(Dedicado a todos los dramaturgos con los que he jugado como actor, el juego teatral)
Raúl Adalid Sainz
La memoria del actor es una casa donde habitan fugitivas palabras.
Hace poco en un reciente ayer fue la voz crítica y de fuerza de Lilllan Hellman, antes la áspera ironía jocosa de Cutberto López y un Lope de Vega por un canto en «Fuenteovejuna».
Mañana es Shakespeare, o Carballido, o Michel Marc Bouchard, o Paddy Chayefsky en «Network».
Tantas palabras han albergado mi casa que muchas veces me pregunto: ¿quién soy? ¿Yo, o sus palabras?
Soy esa dualidad que habito contento en llamas de tanta satisfacción y tanto teatro.
Soy Shakespeare, Hellman, Chayefsky, Bouchard, López, Lope, José Ramón Enríquez, Luis De Tavira, Rascón Banda, González Mello, Weinstock, Olguín, Carriere, Dennis, Koltés, Fo, Slade, Tierney-Keogh, Hilling, González Caballero, Calderón De la Barca, García Lorca, José Martí, Novo, Trabulse, Magdaleno, Sófocles, Fernández de Lizardi, Tennessee Williams, Jairo Aníbal Niño, Arthur Miller, Katzanzakis, Moliere, Wedekind, Juan Tovar, Sergio Avilés, Zorrilla, Rulfo, Hitchcock, Cervantes, tantos…de inmensos tantos.
Sí, mi memoria ha dado albergue y ha sido hostelera de muchas bondades literarias, ellas me han dado vida mientras habitaron mi presencia.
¡Gracias señores dramaturgos, gracias a todas sus palabras, ellas han sido equipaje de este viaje que es y sigue siendo interminable!
¡Soy ustedes, ustedes en mucho, son lo que soy!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan