Inmemoriam
Raúl Adalid Sainz
Tuve el gusto de conocerlo en el año 2007. Se preparaba el rodaje de lo que sería la película que lo consagró como un gran actor: «El Estudiante».
Después de la primera lectura colectiva del guion, lo conocí en el baño. Don Jorge tuvo la generosidad de felicitar mi lectura. Aún lo recuerdo con esa elocuencia. Una voz grave profunda. Como nacida de otros ayeres del universo. Su mirada era franca. Su acercamiento frontal, limpio.
En esa lectura yo escuché a un actor que estaba en estado de gracia para interpretar a un personaje. Eso me sucedió al escuchar a Jorge Lavat leyendo su personaje «Chano». Las hondas y diversas vivencias en la vida de Jorge Lavat permearon de una manera maravillosa en la construcción que hizo de ese idealista llamado «El Estudiante».
Un personaje, «Chano», enamorado del «Quijote». La facha de Lavat en los años que hizo la película correspondía en mucho con «El Caballero de la Triste Figura». Aquí en este rubro del renglón llamado casting vaya el reconocimiento a la directora de reparto cinematográfico Elvira Richards quien lo vislumbró para ese inolvidable papel.
Jorge Lavat había sido un galán del cine y la televisión. Yo lo recuerdo como el protagonista de la afamada telenovela «Yesenia», también llevada a la pantalla grande. Viene a mi memoria su presencia en «El Escapulario», extraordinaria película dirigida por Servando González. Sin embargo era un actor que lo sentía que se apoyaba mucho en la templanza del buen manejo de su voz. Lo palpaba muy apoyado en la forma.
Pasados los años me sorprendió grandemente al verlo en una telenovela de «Argos», llamada, «La Vida en el Espejo». Ahí don Jorge dio vida a un viejo ferrocarrilero retirado. La inmersión al alma de su personaje era entrañable, profunda, un gran retrato humano. La vida, su vida, había hecho de él un gran actor.
Cuando «El Estudiante», llegó a Don Jorge, él tenía mucho que decir. Él era «El estudiante», ese quijote que caminaba con las alforjas llenas de ilusiones por las calles de Guanajuato.
Haber convivido con él es una de las vivencias más ricas que he tenido en mi peregrinar actoral. Un ser lleno de vivencias. De charla. Contradictorio. A veces entusiasta, a veces encolerizado, a veces triste. Un fumador que disfrutaba el tabaco. Lo platicaba. Generoso. Un gran compañero. Listo para dar un consejo de una manera respetuosa. Gente derecha. De frente. Un tipazo.
Tuvimos mi esposa Elvira Richards y un servidor, el enorme privilegio de vivir la noche de su triunfo, al ser ganador de «La Diosa de Plata» por su interpretación de «Chano» en «El Estudiante». Don Jorge estaba feliz. Lo recuerdo al lado de su pareja, la actriz Rebeca Manríquez. La luz de Don Jorge era radiante. El trabajo actoral en primer plano había vuelto a él. Y sobre todo cabía la satisfacción que le había llegado a mucha gente al corazón. Su estudiante era un ejemplo de vitalidad, de voluntad, de luchar por ideales.
Eso fue Jorge Lavat. Un guerrero, un luchador, un quijote que cual caballero que cantó el poeta León Felipe; dio ventura de amoroso batallar.
Esa noche de su «Diosa de Plata» me dio su último consejo: «No desesperes mi Rul, todo llega cuando tiene que llegar». «Rul», así me decía.
Hoy catorce de septiembre se cumple un aniversario más del hasta luego que Don Jorge nos dio. Un abrazo hasta la manchega llanura donde se ve la figura de Jorge Lavat como todo un caballero actor, como todo un caballero del honor.
PD: La foto corresponde a la noche que Don Jorge ganó: «La Diosa de Plata». De izquierda a derecha: Rebeca Manríquez, Jorge Lavat, Elvira Richards y un servidor.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México-Tenochtitlan