lunes 16, septiembre, 2024

José Chávez Trowe, de los primeros torreonenses en aparecer en nuestro cine mexicano

(Del serial: Laguneros que hicieron nuestra historia teatral y cinematográfica)

Raúl Adalid Sáinz

Siempre he sentido una fascinación especial por los actores que ha dado mi tierra: La Laguna. Son muchos. Empezaré a hacer un recuento de ellos por medio de anécdotas, sentires y reflexiones. Siempre con la interrogante: ¿por qué Torreón ha dado tantos actores?

Empezaré este viaje con Pepe Chávez Trowe, así era llamado en el medio cinematográfico. Un día, hace muchos años, leí en el periódico, «El Siglo de Torreón», que había nacido en Matamoros, Coahuila. Pequeña ciudad conurbada ya con Torreón.

Su hermano, Roberto Chávez Trowe, a quien conocí dirigiendo zarzuelas, me dijo que era de Torreón. Allá por el año 1987, el actor y médico Gerardo Moscoso, QEPD, me lo presentó en los extintos «Estudios América», y don José me dijo que era del querido terruño. Me atrevería a decir que es el primer lagunero en hacer cine.

Muchísimas de las películas de la época dorada llevan en los repartos la figura de José Chávez Trowe. Un gran actor de los llamados secundarios. Siempre veraz, caracterizando, con una voz grave aguardientosa muy particular, su cara de rasgos duros, fuertes, magnífica para la pantalla.

Yo lo recuerdo en películas como «El Vampiro», de Fernando Méndez, con Germán Robles como el chupasangre, el «Conde Karol». Un pequeño papel de taxista en la muy buena cinta, «Días de Otoño», de Roberto Gavaldón. En «Nazarín», de Luis Buñuel, recreando estupendamente a un capataz rural.

Dos participaciones más con el genio de Calanda, España, Luis Buñuel, en «El Bruto» y «La Ilusión Viaja en Tranvía». Lo tengo muy presente en una serie histórica televisiva que yo vivía de niño, «El Carruaje», producida por Ernesto Alonso. Ahí don Pepe interpretaba a un militar liberal leal al servicio de Benito Juárez.

Su estupenda aparición de matón arrepentido en «El Escapulario», de Servando González. Pero el papel que más le recuerdo, fue aquel monje borracho libidinoso, al cargo de la biblioteca del convento, en la cinta, «El Monasterio de los Buitres», de Francisco del Villar. Estaba soberbio en su accionar de actor.

Esta ha sido una breve mirada al correr profesional artístico de un paisano que dejó su huella comarcana dentro de nuestra cinematografía. La desmemoria es injusta, peor aún la ignorancia. Estos actores nos han dado identidad dentro de nuestra historia lagunera. Importante es exponerla, investigarla. El ejemplo de vida de coterráneos nos da conformación, identidad.

El día que conocí a José Chávez Trowe me decía que su tierra era generosa en dar artistas, se preguntaba y se decía sorprendido rascándose la nuca : «!Ah!, chirriones, ¿por qué tantos actores?». Misterios absolutos de nuestra región.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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