miércoles 17, septiembre, 2025

Inteligencia Artificial como Política de Estado: EE.UU. ya legisla para dominar el futuro. ¿Y México?

Jorge Torres Bernal

En julio de 2025, la Casa Blanca publicó el America’s AI Action Plan, un documento estructural que establece la política nacional de inteligencia artificial de los Estados Unidos para la segunda mitad de la década. Se trata de una estrategia de ejecución inmediata, respaldada por órdenes ejecutivas (como la EO 14179) y con implicaciones multilaterales, presupuestarias, industriales, regulatorias y militares.

Más que una política sectorial, es un reposicionamiento sistémico del Estado estadounidense frente a una tecnología que no solo transforma procesos, sino que redefine las condiciones del poder, la soberanía y la seguridad internacional.

I. Una estrategia de supremacía

El plan se articula en torno a tres pilares interdependientes:

Aceleración de la innovación en IA, eliminando trabas regulatorias, incentivando modelos abiertos bajo estándares federales, e impulsando adopción sectorial (salud, defensa, educación, manufactura). Despliegue de infraestructura estratégica, que incluye fábricas de semiconductores, centros de datos seguros, nueva capacidad energética, y reconversión masiva del mercado laboral. Proyección internacional de influencia tecnológica, a través de la exportación del stack completo de IA (chips, software, estándares) y el blindaje de cadenas de suministro ante actores como China.

Este no es un documento especulativo. Contiene acciones con cronograma inmediato y coordinación interinstitucional. Define, además, un lenguaje doctrinal: la IA como “imperativo de seguridad nacional” y como “instrumento para restaurar el liderazgo global estadounidense”.

II. Implicaciones geopolíticas: una nueva arquitectura del control

La estrategia implica una militarización blanda de la infraestructura digital, en la que elementos antes considerados neutros —modelos de lenguaje, centros de datos, normas técnicas— son ahora tratados como recursos estratégicos. El documento propone:

Establecer estándares “objetivos” que excluyan referencias a diversidad, desinformación o cambio climático. Crear capacidades forenses para identificar y sancionar el uso de IA con fines maliciosos (deepfakes, manipulación de evidencia). Consolidar una alianza global que adopte el stack tecnológico estadounidense como norma de facto. Monitorear y bloquear la exportación de chips avanzados a países considerados adversarios.

Esto configura un escenario en el que el acceso a la inteligencia artificial de alto rendimiento queda subordinado a criterios geopolíticos y de alineación diplomática. El acceso a la infraestructura cognitiva del futuro dependerá, cada vez más, de pertenecer a un bloque tecnológico específico.

III. América Latina frente a un nuevo orden tecnológico

Para América Latina, el documento implica un desafío profundo: los márgenes de autonomía tecnológica se estrechan. No hay, en el plan, una mención a esquemas multilaterales ni a transferencia de tecnología a economías emergentes. Lo que se plantea es una arquitectura cerrada, en la que Estados Unidos ofrece acceso condicionado a sus plataformas, con expectativas explícitas de alineamiento político.

Quien no se anticipe, quedará sujeto a normas, infraestructuras y narrativas que no definió. Esto incluye la forma en que se administran los datos de salud, los sistemas educativos, la justicia digital o la administración pública.

IV. México ante la bifurcación: dependencia o arquitectura propia

México se encuentra en un punto crítico. El norte del país —por su proximidad geográfica, peso industrial y capacidades técnicas— puede jugar un papel clave en el ecosistema continental de inteligencia artificial. Pero no hay condiciones estructuradas para ello.

México no tiene legislación nacional sobre IA. No hay normas sobre protección de modelos, transparencia algorítmica, interoperabilidad o soberanía de datos. El país destina menos del 0.5% del PIB a ciencia, tecnología e innovación, una cifra incompatible con cualquier aspiración de autonomía tecnológica.

Sin una acción decidida, México corre el riesgo de convertirse en un ensamblador periférico del nuevo orden digital: plataforma industrial sin agencia tecnológica.

V. Hacia una estrategia nacional: cinco líneas inmediatas

Frente a este escenario, es indispensable que el país articule una estrategia nacional de inteligencia artificial como política de Estado. Esto implica:

Legislar una Ley General de Inteligencia Artificial, con enfoque en derechos, soberanía tecnológica, interoperabilidad y evaluación de riesgos. Rediseñar el presupuesto nacional, duplicando progresivamente el porcentaje del PIB destinado a CTI (Ciencia, Tecnología e Innovación). Desarrollar infraestructura crítica soberana: centros de datos federales, estándares nacionales, plataformas públicas interoperables. Construir capacidades institucionales de evaluación y gobernanza algorítmica, dentro del Estado mexicano. Articular un bloque regional de coordinación estratégica, que permita negociar condiciones de acceso, estándares y soberanía digital compartida.

Conclusión: no es un plan sobre IA, es un nuevo mapa del poder.

El America’s AI Action Plan debe leerse como lo que es: una reconfiguración profunda del poder estatal en torno a la inteligencia artificial. Estados Unidos ya no concibe la IA como una herramienta, sino como el terreno mismo donde se juega la seguridad, el comercio, la narrativa y la soberanía.

Si México no actúa, no es que se rezague tecnológicamente: se desarticula estructuralmente frente a un nuevo régimen internacional.

No se trata de resistir. Se trata de comprender y construir. Con agencia, con presupuesto y con visión.

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