Raúl Adalid Sainz
Hace muchos años fui a actuar al «Teatro Isauro Martínez», de Torreón, al lado del actor Gonzalo Vega. La obra era «Don Juan Tenorio». Mi madre estaba emocionadísima. Al ir a felicitarme al camerino le dije: «¿cómo viste la obra mamá?» Me puso la mano en la mejilla y me dijo con los ojos llenos de lágrimas: «Ay no sé, yo nada más sentía muy bonito de verte; debió de estar muy buena».
Años después, en su ausencia física, aún la busco por los camerinos y espero esa tierna mirada llena de un sólo sentimiento: El amor.
El tiempo pasó, y vino a la ciudad de México, a la última obra donde me vio. Me dijo: «qué lindo es el teatro. Y lo vives amándolo». Mi esposa Elvira me dijo que se había dormido en gran parte de la obra. Tenía apnea del sueño. Lo extraño es que llegó a relatarme la anécdota con sus ojos.
¿Qué ven las madres buenas en sus hijos actores? Sólo ellas lo saben. Sufren cuando su hijo actor no tiene trabajo, y se alegran mucho cuando el vástago se realiza en un escenario. Saben que su actor es feliz en esa patria llamada la ficción. Esa era la historia con mi madre.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan