domingo 7, septiembre, 2025

FRACTALIDADES

‘El Gallito’: la historia de un hombre que no se raja

No sabe leer ni escribir. Quizá eso hizo que desde niño fuera muy acomedido, le gustaba hacer mandados. Siempre ha sido muy noble

Salvador Hernández Vélez

Bernardo Luévanos Hernández, “El Gallito”, llegó a este mundo el 16 de abril de 1979 en Viesca. Desde su nacimiento la vida no le ha sido fácil, sin embargo, él la ha enfrentado con determinación y nunca se ha preguntado “el porqué”. Siempre ha tenido claridad en el “para qué”: para vivir la vida que Dios le dio.

“El Gallito” nació con una malformación congénita (labio leporino), por lo que, para sobrevivir, lo alimentaban dándole leche a cucharaditas. Esta abertura sobre el labio superior afecta la ingesta de alimentos, daña el habla, estropea el crecimiento de los dientes y perjudica el desarrollo de los oídos. De pequeño, a “El Gallito” le hicieron una cirugía para que pudiera enfrentar la vida en mejores condiciones, pero como a la par se enfermó su mamá, provocándole la muerte. La grave situación ya no le permitió que le hicieran las siguientes intervenciones, pues estas cirugías deben hacerse a una edad temprana.

Después de la primera cirugía del labio, “El Gallito” logró hablar un poco, aunque con dificultad. Cuando le preguntaban cuál era su nombre, contestaba “Nayo”, pero la gente entendía “gallo”, por eso desde pequeño le apodaron de cariño “El Gallito”. Es hijo de José Luévanos Muñoz y de Hilda Hernández Vélez. Sus hermanos son Elizabeth, José Juan y Jesús, quien nació en diciembre de 1982 y después de ese parto falleció su mamá, en marzo de 1983. “El Gallito” apenas tenía 4 años. La vida, tanto para “El Gallito” como para sus hermanos, fue totalmente otra.

Al quedar huérfanos, la abuela materna, Guadalupe Vélez, se hizo cargo de sus nietos, pero ellos añoraban su casa. Jesús, el hermano menor, se crió con su abuelita en Viesca, y los demás se fueron a vivir al ejido la Perla de Torreón con su papá. Después José Juan se enfermó y se lo llevaron a vivir con su abuela.

Conforme fue creciendo, cada vez era más evidente la dificultad del lenguaje de “El Gallito”, a quien no se le entendía lo que expresaba. Por ello, sus familiares decidieron no inscribirlo en la escuela. No sabe leer ni escribir. Quizá eso hizo que desde niño fuera muy acomedido y le gustaba hacer mandados. Siempre ha sido muy noble. Amaba jugar a los carritos. De joven trabajó en la construcción en el estado de Chihuahua con los Sosa.

Siempre ha mostrado disposición a trabajar. Cuando lo enviaban a los mandados, en una boleta le anotaban lo que iba a comprar para que le entendieran. Pero si no le daban el cambio completo, lo reclamaba. En su paso por Piedras Negras se desempeñó en la industria de la construcción, pues es muy hábil para acomodar las herramientas. También aprendió mecánica cuando se desempeñó como ayudante en un taller en el barrio de la Tapatía. Por eso, si se descompone un vehículo, sabe valorar el daño. Si puede, lo arregla; si no, lo manda con otro mecánico.

Es muy trabajador y ordenado, le gusta tener limpio el patio de su casa. Cuando no tiene trabajo, con el azadón al hombro va por las calles ofreciendo sus servicios, o corta leña y prepara un chabete (horno para hacer carbón de leña de mezquite), eso lo aprendió viendo cómo lo hacía su papá. Es muy inquieto y para no quedarse en su casa pasea por las calles del pueblo en su bicicleta y va saludando a su manera.

Su vida no ha sido fácil, en una ocasión se cortó fuerte en la mano y siguió trabajando para sacar el chivo. Si no hay de otra, se ofrece en la tienda del “güero” para ayudarle a descargar mercancía o acomodar la tienda. Platica que le tocó ver pasar el agua de regadío por la acequia de la galera y que ahí se divertía con sus hermanos. Recuerda muchas de sus aventuras: que se subía en un mezquite y hacía su propio tobogán. Le gustaba nadar en esa acequia. Cuando no lo encontraban, ya sabían que allá andaba.

En la administración municipal pasada laboró como trabajador público, lo enviaban a diferentes lugares como mensajero y le tocó apoyar en la última contingencia provocada por la llegada a las inmediaciones de Viesca de las aguas broncas del río Aguanaval. También, últimamente, trabajó en el departamento de limpieza, pero se enfermó de los intestinos y tuvo que ser sometido a dos cirugías. Estuvo muy delicado, no obstante, se aferró a la vida, como desde pequeño lo ha hecho. Ahora que se recuperó ofrece sus servicios de jardinero y mandadero, o lo que se ofrezca, lo importante es sacar el chivo para hacerle frente a la vida y sobrevivir.

jshv0851@gmail.com

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