Raúl Adalid Sainz
Ayer, presenté en la Cineteca Nacional, la película «Maten al León», de José Estrada. Fue además la oportunidad de recordar a mi admirado actor Ernesto Gómez Cruz, por esta cinta que le valió su primer «Ariel», como mejor actor coprotagónico.
Me di la oportunidad de leer la novela «Maten al León», de Jorge Ibargüengoitia, y poder comparar el original, con la adaptación cinematográfica que hizo José Estrada para su película.
La novela es extraordinaria. Gran calidad en diálogos, precisión narrativa de los ámbitos y situaciones que se presentan. Amén de la gran descripción de los personajes, y un elemento fundamental que marca el estilo de la novela: la ironía descrita por el narrador, en este caso Ibargüengoitia. El humor que rasga en inteligencia satírica la solemnidad.
José Estrada, en su guion y adaptación cinematográfica, es muy respetuoso de la misma. El riesgo estribaba en cómo llevó la literatura a la imagen. En ese sentido el narrar de su película va más allá de lo ilustrativo para descorrer el velo crítico. Las dictaduras en América Latina es el tema. La materia no es nada lejana a México. Sabemos en nuestra historia de sobra al respecto. El largo período en el poder de Porfirio Díaz, y nuestra dictadura perfecta simbolizada por más de ochenta años de gobierno del PRIAN.
Estrada, y su película, así como la novela de Ibargüengoitia alcanzan una contemporaneidad absoluta y universal. Decir que el escritor, estuvo muy contento con el paso de su novela a lo cinematográfico.
La novela está escrita como si fuera un guion o una obra de teatro, es episódica, muy dialogada, brillantemente además, no olvidar que Ibargüengoitia fue anterior a ser novelista, un gran dramaturgo. José Estrada aprovechó estas virtudes (el recordado José Estrada, fue antes de ser cineasta, director de teatro) para llevarlas inteligente y sensiblemente a su película.
Cinta hecha en 1975, y a casi cincuenta años de realizada, la película es de una potencia actual notable. Mención aparte son las notables actuaciones de «Maten al León», el riesgo de la comedia, con alcances de farsa, en la lupa de la cámara es de alto riesgo.
Las actuaciones pueden resultar estrambóticas, o de un humor faciloide. Aquí resaltan el magnífico trabajo de Martha Zamora, y su «Pepita Jiménez», y Guillermo Orea», sensacional en su «Carlitos «, el protagonista David Reinoso, y su dictador «Manuel «. Destacable, en un personaje tipo del héroe galán, Jorge Rivero, cayendo el mismo personaje en lo patético. Muy bien y asumido. Mención aparte, en un personaje de bajo perfil el gran Ernesto Gómez Cruz, y su «Salvador Pereira», ejecutor al compás de «Estrellita», de Manuel Ponce, del dictador.
Gómez Cruz toca el violín, y así lo hace sentir en su interpretación del personaje. Las cualidades de director de teatro, llevadas al cine, por José Estrada, resaltan el buen trabajo actoral de todo el elenco.
Recordé en este comparativo de Ibargüengoitia llevado al cine, una comedia extraordinaria que me encanta: «Estas Ruinas que Ves», de Julián Pastor. Ahí sí, Julián y Jorge Patiño, hicieron una verdadera adaptación cinematográfica de la novela de Ibargüengoitia.
Era lo hilarante en los vicios de carácter de los personajes. Estaba, por supuesto, la esencia de la génesis de Ibargüengoitia. Pero narrada a la Julián Pastor. Mi queridísimo y nunca olvidado Julián me contaba, que cuando la película se estrenó en el «Cine Roble», Ibargüengoitia le reclamó, diciéndole: «Esta no es mi novela», Julián le contestó muy a lo «Pastor», «claro que no, esto es cine, es una versión cinematográfica de tu novela».
La película es extraordinaria. Es una cinta consentida para mí. Inolvidables Fernando Luján, la belleza y talento de Blanca Guerra, la gracia en la ironía conseguida por Guillermo Orea y su «Malagón», el impecable trabajo de Roberto Dumont, de Víctor Junco, Roberto Cobo, Rafael Banquells, la gracia sensual de «Sarita», en Grace Renat, el cinismo de Pedro Armendáriz JR, Jorge Patiño, Adriana Parra, Ariadna Welter, todos maravillosos.
¡Cuánto talento reunido en este escrito! Indudablemente Jorge Ibargüengoitia, era y es, un grandísimo escritor, vigente como él solo, sus letras son un mundo de imágenes arrancadas de la vida, con ese color ácido, muchas veces, de la profundidad inteligente de su ironía.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan