lunes 25, noviembre, 2024

Inteligencia Actoral

Raúl Adalid Sainz

Tenía tiempo, desde «Olimpia 68», que no veía una obra de teatro del dramaturgo y director Flavio González Mello.

Fui impulsado al teatro, porque el universo de Flavio, siempre tiene algo urgente que decir. Hay una inteligencia en el creador puesta al servicio de su acontecer social.

Una característica tiene su teatro: lo escribe y lo dirige. Sus mundos conllevan siempre una traducción muy fuerte al mundo de la imagen y las ideas. Es además de dramaturgo y director teatral, realizador cinematográfico y guionista fílmico. Estos universos planteados de vida se reflejan en su reciente trabajo teatral: «La Inteligencia Actoral».

¿Puede un robot, suplir a un actor, y que el público, no lo note? ¿Es un androide capaz de mimetizarse con las emociones humanas? ¿Puede un «remplazante» tener alma?

Interesantes cuestiones que llevan a la honda reflexión al salir del teatro. No pude dejar de recordar la película «Blade Runner», de Ridley Scott. Al plantear la cinta, la presencia de alma en los androides.

¿Escalofriante? Quizá. El avance tecnológico nos lleva a pensar que un día los avances de la robótica, lleven a la creación de un androide con sentimientos, y quizá alma.

¿Un androide puede superar, en el caso de la obra, a un actor? ¿Dejará éste de ser, un elemento imprescindible, en los escenarios teatrales? De hecho, lo es, en muchas manifestaciones cinematográficas. Lo es también en muchos trabajos del mundo civil. Cada día es más frecuente que el usuario trate con una máquina, para resolver sus asuntos de servicios cotidianos.

«Inteligencia Actoral», nos hace pensar, en cómo el hombre se ha mecanizado cada vez más. Su mente responde a condicionamientos impuestos. Se comporta como un ser programado. El actor y el público, elementos primordiales del teatro, no escapan a esta realidad. El actor se ha vuelto repetitivo, no se la juega en sus emociones, se vicia fácilmente, ha roto con la espontaneidad.

No se arroja al vacío. Los estándares de éxito, que lo atraen como canto de sirenas, lo alejan del único reducto que lo hace enfrentarse con su ser: el teatro. El público se conforma con lo que ve y le dan, poco va más allá en sus exigencias. El actor, el público, son androides. La tecnología parece que nos ha devorado. Basta con pensar, el condicionamiento al celular del hombre contemporáneo. Preso de un artefacto. La obra hace crítica a ese respecto. El celular, no lo vemos escénicamente, va pegado al cuerpo de los personajes. Es una función integrada al organismo. ¡Qué horror!

Para mí, esa es la ironía básica que «Inteligencia Actoral», enfatiza, nos hemos robotizado. La ausencia de lo humano campea en libertad por los laberintos sin salida de la vida actual. ¿Hay una salida? La reunión del teatro es una respuesta. Este arte comunitario, nos ofrece, como en esta ocasión lo hace, la oportunidad de reflexionar hacia un tema toral de vida.

Un texto muy contemporáneo. Una propuesta escénica valiosa en dirección, hay un material escénico muy bien organizado y con postura por parte del director, González Mello. Un trabajo conjunto muy valioso por parte de todos los actores: Carlos Aragón, Roberto Beck, Dobrina Cristeva, Diana Sedano, Roberto Rebeil, Verónica de Alba, y Elena del Río; compromiso, entrega y verdad a una idea. Una propuesta espacial y lumínica notable, en la recreación de un teatro y sus entretelones, por Jesús Hernández. Un creativo trabajo de Pilar Boliver en vestuario. Todo el trabajo de producción es notorio en esmero y talento.

Recomiendo ampliamente esta obra. Una lástima que las buenas manifestaciones escénicas se diluyan, hoy en día, como espuma de cerveza. «Inteligencia Actoral», debería tener una larga temporada. Con precios más accesibles, eso sí, para llegar a sectores sociales más amplios. Salir de gira, e ir a la provincia, sitios que tanto necesitan de buenas manifestaciones para reflexionar y sentir.

Hoy, que poco a poco, nos convertimos, sin notarlo, en androides con inmediatos remplazantes. Parafraseando, el que para mí, es el tema a reflexionar, de la nueva obra del inquietante dramaturgo, Flavio González Mello. Una especie de Jorge Ibargüengoitia, crítico e irónico de nuestros días. Plumas tan necesarias para nuestro teatro mexicano.

Quedan tres funciones en el Teatro Helénico. Hoy viernes, 20 horas, sábado y domingo, 19 horas.

¡Felicidades, y gracias, como espectador, a todo el equipo!

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

Compartir en: