Los esperamos. VIVA LA VIDA, VIVA EL TEATRO. «PICNIC»
Raúl Adalid Sainz
El encabezado de este escrito simboliza lo que es el teatro para los productores, gestores culturales, actores, directores, dramaturgos, Alberto Estrella y Víctor Carpintero. Quienes nos presentan en su espacio de «El Círculo Teatral», su nueva propuesta: «Pic nic» de Fernando Arrabal.
¿Qué es «Pic nic»? Es ese grito ahogado por el feroz rugido de una ametralladora. Por el zumbido atroz y acojonante de un avión regando metralla, es el insulto a la razón, al sinsentido del hombre por el absurdo de matarse a sí mismo en una guerra.
Dicho así en letras parece fácil, ahora traduce lo anterior a lo escénico. Ese es el reto grande. Marta Luna, lo hace, y lleva el lenguaje de esta obra a su correspondiente espacio del teatro. Significando el hecho de protesta en una dirección impecable.
La obra de Fernando Arrabal, dramaturgo español, inserta su literatura dramática en la corriente teatral llamada del absurdo. Movimiento surgido después de la segunda guerra mundial y que enfatizaba en sus distintas manifestaciones artísticas, el sinsentido del vivir del hombre. Su búsqueda infructuosa de ser perdido en la nada.
Arrabal escribe distintas versiones (tratamientos) de «Picnic», durante diez años. Es una protesta a la inclemente guerra civil española.
En la puesta que viví en «El Círculo Teatral», este absurdo atroz de vida de la guerra se manifestaba fehacientemente. Marta Luna, organizó perfectamente su material, para traducir brillantemente el texto de Arrabal. Jugando con el espectador, provocando atmósferas de incertidumbre, asombro, risa absurda, posición crítica, miedo, tristeza y dolor.
Elige inteligentemente el distanciamiento brechtiano para que como espectadores tomemos una posición pensante al hecho observado. Toma elementos del cabaret alemán, de las obras de Brecht, para narrarnos en humor, por medio del baile y canciones, y dar apuntes críticos de una situación, logrando un efecto concientizador en el espectador.
El montaje guarda un estilo (una unidad de medida) en actuaciones y tono de dirección. Marta vuelve a sus grandes momentos que le vi en obras como: «Traición», de Pinter, «El Tranvía Llamado Deseo», de Williams, «La Fiera del Ajusco», de Rascón Banda, o aquel delirante montaje de «Otelo», de William Shakespeare.
El trabajo actoral de los cuatro intérpretes principales (Alberto Estrella, Víctor Carpintero, David Hevia, Aine Martelli) es muy de destacarse. Los cuatro se integran en una gran labor de conjunto, y guardan una espléndida ejecución de comprensión y exposición verosímil del alma de sus personajes. Faena difícil dentro de una situación absurda de vida.
Pero para ellos, en su desarrollo actoral, es completamente viva y seria. El fantasma de la sobre actuación estará al acecho en este tipo de expresión teatral. Bien los chicos Erick Jiménez, y Montserrat Ponce en su ejecución crítica del hecho escénico. Al igual que la labor interpretativa de Alonso Burgos en el piano. Un personaje más.
Un trabajo conjunto impecable y brillante lo logrado en esta obra. La guerra es un símbolo de grito, como una de las imágenes que vemos durante el desarrollo de la obra, en la pared de fondo del teatro, imagen de horror, como un eco que circunda la oscura caverna del actuar del hombre. La reconciliación de los bandos, celebrada en un paso doble, es rota por la insensatez, la muerte acaba con el posible arrebato alegre de la paz. Nosotros como público, quedamos en el suspenso atroz de no saber dónde vivimos. Qué hacer ante el horror. Por desgracia no necesitamos ir a las trincheras, el terror se vive en el cotidiano de las ciudades mismas. En la miseria del egoísmo del actuar humano.
Al teatro debemos celebrarlo cuando es inteligente, cuando nos traduce la vida, como una posibilidad de significar lo que cuesta significar.
La cita con el teatro es en «El Círculo Teatral». Y a ritmo de paso doble: yo bailo y lo canto: ¡Qué viva el teatro!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan