Sergio Castro Nava ‘El Güero’, devoto del Santo Niño
Enfrente de la tienda le tiene un altar al Santo Niño de Atocha, con un cerro hecho de piedra… La gente le pide y le ruegan por su salud
Salvador Hernández Vélez
El Güero sí es güero, tiene piel blanca, cabello rubio y ojos color miel. Hoy se pinta el pelo negro para, según él, verse de menos edad. Nació en Viesca en la casa que fue un curato y está ubicada en la avenida Constitución. Sus padres fueron Fidel Castro Vega y Petra Nava Luévano, ambos viesquenses. Tuvieron 12 descendientes, los primeros cuatro fallecieron y los demás aún viven. De niño disfrutó su casa, le daba la vuelta al patio y a la huerta. En esos años se decía que en esa casa entraba una carreta y que se aparecía un “curro”. Él nunca vio nada, pero cuando iba pasando gente frente a su casa, movía el portón de madera para asustarlos. Le divertía que se espantaran.
En esta época hacía pequeños viveros con esquejes de mora, higuera y granados. Dice que eso lo aprendió de los señores mayores. Siempre le gustó instruirse de la gente con experiencia, no le gustaba juntarse con niños de su edad porque no tenían nada que enseñarle.
Por ejemplo, del señor Apolinar Escobedo aprendió a sembrar cempoal, bella julia y mano de león para vender el día de finados; don Chencho Solís lo adiestró en hacer bordos y surcos para el maíz, y con Pilar Vázquez sembró betabel, lechuga, cilantro, manzanilla, maíz y cañas. Le gustaba visitar a su abuelo materno, Asunción Nava Ríos, en el barrio de Coyotes, ahí sembraban calabaza, maíz, caña de azúcar, chile, tomate, cebolla, calabaza y ajo. Ayudaba a cultivar y a vender el producto por las tardes, pues no dejaba la escuela; era dedicado y tímido. No tenía amigos, pero sí deseos de inventar y hacer. Eso le viene de los Castro, en el pueblo los conocen como “los científicos”.
En lugar de divertirse, trabajaba para sacar algo de dinero. Y se compró su primera bicicleta. Con ese transporte ayudaba a su mamá a entregar la ropa que lavaba. Al finalizar sus estudios de secundaria se le quitó lo tímido, aunque sólo se juntaba con sus primos, dice que las muchachas de entonces le hacían jalón. No tuvo novias.
Ingresó a la preparatoria “Eliseo Mendoza Berrueto” (incorporada a la UAdeC), luego quiso estudiar para maestro en la Normal de Torreón, pero la economía familiar no lo posibilitó. Al finalizar la prepa, se hizo cargo de la Conasupo de la Tapatía. Hoy tiene su tienda “Estrella del Oriente”. Le puso así porque desde la huerta de la casa vio una estrella que cayó hacia el naciente, eso lo impresionó. Otra señal que le impactó fue una vez que estaba en la tienda y vio que traían al Santo Niño de Atocha envuelto en unas cobijas. Lo llevaban a la casa de don Ramón de la Rosa. Se acercó a ayudar y de ahí le nació la devoción al Santo Niño. Ahora le reza, le ofrece una danza y atole para su día. Dura dos meses organizando todo. A la fecha sale a pedir limosna por el pueblo nueve días antes de su festejo.
Enfrente de la tienda le tiene un altar al Santo Niño de Atocha, con un cerro hecho de piedra que representa la lomita donde brotaba el agua del venero de Juan Guerra, pues no pierde la fe de que un día vuelvan esos manantiales. Cuenta que un día, acompañado de Nuco Aguirre y de Almaraz, fue a rociar agua bendecida por el Papa Juan Pablo II al lugar donde brotaba el ojo de agua de Juan Guerra para que volviera a fluir, los tres vieron al Santo Niño de Atocha. A partir de eso, cada año sale vestido de arriero −con sus huaraches de cuero y sombrero de palma− jalando la carreta y tocando una campana y la imagen del Santo Niño para que la gente salga a darle la caridad para la festividad.
El mero día del Santo Niño realiza una procesión por todo el pueblo. En la casa de doña Modesta González colocó una imagen grande del Santo Niño de Atocha, en un aparador que se usó en el siglo pasado en la tienda de los Kabande (familiares del cantante Peso Pluma). La gente le pide al Santo Niño milagros y le ruegan por su salud y luego regresan a darle las gracias. También participa en la pastorela de Manuelito Lastra y colabora en la procesión del Silencio cada Viernes Santo.
Su misión es ayudar, por ejemplo, a don Jairo, el señor que hacía mamones y leches quemadas, lo ayudó hasta sus últimos días. Ahora él quiere elaborarlos. Actualmente el Güero es integrante de una casa de oración en Torreón. Él dice que es un guerrero que ayudará a la gente hasta el último día que el Creador le preste. La devoción es su gran pasión, en ella encontró la forma de conectar con su comunidad.jshv0851@gmail.com