martes 12, noviembre, 2024

INFAMIA MAQUIAVÉLICA JUDICIAL

Luis Alberto Vázquez Álvarez

Para Maquiavelo, lo más importante es mantenerse en el poder, aún por encima de la ética, la religión y la virtud. El líder ideal debe poseer dos naturalezas: Humana, para combatir por medio de la razón y las leyes; y también animal, para luchar con fuerza y astucia. Sus modelos serán el zorro y el león, pero al tiempo. Si solo se es león, no se dará cuenta de las trampas. Si solamente zorro, no podrá defenderse contra los lobos. Todo líder debe jugar entre ser bueno y no serlo, de acuerdo con la conveniencia de las circunstancias. La condición humana no permite que este líder (al que Maquiavelo llama “El Príncipe”) sea al mismo tiempo generoso, compasivo, leal, valiente, amable, casto y religioso. Para él, es suficiente huir de los vicios graves que ocasionarían la pérdida del poder.

Los compromisos contraídos deben mantenerse cuando benefician, pero relegarse cuando perjudican. El príncipe debe mostrar cualidades éticas aun cuando no posea ninguna; es decir debe utilizar la máscara de la virtud, aunque obre contra ellas; si carece de cualidades, debe aparentar tenerlas. Puede parecer manso y religioso, aun sin serlo. Para conservar el poder, puede obrar contra su fe y aun contra su religión.

Para Maquiavelo un gobernante no está atado por las normas éticas; deberá preocuparse solamente del poder, debe mantenerse en el poder sin importar los medios a utilizar. Para justificar estos principios debe también tener una visión del ser humano como ingrato, interesado y cobarde. Por todo ello, debe buscar ofender y agredir gravemente a quien se teme. Sin embargo, ser temido no es lo mismo que ser odiado. Literalmente el florentino dice: «¿Es mejor ser amado que temido, o al revés? La respuesta es que sería deseable ser ambas cosas, pero como es difícil que las dos se den al mismo tiempo, es mucho más seguro para un príncipe ser temido que ser amado, en caso de tener que renunciar a una de las dos».

Es alarmante que en nuestro país hayamos vivido esta semana esa ideología maquiavélica en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Es cierto que todos defiendan su parcela de poder político y económico asaltando al erario, pero ¿a cualquier precio? Y peor aún; utilizando métodos que se presumen legales para la perpetuación en su cuota de poder.

Lo que pudimos apreciar con precisión y veracidad en los hechos, fueron los múltiples golpes de infamia de la líder de la SCJN. Precisando: “Infamia” es una conducta o acción que desprestigia a una persona; provoca descrédito y la ubica en condiciones deshonrosas o vergonzosas; incluye comportamientos inmorales y/o desleales.

Pero ¿Por qué le fallaron las argucias maquiavélicas a la presidenta de la SCJN si las ejecutó con precisión? Fácil, porque estas son útiles para un poder unipersonal y ella quiso aplicarlas en uno colegiado, no todos los miembros accedieron sujetarse a su despotismo.

La esencia de dicha actitud consistió en no aceptar las reformas constitucionales sabiendo que ya son ley efectiva, parte de la carta magna, algunas de esas perniciosas propuestas fueron aprobados por la mayoría de los ministros, pero, cuando haciendo gala de sus ardides maquiavélicos quiso manipular las reformas en materia de votación hacía decisiones basadas en la antigua configuración de mayoría (seis votos en lugar de ocho), ahí, hasta sus aliados más fieles le voltearon la votación. Prueba fehaciente de su vil bajeza.

Lo anterior independientemente de utilizar a trabajadores engañándolos con la falacia de que iban a perder sus derechos, envenenándolos con su infamia y manejándolos a su antojo a través de serviles impostores y otorgándoles más de dos meses de vacaciones.

Esta historia si se escribirá, pero exponiendo sus “chicanadas abogansteriles”; sabiendo ella al igual que sus aliados que actuaban mal y prefirieron privilegios espurios que gloria y dignidad, finalmente también eso perdieron porque el pueblo ya sabe la verdad y no les perdonará.

Las mentiras continuarán y también quienes se las crean; lo terrible del máximo tribunal es insistir en su aberración despótica: ”Hay una cosa esencial que distingue a la mentira política: ha de ser efímera para poder ir ajustándose a las circunstancias, para avalar las dos partes en disputa, para adecuarse a todas las personas que ha de deslumbrar”.

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