viernes 1, agosto, 2025

FRACTALIDADES

Viesca: De chofer a empresario, la historia de don Alfredo Sandoval

Cuando iba a comprar el material de limpieza a Torreón, prestaba atención en la elaboración de escobas. Luego él fabricó su propia máquina para hacerlas con la espiga que cosechaba

Salvador Hernández Vélez

Don Alfredo Sandoval Hernández llegó con su familia a Viesca cuando era niño. Él nació en tierras semidesérticas el 1 de abril de 1929, es oriundo de San Juan de Guadalupe, Durango. Municipio que colinda con Viesca y forma parte de La Laguna. Sus papás fueron Tomasita Hernández Luna y Julio Sandoval Alonso –descendiente de español–, quienes construyeron un hogar con doce hijos. Don Alfredo fue el quinto hijo. Aún sobreviven sus hermanas menores: Julia, Raquel y María.

Alfredo era de complexión delgada, alto y de tez clara. Siempre estaba sonriente. Solía usar sombrero como rasgo distintivo de su vestimenta. Desde pequeño fue muy inquieto y trabajador; le gustaba explorar los alrededores de Viesca. También le gustaba la siembra de maíz, frijol, sorgo, espiga y cuidar de las chivas y vacas de la familia. Sus padres le enseñaron esos menesteres desde que era chaval.

Si bien el campo le encantaba, su pasatiempo favorito eran los libros. Leer lo convirtió en un niño muy versado y conocedor; de hecho, en la primaria siempre ocupó los primeros lugares, siendo el más destacado entre sus compañeros de salón. Al finalizar la primaria, en la Escuela Andrés S. Viesca, se fue a estudiar la secundaria a Torreón, en donde cursó hasta segundo año.

Recordaba que cuando llegó a Viesca se sorprendió por los manantiales que brotaban en el pueblo, para él era un espectáculo maravilloso. Le causó tanto impacto que recordaba detalles como la calle que negreaba por la humedad y la tierra que cambiaba de color. La comunidad donde nació se sustentaba en la minería y contaba con poca agua a pesar de estar a las orillas del río Aguanaval, que en aquel tiempo todavía contaba con grandes avenidas de aguas broncas en las épocas de lluvias, pues no le habían construido las presas que hoy existen en los estados de Zacatecas y Durango.

De joven aprendió el quehacer de chofer de camión, oficio en el que se desempeñó gran parte de su vida. Con el tiempo se dedicó a transportar carbón de mezquite de los poblados vecinos de Zacatecas. El camión le pertenecía a un señor de Torreón. En esos viajes conoció a la joven Paula Jaramillo Rangel, del poblado de Apizolaya, municipio de Mazapil, Zacatecas. Se casaron y se establecieron en Viesca, en el barrio Paso del Águila. Juntos procrearon ocho hijos.

Cuando la fábrica de sal (SULVISA) inició sus actividades, don Alfredo fue contratado como chofer. Le encargaban hacer las compras de los utensilios y algunos insumos que se requerían en la planta. A diario se trasladaba a Torreón y a donde se lo indicaran.

Los jueves se encargaba de transportar la nómina de los trabajadores y los empleados. Cada fin de año llevaba el aguinaldo en pequeños costales de lona. Nunca sufrió robos en sus viajes, muestra de que eran tiempos de mucha seguridad y confianza. No había delincuencia. En SULVISA le tenían mucho respeto por su honestidad y trabajo.

A la par de su trabajo de chofer, criaba su ganado y cultivaba su sembradío de espiga. Cuando iba a comprar el material de limpieza a Torreón, prestaba atención en la elaboración de escobas. Luego él fabricó su propia máquina para hacerlas con la espiga que cosechaba, así se convirtió en uno de los proveedores de SULVISA, de las escuelas primarias, la presidencia municipal y del público en general. En el negocio de las escobas también participaban sus hijos.

Don Alfredo y su esposa Paula fueron un gran ejemplo de altruismo en el pueblo: siempre acogieron en su casa a jóvenes de los ejidos que acudían a estudiar la secundaria, brindándoles alimentos y cuidados. Permanentemente les inculcaron a sus hijos, y a los jóvenes que albergaban en su casa, que el estudio es el éxito para salir adelante, pues con una carrera profesional podrían hacerle mejor frente a la vida que les tocara más adelante. Incluso había personas del rumbo de Mazapil que iban a consulta con el médico del pueblo, y llegaban con ellos, porque siempre fueron bien recibidas, particularmente las mujeres en fase de parto, quienes eran atendidas por doña Adelita Vélez, la partera del pueblo.

En temporada de rosarios, en la casa de los Sandoval Jaramillo nunca faltaban los tamales y el café de olla, y a los niños les tocaba su tradicional bolo.

Don Alfredo murió el 28 de junio del 2008, fue sepultado en el panteón municipal del Refugio, sus vecinos y parientes lo recuerdan con mucho cariño.

jshv0851@gmail.com

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