Luis Alberto Vázquez Álvarez
La humana historia registra imperios supremacistas invadiendo pueblos débiles, sojuzgándolos para cobrarles tributos, destruyendo libertades y sumarlos a sus ambiciosas posesiones. En la antigüedad destacan Asirios, babilónicos, helénicos y en especial, romanos. Luego vendrían Atila, Gengis Kan y Pedro el Grande. Durante el mercantilismo España, Inglaterra, Portugal, Bélgica y otras naciones europeas, así como Japón. En los últimos 250 años el agresor más sangriento y brutal son los Estados Unidos de América explotador del mundo entero.
Terrible es cuando una nación decide invadir otra, pero criminal es cuando coterráneos de un pueblo débil invitan, alientan y hasta promueven que otra nación invada a la suya, instigan, incitan y hasta apoyan al invasor con medios económicos, falacias propagandistas y justificaciones ideológicas destruyendo la que debiera ser su patria.
México ha sido invadido, por invitación de mexicanos al menos en dos ocasiones y una el invasor recibió apoyo interno:
Al concluir la independencia surgieron dos grupos políticos mexicanos: Borbonistas que soñaban con el regreso de España como avasallador y criollos republicanos. Tras la caída del imperio de Iturbide, los conservadores, con la anuencia y beneplácito de la jerarquía católica mexicana pidieron al reino español que reconquistara la ex Nueva España. En 1829 el brigadier Isidro Barradas salió de Cuba con “La División de Vanguardia”; cuerpo expedicionario que traía más armas que tropas ya que le habían asegurado que miles de mexicanos, hartos de la independencia, se sumarían para luchar por el regreso al imperio. Nadie acudió a apoyar la restauración del virreinato. Santa Anna destrozo a un ejército abandonado por el pueblo mexicano que ni agua les dio.
Caso intermedio en 1847 en plena guerra contra Norteamérica, un grupo de civiles mexicanos denominados los “Polkos” formaron varios regimientos para combatir al gobierno; por sus orígenes sociales, pero sobre todo sus creencias religiosas y políticas chocaban abiertamente con el gobierno liberal de Gómez Farías. Las leyes de desamortización de bienes eclesiásticos de 1847 fueron el pretexto para que grupos conservadores realizaran una revuelta armada que tendría como consecuencia inmediata reducir la resistencia a la invasión estadounidense y la entrada triunfal del ejército gringo en la Ciudad de México en septiembre de 1847. El nombre de estos traidores lo tomaron de James K. Polk presidente americano invasor a nuestra patria.
1857: se instaura la Constitución Liberal que separa la iglesia del estado y retira privilegios al clero y obliga a pagar impuestos a todos que reciben ingresos diversos; así mismo suspende fueros especiales a notables que por siglos se beneficiaron de un estado clasista. Un grupo de conservadores se rebela contra la carta magna e inicia una guerra civil que se conoce como de Reforma o de los tres años (1858 a 1860). Los constitucionalistas ganan dicha conflagración y establecen las “Leyes de Reforma” que sacralizan cementerios, convierten en propiedad nacional los templos y crean el registro civil laico.
Los conservadores derrotados viajaron a Europa, se entrevistaron con los reyes españoles; también acudieron al Vaticano a pedir al Papa que los apoyara amenazando a los liberales de excomunión y luego utilizaron al Santo Padre como propaganda política, pero el pueblo ya no les creía nada de nada. Finalmente piden al emperador francés Napoleón III que envíe un ejército que invada México y nombre a un príncipe rubio que venga a gobernarnos porque el entonces presidente era un indio prieto. Así surge el Imperio de Maximiliano, atraído por mexicanos traidores que perdieron sus privilegios y fueron al extranjero a pedir que desde allá se los restituyeran. El resto es conocido y el cerro de las Campanas en Querétaro guarda el final de esta trágica aventura de los judas a la patria.
Ciertamente la historia no se repite, pero es cíclica y existen momentos que se entrelazan entre lo sucedido y lo presente. Si bien ya no es tan fácil pedir intervenciones armadas, (la geopolítica está muy confrontada) si se crean “Golpes de Estado Blandos” consistentes en utilizar gobiernos conservadores, organismos internacionales ultraderechistas y medios de comunicación que se prestan tanto en el exterior como en el interior para crear burdas falsedades y así lograr una guerra sucia tecnológica buscando incidir en la conciencia popular de que el país está cayéndose a pedazos, que la economía está destruida y en especial que se vive una guerra interna con una inseguridad galopante.
Convencido estoy que hoy en México existen estas similitudes cíclicas.