El capitalismo produce catástrofes, no sólo ecológicas o sociales, sino también mentales
Salvador Hernández Vélez
Byung-Chul Han, en uno de sus libros más recientes, “Capitalismo y pulsión de muerte”, dice que el “crecimiento” es en realidad la consecuencia de un aumento excesivo de tumores que destruyen el organismo social. Ahí está la pandemia del COVID-19, el cambio climático, los nuevos esquemas de pensiones individualizados, el incremento por el consumo de drogas sintéticas, las amenazas de otras pandemias por la mala relación que tenemos con la naturaleza, el incremento acelerado de los problemas de salud mental, de los suicidios, entre otros muchos. Estos tumores metastatizan, esto es, se propagan a gran velocidad a otras partes del cuerpo social y lo inundan con una fuerza mortal. Por tanto, este crecimiento es destructivo.
Estos efectos devastadores del capitalismo no son nada alentadores. Además, si le sumamos que ya somos 8 mil millones de terrícolas, que provocan grandes flujos migratorios, porque en sus propios países las alternativas de desarrollo y de bienestar escasean, y que los procesos de automatización, con el desarrollo de la Inteligencia Artificial, le pegan en el mero corazón al empleo, lo que agrava más la situación tan terrible que vivimos en el mundo, en ésta época neoliberal y globalizada. Este libro reúne 14 artículos y 2 conversaciones de Byung-Chul Han acerca de la expansión del capitalismo y sus consecuencias.
A partir de que el hombre está dominado en última instancia por sus instintos, dice Byung que Freud podría haber afirmado que el capitalismo representa aquella forma económica en la que el hombre puede desfogar mejor su agresividad como bestia salvaje. Freud explica la agresividad en función de esta pulsión de muerte.
Byung se pregunta, ¿qué fuerza al capitalismo a acumular a tontas y a locas? Aquí entra en consideración la muerte. La acumulación de poder para matar genera una sensación de crecimiento de fuerza, de poder, de invulnerabilidad y de inmortalidad. Sus imperativos de acumulación y de crecimiento surgen en vista de la amenaza de muerte. Ahí está el ejemplo de la guerra de Ucrania.
Por otra parte, en este pequeño texto, Han se pregunta:
¿Por qué hoy no es posible ninguna revolución a pesar de la desigualdad cada vez mayor entre ricos y pobres? Byung sostiene que para explicarlo es necesario entender con más precisión cómo funcionan hoy el poder y el gobierno. El poder, para mantener el sistema de la sociedad disciplinaria e industrial, era represivo. El sistema de gobierno neoliberal tiene una estructura totalmente distinta. El poder que mantiene el sistema no es represivo, sino seductor, es decir, tentador. No es tan visible como en el régimen disciplinario. No se tiene enfrente ninguna instancia concreta, ningún enemigo que oprima la libertad y contra el que fuera posible oponer una resistencia. Y agrega: El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en un empresario libre, en un empresario de sí mismo. Hoy todo el mundo es un empleado autoexplotado del empresario que él mismo es. Todo el mundo es señor y siervo en una misma persona. El régimen neoliberal en lugar de oprimir la libertad, la utiliza.
Otro tema que trata es el del big data, nos plantea que anuncia el fin del libre albedrío. La interconexión digital hace posible evaluar por completo a una persona y esclarecer hasta el fondo su psique. La valoración económica de una persona contradice la idea de la dignidad humana. Ninguna persona debería ser degradada al objeto de valoración algorítmica. Una sociedad que, en nombre de la seguridad, somete todo al control y a la vigilancia, degenera en totalitarismo. Según Han, en vista de la amenaza del totalitarismo digital, el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, señaló recientemente la urgente necesidad de redactar una Declaración de Derechos Fundamentales para la época digital.
Por lo que, actualmente son necesarios planteamientos nuevos y radicales para evitar el totalitarismo de los datos. La nueva dominación no nos impone ningún silencio. Más bien nos incita permanentemente a comunicar, a compartir, a transmitir nuestras opiniones, necesidades, deseos y preferencias, e incluso a contar nuestra vida, a desnudarnos. Por eso hoy es necesario crear nuevos ámbitos vitales, e incluso desarrollar nuevas formas de vida que se opongan a la explotación comercial total de la vida humana.
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