Al recuerdo de un brother irremplazable. Aquí este escrito que te regalaba en tu celebración de vida
Raúl Adalid Sainz
Jorge, ese del pensamiento inquieto, gustante de la charla en un café, de una buena comida, de una buena noche de música y canciones.
A Jorge lo conocí con los jesuitas de la preparatoria Carlos Pereyra de Torreón. Creo que fueron las canciones, y el humor negro que Jorge profería lo que nos hizo caernos bien y hacernos amigos. Camaradas que se hacen a los diecisiete años. Linda etapa, pues no hay otro interés, más que el que te caes bien. Afinidades inexplicables y bellas. A los amigos te das el gusto de escogerlos.
En el Club San Isidro veía a Jorge con otro grandísimo amigo: Oscar Sánchez. Ahí en las tardes de verano inventamos «La Hora Naca». Un recuento de canciones que cantábamos. Donde figuraban grupos y cantantes populares como: Los Ángeles Negros, Los Terrícolas, Los Jonics, Los Solitarios, Los Pasteles Verdes; los solistas: Juanelo, Leo Dan, Camilo Sesto, y largos etcéteras. Aún recuerdo que a Jorge le gustaba imitar a aquel señor de La Rondalla de Saltillo, ese que hablaba en medio de las canciones. Jorge impostaba la voz y empezaba a reír con ese humor ácido que lo ha caracterizado. A mí siempre me hicieron carcajearme esas puntadas del buen Hernández.
Aún recuerdo que hubo un jesuita que le hizo notar a Jorge su habilidad para cuestionar a la gente, su espíritu inquieto por investigar: «Tú puedes llegar a ser un gran periodista». Eso se lo dijo el gran padre de origen irlandés Francisco Donovan. «Paco», como cariñosamente le decíamos.
La vida nos hizo que viniéramos a estudiar a México. Él, a la «Universidad Iberoamericana» a la carrera de Ciencias de La Comunicación y yo a la UNAM a mi carrera de teatro. Que contrastes no: «La Ibero…»ves», y la popular «C.U». Eso nos unía también. El contraste. En la Ciudad de México, a Jorge y un servidor, nos gustaban los cafés. Esas tardes de grandes «pláticas trascendentales», como les llamábamos. Por cafecitos de Coyoacán, el inolvidable «Parnaso», «El Juglar» de Guadalupe Inn, o esos Sanborns locos que a Jorge le gustaban como el de la Torre de Mexicana, o el de División del Norte y Cuauhtémoc.
Pero cómo olvidar aquellas tardes noches alucinantes en la meditativa «La Guadalupana» de Coyoacán. Aquella mima hermosa que nos inspiró la creación de un poema, mismo que le dimos a un mesero para que se lo entregara, una vez idos, pues aquella musa iba acompañada de su pareja. Grandes aventuras juveniles surgieron de ese mágico lugar de despegue inquieto.
Mis amigos Jorge y Oscar me acompañaban a mis estrenos teatrales. Conocieron actores, directores, escenógrafos, musas y mimas diversas. Cómo olvidar aquellas noches maravillosas del departamento de Jorge y sus compas de depa en la calle de San Andrés de la Campestre Churubusco. Aún recuerdo aquellas rolas de Silvio, Pablo, Amaury y porque no de Daniela «Dany» Romo y «Yo no te Pido la Luna», en aquella fiesta donde hasta baile hubo. ¡Qué noche, por Dios! En esa fiesta había un muchacho muy simpático cubano. Quería que pusiéramos su disco sencillo, era cantante, y ese día celebraba que su disquera había impreso su primer disco. El acetato contenía nada más y nada menos que la canción que fue un éxito en ese año de 1986. El nos dio la primicia esa noche. La canción fue un éxito en la fiesta, se puso y se puso. La gente bailaba y bailaba. La rola era: «Toda la Vida», y el cantante: Franco.
En el plano estudiantil, Jorge se preparaba arduamente en el mundo de la información. Sobre todo, en el ámbito de las políticas de la comunicación. Pero tenía apuntes interesantes literarios como un cuento alucinante que me leyó. Recuerdo que un tal, «Luvino», era el protagonista dentro de una surrealista feria de suburbio de ciudad extraña. Grandes maestros tuvo Jorge en la Ibero. Recuerdo que me mencionaba a Luis Pazos, Paco Prieto y hasta el famoso guionista de nuestro cine, Guillermo Arriaga (Amores Perros). Jorge tuvo como compañeros, a dos que hoy son espléndidos cineastas: Luis Carlos Carrera y Roberto Schneider. Condiscípulo de los hoy periodistas: Leonardo Kourchenko y Rosa María de Castro.
Un día mis amigos, Jorge y Oscar, se me fueron de México. Debo confesar que los extrañé como condenado en sed en un desierto, aún hoy en día los extraño. Así es la amistad de brothers. Quien los tenga lo entenderá.
A los años fui testigo del gran alcance profesional que tuvo Jorge como periodista. Aún recuerdo esos programas de noticiero para «XETB Radio», al lado del locutor Sergio Martínez. Jorge empezó a brillar y el periodista Ferriz de Con, en una visita a Torreón, le auguró un brillante camino periodístico. Jorge lo había entrevistado. Al poco tiempo el buen Hernández figuró grandemente como titular del noticiero de la frecuencia radial, recién inaugurada en La Laguna, 100.3. Ahí rememoro vivamente la entrevista que Jorge realizó a Cuauhtémoc Cárdenas. Donde el Ingeniero Cárdenas vaticinó a Jorge la terrible descomposición social que vendría para México. Año de 1994. Presente lo tengo yo. La entrevista al polémico analista político y escritor Jorge Castañeda, la señalaría como destacada. En ese mismo periodo Jorge realizaba un espléndido trabajo social en «Caritas». Yo veía a mi amigo pleno.
Al poco tiempo la vida llevó a Jorge al terreno político. Donde se ha desarrollado con éxito. Sin embargo, y siempre se lo he dicho, extrañé y mucho, su salida del ámbito periodístico.
Pero a los amigos se les quiere estén como estén, y dónde hayan elegido estar. En la amistad se exige respeto. Cariño es el que hay que dispensar y verdad cuando sea necesario.
Jorge es un excelente hijo, hermano, padre. Orgulloso de sus tres cachorros varones: Jorgito, Alejandro y Rodrigo.
En fin amigo. Hoy en tu cumpleaños, consiéntete. Come rico. Escucha a Jose José, cantante que nos une a Oscar, a ti y a mí, una que otra de Silvio, Amaury, Sabina, de Auté, de Bosé, o aquellas que te grabamos en XETB, Oscar y yo, como sorpresa para uno de tus cumpleaños. Eran canciones de la Carrá, María Conchita y Tatiana. ¿Tatiana?… Bueno todos tienen sus debilidades. Y en gustos se rompen géneros.
A Jorge, un enamorado de la vida, del buen correr de las agujas del reloj, del buen yantar, de la charla en el recuerdo y en el presente, del saber estar para darte una ayuda o un abrazo.
Gracias por tu amistad amigo. ¡Feliz cumpleaños!
Pd: Jorge decía que nació el día que se arrojó dolorosamente la bomba atómica a Hiroshima y Nagasaki y yo le agregaba que también el día que murió, «El Indio Fernández», gran director de nuestro cine. Hasta tu bello cosmos mi abrazo. Cuídanos mucho hermano querido.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan