viernes 20, septiembre, 2024

Jaime Ruiz Ibáñez, y su documental, ‘El Señor de las Rosas’

Raúl Adalid Sainz

«Estás de vuelta», así le dije ayer al terminar la función de «El Señor de las Rosas», a mi amigo cineasta Jaime Ruiz Ibáñez. Y estar de retorno en el mundo del cine es una aventura difícil de conseguir. Más cuando no eres un consentido del entorno de los premios de las convocatorias a estímulos económicos cinematográficos.

Con ayuda de TV UNAM, y la Filmoteca de la misma universidad, Jaime pudo posproducir su trabajo. Con sus propios recursos iniciales, el documental «El Señor de las Rosas», vio la luz la tarde noche de ayer. Ante esas circunstancias, estar de vuelta para un cineasta, es iluminar la senda encapotada.

«El Señor de las Rosas», es un canto de un romántico del amor. Es la poesía literaria llevada al mundo de la imagen. Es el seguir de una cámara a la huella de un Quijote enamorado. «Don Alfredo», nombre del amor que lleva rosas diarias a su amor fallecido llamado «Teresita». Un cineasta (Jaime Ruiz) que un día vio a un señor de traje y bombín acompañado de dos rosas. Lo vio, lo siguió, y habló con él. Pensó:»¡aquí hay una historia!» Al día siguiente, Jaime Ruiz buscó y conoció, más a fondo, al señor de las rosas; la cabeza creativa empezó a urdir la historia de su documental.

En casi dos horas, el director cuenta el andar de un hombre peculiar. Un ser que hace de la poesía, de sus trayectos en carro a un café, su mundo, acompañado del néctar oscuro para desgajar el alma y pasar conectado con su amada por medio de la poesía.

Jaime Ruiz, conoció a fondo a su protagonista. Ese que un día soñó con ser actor de cine de joven. Ese que iba acompañado de sus tortas a los Estudios Churubusco, para pedir una oportunidad como extra en las películas. Ni siquiera le permitían la entrada.

Un día «El Señor de las Rosas», tendría su cita con la cámara, no iba a ser un extra, iba a convertirse en el protagonista de su propia historia, siendo ya un adulto mayor. Representaría al personaje del amor. Así es el destino. Así es el cine cuando escoge a sus protagonistas. Pero tiene el capricho misterioso de no marcar una fecha. Elige como una ruleta que da vueltas. Al parar, un sólo número será designado.

Ayer en la sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario de la UNAM, vivimos esta entrañable historia que le llevó más de dos años de realización al cineasta. Hizo el guion, editó, fotografió, hizo el sonido, y contó su aventura solitaria con la ayuda técnica de las dos instituciones universitarias para su finalización.

Jaime Ruiz, dio una ofrenda de rosas al cine para ser también un señor de las rosas. Por eso está de vuelta, a base de robarle en amor y cojones, una flor a la vida.

Me da mucho gusto por él. Hace quince años, filmábamos por estos meses de noviembre en Veta Grande, Zacatecas, la ópera prima cinematográfica de Jaime, llamada «La Mitad del Mundo». Una belleza de película.

Ojalá que «El Señor de las Rosas”, pueda verse en muchos festivales. Que estos quijotes, Alfredo y Jaime, puedan cabalgar en romance por muchas ciudades y pueblos, llevando su poema cinematográfico a tantas almas que necesitan sentir el amor enamorado.

Nota: felicidades a «La China», por su brillante trabajo en la asistencia de dirección, y a Mayte Morán, compañera sentimental del viaje de vida de Jaime. Su apoyo, fundamental.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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