Raúl Adalid Sainz
Hace unos días me enteré que Gerardo Zatarain festejó 44 años de sacerdocio.
Las fechas, los años que se celebran son gratitud para iluminar un porvenir.
En el caso de Gerardo sus múltiples acciones son luz que han sido consuelo y motivo de ejemplo a seguir para muchos. Su palabra ha llegado al corazón de multitudes. Su andar entre las patas de los caballos ha redimido a tantos del camino de la incertidumbre y el dolor.
Un día, cuando yo trabajaba en TV Azteca Laguna, un compañero, gran camarógrafo, por cierto, me dijo que su conversión se la debía al «Zata», así era conocido por muchos el padre Zatarain. Aquel compañero fue conminado por Gerardo a librarse de la enfermedad de la droga. Muchos muchachos, principalmente de los barrios bravos fueron conducidos a un mundo de sana luz por Gerardo.
Yo lo conocí por referencias, primero. Una gran mujer que ayudaba a mi madre, «Conchita», me contaba de sus misas en San Juanito, allá en la Colonia San Joaquín de la ciudad de Torreón. Me llamaba la atención que aquel cura le hablaba a la gente, a la raza, en su idioma, en su caló cotidiano. » Nos llega al alma», me decía Conchita. Lo conocí personalmente en su templo de San Juanito. Y digo su templo, porque aquella iglesia era como la casa de Gerardo. En una ocasión a iniciativa de Gerardo, «La Camerata de Coahuila», tocó en el templo. Los feligreses de San Joaquín que fueron a esa fiesta del espíritu estaban felices, en una cándida comunión con la música. Recuerdo que me acerqué a él y lo felicité. Eran los tiempos en que Gerardo era capellán del querido Santos Laguna. Así que ese hecho nos hizo también conectarnos emotivamente.
A los pocos años mi quehacer de teatro me hizo pedir a Gerardo el auditorio de la iglesia de San Juanito. Estaba ejerciendo labor de llevar teatro a las colonias populares. La obra teatral, » El Medio Pelo», de González Caballero, que dirigía, se presentó en San Joaquín con la ayuda de Gerardo. Un impulsor entusiasta. Aún lo recuerdo conminando al espectador a poner atención a la obra. La reacción y atención del público fue inolvidable. Su aplauso un bálsamo para todos los actores de aquel montaje.
Al poco tiempo me casé en La Laguna, con la que hoy es mi compañera, Elvira Richards. Gerardo Zatarain fue el sacerdote que nos casó. Aún recuerdo su entusiasmo en la ceremonia, su viva palabra y accionar de sacerdote. Él era un instrumento de transmisión de fe. Recuerdo que en su homilía por el sagrado matrimonio, me dijo: «Ahora sí Raúl, te va tocar hacer el papel más difícil que has interpretado, tendrás que representar a Cristo en el matrimonio». Qué bonito. Y qué responsabilidad me dejaste Gerardo. Te confieso que el paquete no es nada fácil. Muchas veces he fallado.
Gracias por ese día de julio matrimonial que nos brindaste. En esa tarde, calurosísima por cierto, en la iglesia de la Colonia Los Ángeles.
Hablar de Gerardo sería extenso. Sus misas de noche buena y año nuevo me son entrañables. Gerardo canta, vive la palabra del señor hondamente, hace de la misa un evento pleno; una fiesta donde Jesús acude. Él sabe convocarlo porque lo llama desde nuestros corazones. Nosotros lo convocamos.
Queda el recuerdo vivo, vivísimo, de lo que Gerardo Zatarain es para nosotros. La Comarca Lagunera baila, canta, aplaude, porque Gerardo celebra 44 años de convocar al Señor para nosotros.
¡Que Dios te bendiga y cuide siempre querido amigo Gerardo!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan.
Pd: El día de ayer, veintitantos de agosto, me entero de tu adiós Gerardo. Que la luz de tus ojos, de enorme carisma, siga brillando en todos los infinitos. Que todos los santos guerreros de tu fútbol sigan refulgiendo en el firmamento de tu estrella.
!Adiós, querido amigo!