domingo 13, julio, 2025

Había una vez un teatro en Torreón

Raúl Adalid Sainz

Ese teatrito como cajita de juguetes donde salen los misterios. Su nombre original: «Teatro Mayrán», hoy «Teatro Garibay»; en recuerdo a su fundador el Doctor Alfonso Garibay Fernández.

En este teatro se formaron actores, escenógrafos, directores, tramoyistas, iluminadores, muchos de ellos hicieron del arte dramático una profesión en la ciudad de México; gentes como: Carlos Cardan QEPD, Sonia Salum, Humberto Zurita, Virginia Valdivieso QEPD, Francisco Echávarri QEPD, Rogelio Luévano QEPD, Jorge Méndez QEPD, José Méndez (escenógrafo) QEPD, Roque Méndez QEPD, Jorge Ávalos, Elvira Richards, Fernando Banda, Jorge de los Reyes, Raúl Méndez, José Juan Meraz, Sebastián Liera, Eduardo Iduñate, Héctor Kotsifakis, Sandra Sánchez Cantú, Edgar Valadez, y éste que hoy escribe (Perdón mil veces si alguien escapa a mi memoria).

Sin olvidar a tantos gozantes amateurs que encontraron en este teatro una pasión que daba sentido vital a su existencia. Un público lagunero que encontró en esas obras locales un modo de ver reflejada la vida. Esos espectadores llenaban la sala. Amaban a esos actores.

Era otro Torreón, definitivamente. Romántico. Estaba en formación. Era de una espontaneidad maravillosa. La gente del arte teatral de México cuando iba a ese teatro lagunero se maravillaba de los deseos tan fuertes y naturales de vivir la vida, el teatro, por parte de esos laguneros practicantes. Se sorprendían que el teatro amateur tuviera tanto público: «Torreón es teatro», decían con sorpresa manifiesta.

Hoy no sé qué sea de este querido lugar. Sé de su reapertura, pero… ¿Está atendido? ¿Se dan obras de teatro? Espero que sí. Mucha gente en Torreón, en La Laguna, ignora su existencia. Algo deberá implementar la gente responsable del departamento de cultura para darlo a conocer con actividades cotidianas.

Ojalá se haga conciencia del valor de un teatro en tiempos en que poco se da cabida a la inteligencia, a la sensibilidad, a la confrontación de la vida para analizarla, para transformarla, para hacernos mejores seres humanos. Seres útiles con conciencia colectiva. Despojados del salvaje egoísmo.

Esa es la función social de un teatro dentro de una comunidad. El teatro es la escuela de la ciudadanía decía Moliere. El lugar donde el hombre ve la confrontación, el espejo de quién es. Algo mucho más que una simple diversión; a eso debe apelar el quehacer teatral, y una sociedad y sus autoridades deben ser conscientes de ello.

El teatro no es un lujo es el antídoto urgente contra la barbarie.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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