(Cómo nace un cineasta)
Raúl Adalid Sainz
Un cineasta nace absorbiendo la vida. Transformando sus vivencias en imágenes. Conservando celosamente en la memoria, la materia viva, ésta se transformará cuando vuelva a reinventarse en el presente.
Este viaje maravilloso lo vivimos como espectadores, de la mano de la entrañable y honda película llamada: «Fue la Mano de Dios», de Paolo Sorrentino.
Un periplo a la memoria del director sucedida en la isla de Nápoles. Al inicio de la película, la cámara avanza por el mar, hasta llegar a Nápoles. La cámara es como un lazarillo que guiará al inerte ciego espectador por el mundo de recuerdos del cineasta. Al presentarlos, el público abrirá los ojos y los sentidos por ese pedazo de vida sincero que comienza a vivir. Es el mundo de la adolescencia que conforma a un futuro artista que se volverá cineasta.
El galardonado director Paolo Sorrentino («La Gran Belleza», «El Nuevo Papa»), vuelve después de muchos años de ausencia a su origen. Va con la misión de hacer un viaje iniciático que exorcice quizá los recuerdos como un alivio. Va quizá a entender su vida. A los cincuenta y tantos años, al ser humano, no a todos, nos da por reinventar la vida guiados por la memoria.
Sorrentino compone una sinfonía con un principio (los recuerdos de su familia, y en especial los de su musa inspiratoria: su tía Patrizia) un medio, su correr de vida y preocupaciones, y un final con su resolución de irse a Roma y ser cineasta. Lo interesante es cómo el realizador cuenta su historia. Su talento estriba en cómo organiza su material y su maestría para narrarlo cinematográficamente.
Por momentos uno siente el tono narrativo de Fellini, con situaciones y personajes estrambóticos para recrear la vida a rememorar. Por momentos yo recordé «Los Inútiles», esa maravillosa recreación de Fellini a su pueblo y a su decisión de ser alguien tomando la valentía de salir de él. Pero esto sólo es una sordina lejana. Sorrentino toma su propio vuelo. La película recuerda a «Roma», de Alfonso Cuarón, en su aspecto de ir a la memoria y componer una realidad personal.
He de confesar que pensé, por el título, que iba a ver una película de futbol, y en especial de Maradona. Mi sorpresa fue grande al verme envuelto en otra realidad. Diego Armando, está presente como un canto de realidad ochentero, que puso a Nápoles en el mapa mundial futbolero, al firmar el astro argentino con el club napolitano. Este hecho está presente en la cinta.
Maradona es el primer artista inspiratorio en el personaje de «Fabio» (alter ego del director Sorrentino), una especie de Dios para el muchacho, que siente lo que es el arte al ver jugar a este ser iluminado con un balón. En plena celebración del campeonato del Napoli, «Fabio» ha tomado una decisión fundamental: contar historias por medio de la cámara, ser cineasta. Su escape a Roma es una fuga del dolor personal, es un acto de sublimación. Fue la mano de Dios la que salva a «Fabio» de la muerte. Ustedes sabrán por qué al ver la cinta.
El guion de Sorrentino es maravilloso. No es sólo un narrar recuerdos, es la hondura a presentar la vida desnuda, con arte e imaginación, y traer como consecuencia la identificación del espectador. En mi caso yo me dije al verla: «Es mi vida». Como a mí me sucedió le habrá pasado a muchos. Cuando las cosas se cuentan con verdad absoluta surge la empatía. Cada quien compone lo observado en propio. El total comunicativo entre emisor y receptor.
Todos los personajes de esta película son un mundo en sí mismos. Magníficamente bien construidos. La cámara es un acompañante que señala ventanas abiertas de los acontecimientos y del alma de los personajes. Una película que de las costumbres de vida de un lugar, hace un universo.
Las actuaciones son estupendas. Verosímiles. Sus pensamientos los capta la cámara y nos señalan la vida.
Paolo Sorrentino comunica fe en la vida. Sueños. Confianza en ser alguien. Aliviarse del dolor y no desmoronarnos. Salir de la mediocridad, diciéndonos la verdad, y paladear el festín de ser, viviendo. La creencia en la locura de alcanzar lo que se cree inalcanzable.
Excelente y entrañable película. Nominada a mejor película extranjera para los Óscares 2022. Esto sólo es un plus. La película es mucho más que eso. Es ese cine italiano que ya extrañaba. Ese de la luz de Fellini y Tornatore, de los hermanos Taviani, de De Sica, de Visconti, Pasolini, Rossellini, Scola, y Antonioni.
Dejo esta estela cinematográfica, y me voy con mi cámara cinematográfica de recuerdos, a perderme para cerrar el año en una de esas calles napolitanas, o tratando de irme de juerga a Capri para esperar las sorpresas del 2022.
A quien le guste la aventura, la imaginación, y el buen cine, les digo: véanla, Netflix la tiene.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan