El creciente escenario de violencia
“La violencia hiere el cuerpo y la mente del que la ejecuta, del que la sufre, de los que lloran, de toda la humanidad. Nos rebaja a todas las personas”. Kathy Reichs
Simón Vargas Aguilar
El 20 de octubre la muerte del Padre Marcelo Pérez conmocionó no sólo a Chiapas sino a todo el país; la preocupación, el miedo y la intranquilidad, pero sobre todo la indignación de una sociedad cada vez más cansada y harta se hicieron presentes a través del grito de justicia que suplicaban sus familiares, amigos y conocidos.
Ninguna muerte es más o menos importante que otra, el dolor y la agonía pueden palparse en el rostro de quienes acuden silenciosos al entierro de alguien querido, eso si se logran recuperar los cuerpos; sin embargo, estoy seguro que el asesinato de los dos pequeños, uno de ellos presuntamente monaguillo, el pasado nueve de noviembre a tan sólo 21 días de lo sucedido en Chiapas nos deja con un desconsuelo que será difícil de olvidar.
De acuerdo con versiones de los testigos, José y Alex, apoyaban a su madre en la realización de la limpieza de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Entabladero, municipio de Espinal en Veracruz, cuando a bordo de una motocicleta, aparentemente dos sujetos los acribillaron justo afuera del recinto.
A pesar de las llamadas en busca de ayuda, Alex perdió la vida en el lugar y aunque José fue trasladado al hospital, horas después también falleció. La Fiscalía General de Veracruz afirmó que los crímenes no quedarán impunes y que incluso ya se había identificado a uno de los agresores. Se ha especulado que el ataque podría estar relacionado con el secuestro de un joven de la misma comunidad del cuál ambos menores fueron testigos.
Es cierto que en situaciones como esta donde la crueldad arriba inesperadamente y agrede a niños o adolescentes, la rabia, el desamparo y la impotencia hacen que las teorías e hipótesis no esperen, sobre todo frente a la aparente ineficacia de las autoridades, y claro surgen preguntas ¿Los menores eran criminales o estuvieron en el lugar y momentos incorrectos? ¿cuántas personas han sido víctimas del destino?, ¿de qué forma proteger a una sociedad cada vez más lacerada por el narcotráfico y el crimen?, porque los afectados, por desgracia, continúan acumulándose.
Es cierto que somos un país mayoritariamente católico y que los líderes religiosos son considerados como aliados para la desarrollo de comunidades y la reconstrucción del tejido social, pero en ocasiones para el crimen organizado también son vistos como adversarios, de acuerdo con el documento: Libertad religiosa y crimen organizado en México publicado por el Observatorio de Libertad Religiosa en América Latina, las amenazas, intimidación y la sumisión por medios violentos son, en diversas circunstancias, las vías utilizadas para limitar las actividades de líderes o grupos religiosos, asegurando así la presencia y “estabilidad” de las actividades criminales en el área.
La consideración de líderes religiosos como sujetos especialmente vulnerables no es algo nuevo, y es que de acuerdo con datos de la institución antes mencionada y del Centro Católico Multimedial (CCM) se han reportado 46 sacerdotes católicos asesinados entre 2010 y lo que va del 2024, e incluso se menciona a México como uno de los países más peligrosos en América Latina para ejercer el sacerdocio.
La violencia continúa imparable, el pasado martes autoridades de Oaxaca confirmaron el homicidio de Rigoberto Martínez, el entrenador de baloncesto de un equipo de niños Triqui el cuál arrasó torneos en 2013, tanto en México como en el extranjero jugando, completamente descalzos.
Con pesar vemos que el sufrimiento pasa inadvertido para los criminales y pareciera que ninguna estrategia o política pública logra detener las olas de violencia que golpean diariamente a nuestro país y que lo han sumido en un escenario cada vez más preocupante.
- Consultor en temas de Seguridad, Inteligencia, Educación, Religión, Justicia, y Política.