sábado 12, julio, 2025

FRACTALIDADES

Viesca: Don Tomás, el de la danza de caballitos

La fe ha sido un refugio espiritual para don Tomás, quien ha vivido cosas difíciles en el mundo material

Salvador Hernández Vélez

En Viesca, durante las fiestas religiosas patronales, hay tres diferentes danzas: la de matachines, la de plumas y la de caballitos. Esta última es una especie de danza de conquista, en la que los danzantes van “montados” en unas estructuras de madera en forma de caballos. En cierta forma, representa la lucha de los moros contra los cristianos. El santo patrón de este pueblo lagunero es San Santiago Apóstol, por eso el capitán de la danza de caballitos lo representa. Se considera que San Santiago difundió el cristianismo en Occidente y particularmente predicó en Hispania, lo que condujo a la expulsión de los moros de España. Una característica significativa es que el jefe de los caballitos, que representa a Santiago Apóstol, porta vestimenta blanca. Representa al guía y por eso lleva la espada en la mano.

Don Tomás Aguirre Díaz, el de la danza de caballitos, nació el 9 de diciembre de 1949. Su papá fue Isabel Aguirre Juárez y su mamá, María de los Ángeles Favela Castro; viesquenses que se dedicaban a la siembra y a la crianza de animales. La labranza la hacían con arados que tiraban con mulas. Desde niño, don Tomás acudía a los ensayos de la danza. El señor Sóstenes Adriano era quien dirigía los ensayos, además les enseñaba a cortar las varas de mimbre y de granado para formar el huacal del caballo para forrarlo con la tela de su preferencia. Luego le agregaban chaquiras, espejos y lentejuelas. El señor Sóstenes les platicaba que a él le habían dejado encargado a Santiago Apóstol y que ya les tocaría a ellos.

La festividad de Santiago Apóstol anuncia la llegada de la feria del pueblo, donde para contar con recursos juntaban mezquite para venderlo. Con ello tenían para pasearse en los jueguitos y para comprar la tela para hacer el caballito. Los niños danzantes conseguían sus propios recursos trabajando para comprar los materiales que requerían para la construcción de su caballito. A la vez, antes de iniciar las festividades, juntaban leña para la preparación de la reliquia. A la muerte de don Sóstenes, la familia de don Tomás quedó con la devoción y la manda. La imagen de Santiago Apóstol y el nicho original lo tienen en casa de los papás de don Tomás; en la víspera de Santiago Apóstol le rezan, danzan y ofrecen atole y roscas. El 25 de julio es la fiesta.

La fe ha sido un refugio espiritual para don Tomás, quien ha vivido cosas difíciles en el mundo material. Estudió hasta segundo año de primaria. Después se dedicó a ayudar a su papá en el cuidado de las mulas y caballos, así como en la siembra de temporal. También trabajó en las salinas encostalando sal, que luego trasladaban a la bodega de la estación del ferrocarril. En ese tiempo compró su primera bicicleta. Recuerda que transportaban la sal en la troca “la Chata”.

En las salinas hacían pozos para obtener la sal y también la extraían de los pozos antiguos. Éstos los excavaban en forma de una pila rectangular y en el fondo de ellos brotaba agua salina. Entonces, dejaban que transcurriera un mes, para que cuajara el agua y en el fondo se concentrara la sal en grano. Para poder extraerla, se introducían en los pozos en pantalones cortos y descalzos. Juntaban la sal con un rastrillo fabricado con madera, la colocaban afuera del pozo en tres partes, que llamaban campos. Esperaban a que endureciera en cada campo para proceder a su traslado en la troca, la cual llegó a manejar don Tomás.

Cuando se les agotaba la sal en la bodega, regresaban por la sal que se les hubiera quedado en los diferentes charcos salineros, los que identificaban por su nombre: “los novios”, las “ánimas”, los “Aguirre”, entre otros. Todos esos ojos de agua salina pertenecían a Viesca, como comenta don Tomás que trabajó en ese lugar por diez años, “pero, ahora dicen que las Salinas son de la Villa de Bilbao”. En la actualidad los charcos salineros están ensolvados por la caída de las paredes, el desuso y el paso del tiempo.

Don Tomás trabajó en la fábrica de sal (SULVISA) de cargador: envasaba en la bodega la sal en bolsas de a kilos, en botes y en cajas que luego cargaban a los tráileres. Siempre fue trabajador eventual y cuando fue despedido quedó sin liquidación. De joven aprendió mecánica con Armando Gallardo Rey, y por ello, de vez en cuando “se echa una chamba de reparación de alguna camioneta”. No se casó ni tuvo hijos, sólo conserva la tradición y su ferviente fe.jshv0851@gmail.com

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