domingo 22, septiembre, 2024

Juan Gabriel ¿Alguien podría definirlo?

 

 

A seis años de su adiós

 

Raúl Adalid Sainz

¿Ídolo? Sí ¿Representante de la mexicanidad? Indudablemente.

El amor de la gente no se busca, llega por sí solo. Juan Gabriel caló hondo en la gente, desde 1972, en que fue lanzado al mercado discográfico. El público se identificó con el estribillo constante de, «No Tengo Dinero», nombre de su primer éxito. Inconsciente colectivo mexicano de necesidad económica, pero de corazón lleno para dar, encontrando espejo de símil popular.

 

Al poco tiempo al salir Juan Gabriel al aire televisivo fue el shock. Sus interpretaciones en vivo estaban volcadas de un amaneramiento de gracia femenina. Las buenas conciencias moralinas brincaron. Los ratings se elevaron. El morbo que provocaba aquel muchacho juarense fue mucho. El canal de las estrellas calló la boca. Las ventas iban a ser muchas. Hipocresía manifiesta la de la catedral televisiva de ese entonces. Hoy siguen cantando las rancheras al mismo tono.

Juan Gabriel comenzó a brillar como luz de estrella. Su primer LP fue un éxito. Su segundo lo fue también. Aún recuerdo ese 1973 y aquellas rolas de: «Por las Mañanas», «Rosenda», «Sólo Sé Que Fue en Marzo». Música y letras sencillas, pero con un toque especial: eran rítmicas, pegajosas. Comerciales. Donde quiera las oías.

Juan Gabriel era un cúmulo de éxitos. Compuso bolero ranchero: «Se me Olvidó otra Vez», un hit. Baladas de su autoría que dio a cantantes populares de aquel tiempo: Roberto Jordán, Angélica María, José José, Lupita Dalessio. Cómo olvidar: «De esa Chica», «Tú Sigues Siendo el Mismo», «Lo Pasado Pasado», «Inocente pobre amigo». Juan Gabriel pisaba la tecla adecuada para vibrar en el corazón del ser humano sencillo. Ese que no se complica para saber que está enamorado o despechado. Si no Juan Gabriel se lo despejaba con sus canciones. Pero era alegría de bailes con el «Noa Noa» o «El Señor Sol». Digno de imitaciones al por mayor.

Su evolución musical fue a más. Vinieron las bellas canciones a la Dúrcal, quien hizo de su música una recreación con sus interpretaciones. Las composiciones grandes a Daniela Romo y a la Pantoja. Y Juan Gabriel iluminando la escena de vida nacional con su: «Querida», «Hasta que te Conocí» o «Debo Hacerlo». Época grande de desarrollo musical del «Divo de Juárez».

Representante de la mexicanidad. Claro, por supuesto. Por lo antes expuesto. Por hablar de la madre en sus canciones. Las inmortalizó en el recuerdo de la progenitora ausente: «Amor Eterno e Inolvidable». Somos un pueblo madrista. Edípico, «Como me enseñó mamá, eso y muchas cosas más».

Un gran show eran sus conciertos en vivo. Entregado. Catártico para el espectador. Provocativo. El machismo lo reprobaba. Pero muchos con cinco tequilas encima empezaban a asomar el lado femenino del macho mexicano. La mujer vivía un ensueño erótico también. Juan Gabriel, su música y letras son erógenas.

El dolor, el amor, era buscado con un mariachi en Garibaldi al compás de «La Diferencia» o «Fue un Placer Conocerte», rolas llegantes del «Divo».

Mexicanidad de pulsar de sentimientos para todos los mexicanos. Sí, «Juanga», tocó un México que el mexicano oculta. Sus canciones tocaban el lado femenino de todo hombre. A unos se les despertaba más que a otros y por eso era polémico. Una provocación. Hasta el grado de generar intolerancia en muchos.

Aquel que diga que no era un representante de México, no sé en qué país viva. Quizá nunca entró a una cantina y sintió el amor o el dolor en una rocola oyendo al «Divo». Quizá nunca besó a alguien en amor o furtivamente o jamás se enamoró bailando en los callejones de las noches con una rola de Juan Gabriel: «Con esta mi canción he venido a pedirte perdón».

En fin, queda Juan Gabriel para rato. Quedan sus canciones que ya no morirán. Son parte de la vida cultural de México. Quizá el último ídolo de este país se ha ido. Tuvimos la fortuna de saber lo que es eso. Ver a aquellos satélites que le encienden el corazón a la gente y son capaces de llorar eternamente las partidas de algunos. Juan Gabriel es Pedro Infante, es José Alfredo Jiménez, es Agustín Lara, es un símbolo más de nuestra rica y caleidoscópica cultura popular. A partir de siempre ha comenzado su ya leyenda viva.

 

PD: Este escrito fue hecho en agosto del año 2016. Tiempo de la muerte del hombre nacido en Parácuaro Michoacán, Juan Gabriel. En esa fecha aún quedaban con vida, José José y Vicente Fernández. Hoy, 2022, ellos también marcharon. El firmamento de las estrellas, que calan hondo, se está quedando ausente. Por fortuna la memoria de sus hechos, sus canciones, vuelven a poblarlos con el hechizo mágico de esas letras, de esas interpretaciones que llegan tan adentro de nuestra vida. Y no sé por qué, veo también bailarle a Juanga, a mi Meche Carreño, en aquella película del «Noa Noa», y ese subyugante momento erótico al compás de «He venido a Pedirte Perdón». Meche que también adiós nos dijo.

 

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

 

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