Chonita Adriano, una mujer de negocios, fuerte y de gran nobleza
La gente del pueblo la define como una mujer muy adelantada a su época, de pocas palabras, algo regañona, con un carácter fuerte y corajuda, aunque de gran nobleza
Salvador Hernández Vélez
De María Concepción Adriano, viuda de Balderas, “Chonita”, sabemos que nació en Viesca y que contrajo matrimonio con Alejo Balderas Gallegos, quien murió el 4 de septiembre de 1987. Tuvieron tres hijos: José, Carmen y Mariana. La gente del pueblo la define como una mujer muy adelantada a su época, de pocas palabras, algo regañona, con un carácter fuerte y corajuda, aunque de gran nobleza.
Sobre su educación, contaba con nociones de lectura y escritura; eso le bastó para hacer sus negocios, que ella atendía y administraba. En la época de manantiales, compraba los frutos que se cosechaban en el pueblo y los comerciaba. En aquellos años de bonanza vendía dátiles e higos en la estación del ferrocarril. Cuentan una anécdota muy famosa en Viesca que ella, con su canasto de palma repleto de sus productos, se subía al tren y les gritaba a los pasajeros: “dátiles y higos”, pero el señor don Dámaso de la Rosa la corregía, le decía que, de acuerdo con la ortografía, no se decía “dátiles y higos”, que debía gritar dátiles e higos. Chonita no le hacía caso y continuaba ofreciendo los “dátiles y higos”, como era su costumbre, y volvía a gritar “dátiles y higos”, pues así la identificaban y no aceptaba que le dijeran cómo debía ofrecer lo que vendía. Y como don Dámaso no le compró le dijo: “ca… e hijo de la chin…”; y lo inquirió después: “¿lo dije bien?”.
Chonita tenía un negocio de frutas y verduras en el interior del mercado municipal, conocido como “Las Portadas”. En el lugar estaban otros negociantes, pero los niños que corrían por ahí, haciendo travesuras, no se atrevían ni por error a tomar alguna fruta sin pagarla del puesto de Chonita; con ella no se jugaba. En el exterior del mercado, por la calle Hidalgo, Chonita también tenía una gran tienda de abarrotes donde ofrecía hilos, máscaras, zapatos, pañuelos, escobas, trapeadores, ropa; vendía desde una aguja hasta los peregrinos (la tienda se ubicaba entre avenida Independencia y avenida 5 de Mayo, casi frente a la comandancia de la policía actual). Frente a la tienda de doña Chonita existía otra tienda, también bien surtida y atendida por su propietaria, la señorita Cleotilde Hernández, que era la competencia. La señorita Cleotilde, al igual que Chonita Adriano, era de carácter especial.
Clientes de esa época, que en esos tiempos eran niños, recuerdan que si iban a comprar algo con la señorita Cleotilde, pero no lo encontraban, evitaban pasar después a la tienda de Chonita, y viceversa, pues si ellas veían que ya habían visitado la otra tienda, ya no les vendían y, de paso, los regañaban diciéndoles: “Vaya que se lo vendan enfrente”. Sólo en algunas ocasiones la señorita Cleotilde sí les vendía, pero salían regañados. Entonces, tanto los niños como los adultos, buscaban a alguien más para que les ayudara a comprar con la competencia.
Principio del formulario
Final del formulario
Eran muy especiales, por ejemplo, la señorita Cleotilde se enojaba si la llamaban señora, si esto pasaba los confrontaba diciéndoles: Soy señorita, ¿usted fue a mi boda?, ¿cuándo lo invité a mi boda?, y pues el cliente se disculpaba y esperaba apenado a que le despachara. En cuanto a Chonita, no fiaba, porque decía que lo fiado era pariente de lo dado, si llevando el dinero en mano a veces no se lograba comprar el producto, sin dinero, menos. Ella era una mujer muy trabajadora y emprendedora, primero empezó a vender en el tren, luego puso su frutería y la tienda en el mercado, para ello solicitó préstamo a 5 años. La casa donde estableció la tienda la rentó, y como cubría muy bien sus compromisos bancarios, si necesitaba dinero para surtir, el banco le daba otro préstamo.
Era muy devota del señor San José; cada 19 de marzo hacía una reliquia de siete sopas y asado rojo. Para ello mataba un cerdo y hasta esas fechas levantaba al Niño Dios. Primero atendía a los adultos mayores, luego a los niños y, enseguida, a los que iban por itacate, y al final a los que iban a rezar. Cuando murió Chonita Adriano, su hija menor, Marianita, quien le ayudaba en la tienda, continúo con el negocio, tenía un carácter muy bonito, trataba con amabilidad a los clientes e incluso les fiaba. Cuando murió Marianita mucha gente no pagó lo fiado. Chonita, como su familia, son recordadas en el pueblo como gente de mucho trabajo y honradez, hicieron sus negocios con el sudor de su frente, con el carácter que les caracterizaba. Sólo así prosperan los negocios y se gana el respeto de la gente.
jshv0851@gmail.com