en aras del mandato supremo divino de las reglas de la corona. Ves las grandes decisiones del ser humano ante los dilemas de la existencia. Los complejos, los traumas, el dolor, el amor, la fidelidad.

Cantidad de temas perfectamente desarrollados en la calidad de cada guion en los capítulos. La edición es espléndida. En aras del mantener la atención, sin prisas, en su tiempo preciso para que las secuencias respiren y tengan vida. Cada elemento de producción, en sus distintos departamentos, es la excelencia. Una auténtica clase creativa.

Mi fascinación partió por muchas cosas, pero pongo en primer lugar a las actuaciones. Un asombro. Una pasión de vida provocada por esos grandísimos actores. Con el término, me refiero a mujeres y hombres. Lo mejor de la escuela inglesa de actuación.

Esos histriones provenientes del gran teatro inglés. Formados en obras clásicas de la mano de Shakespeare, Marlowe, Pinter. Histriones que comprenden y sienten elocuentemente sus personajes y los significan con maestría. Se incorporan actores norteamericanos y australianos. Notables los actores del otro lado del Río Bravo: John Lithgow, como Winston Churchill y Gillian Anderson, como Margaret Thatcher. Una clase de caracterización interna y externa, ante la cámara.

Qué decir de las tres actrices que interpretan a Isabel Segunda. Claire Foy, en la etapa joven, Olivia Colman, la etapa de madurez, e Imelda Staunton, en la etapa de vejez. Sencillamente fascinantes. Monstruosas, así como dijo Shakespeare en la voz de Hamlet, señalando la grandeza de una interpretación.

Las tres actuaciones de la «Princesa Margarita», hermana de Isabel Segunda, son notabilísimas: Vanessa Kirby, la parte juvenil, Helena Bonham Carter, la parte madura, Lesley Manville, la etapa de su tercera edad. Los signos conductuales son de una precisión artística que señala en el detalle a su ser. ¡Qué elenco!: Alex Jenning y Derek Jacobi, como el «Príncipe Eduardo», soberbios, Josh O’ Connor y Dominic West, brillantes en su tren de pensamiento y actoralidad interpretando al «Príncipe Carlos», en su parte joven y madura.

Todos, todos son espléndidos actores. No hay alguien que se salga del cartabón de la excelencia. Hasta los pequeños papeles son de llamar la atención.

Sí, por eso vi por segunda vez «La Corona», y la volvería a ver. Es un material invaluable de preparación para un profesional de los medios de comunicación. Una también muestra, para un espectador exigente, que desee ver cosas inteligentes, y de gran calidad emotiva, que le den, a la vez, otro significado de entretención.

Nada es gratuito, todo es producto de un estudio elaborado por conseguir un contenido, que yo lo califico, como una obra de arte. Un ejemplo maravilloso de una fastuosa producción perfectamente lograda. ¡Qué bello es nuestro oficio cuando plasma así la vida!

¿Cuál es la escuela inglesa de actuación, la norteamericana?, no lo sé, aquí es sencillamente contemplar y sentir la verdad de la excelencia.Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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