Viesca: Don Blas, el de la famosa ‘salsa de pellejitos’
Elaboraba churritos con la famosa ‘salsa de pellejitos’, los vendía en la escuela a los niños a la hora del recreo. Al día de hoy, muchos adultos recuerdan esos churros
Salvador Hernández Vélez
Desde niño le gustaba acompañar a su papá a los campos de siembra para ayudarle y aprender el oficio. Eran tiempos de apogeo de los manantiales de Viesca. En los campos de siembra todo era alegría, parecía un sueño, se cosechaba de todo. En ese contexto nació Blas López Duarte el 3 de febrero de 1940, sus padres fueron Pedro López Acosta y María Duarte. Se casó a los 33 años con la señorita Magdalena Favela Cuenca, procrearon ocho hijos: Laura, Francisco (f), Patricia, Rosaura, Martín, Concepción, Roberto (f) y Brenda. Asistió a la primaria Enrique Madariaga hasta el cuarto grado, lo que le permitió saber leer y escribir. Y con lo aprendido en el campo se fue a trabajar a Michoacán y Baja California, luego a Brownsville.
De los manantiales recuerda que llegaban en esos años muchos turistas y que había casas muy grandes, como la de don Macario Salinas y su esposa Adelina Sandoval. Cuando el agua comenzó a escasear, hubo muchos conflictos porque se la disputaban los de Viesca y los de la Villa de Bilbao. Para ello llegó de mediador el general Bernabé Ávila Rey con su compañía, se quedó a vivir en el pueblo hasta su muerte. En aquel entonces gritaban: “Agua sube, agua baja”, eso significaba que el agua, o subía para la Villa o bajaba para Viesca. En esa época, los beneficiarios del agua de uno y otro bando se armaban de machetes, talaches y palas para desviar el agua hacia sus labores. Don Blas, lo conoció de cerca. También trabajó en la jarcería de don Macario Salinas, ahí elaboraban mecates, reatas y estropajos, entre otros productos.
Los papás de don Blas poseían un carro de cuatro ruedas jalado por un macho, en este transportaban la leña para cocinar y la lechuguilla para la jarcería. Platica don Blas que en aquel tiempo comían carne de burro. Había matanzas en el barrio el Charco Verde (por donde están las palmas). De la matanza se encargaba un señor llamado Ernesto. Había carne de todos los animales y hacían chicharrones que le gustaba comerlos bajo un mezquite frondoso. Los productos de fibra vegetal se los compraba don Juan Abusaíd Chaya (de San Pedro, Coahuila), también recuerda que elaboraban costales pequeños y hasta una “saca” (costal grande para recolectar algodón). Él, rememora que había un telar para hacer esos costales.
En su adultez, a la edad de 40 años, ingresó como cargador de bultos en la fábrica de sal, ahí le dieron la base. Después de trabajar por 22 años, sufrió una embolia y lo pensionaron. Cuando se recuperó, aprendió varías formas de obtener ingresos. Por la mañana, elaboraba churritos con la famosa “salsa de pellejitos”, los vendía en la escuela a los niños a la hora del recreo. Al día de hoy, muchos adultos recuerdan esos churros con la salsa de pellejitos (pellejos del chile pipetilla, por eso le llaman así. ¡Es única en Viesca!).
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Por la tarde, trabajaba con el señor Jairo como ayudante en la elaboración de las leches quemadas y mamones. Vendía esos productos en Matamoros por las calles, en la tarde. Aprovechaba la vuelta y también se ofrecía para traer algún medicamento o encargo que le hicieran y así obtener algo extra. Además, sembraba ajo en un terreno que rentaba, en esos años, lo pagaban bien. Se cosechaban con la mejor calidad y los compradores hacían el trato con anticipación. Para la siembra, don Blas se asesoraba con los adultos mayores.
Hasta hace unos años, don Blas usaba el ixtle de lechuguilla para tejer tendederos o mecates, estropajos y peines para lavar trastos, los vendía en las tiendas del pueblo y de Matamoros. Con orgullo comparte que aún puede hacerlos. Comenta que ha escuchado decir a la gente que en Viesca no hay de qué subsistir, pero según su experiencia están equivocados, pues él, obtiene ingresos de sus diferentes actividades y además se mantiene con mucha tranquilidad. Para él, vivir es cuestión de activarse y de ver la vida de la mejor manera. Le gusta escuchar música para llevar a cabo sus actividades, especialmente las canciones de los Alegres de Terán, el Palomo y el Gorrión, el Charro Avitia, y los Montañeses del Álamo.
Actualmente a Don Blas lo acompaña su hija Brenda en el pueblo que lo vio nacer, es viudo. Sigue haciendo la “salsa de pellejitos”. Su hija la vende con los churros que prepara y los viesquenses siguen deleitándose con su salsa. Don Blas innovó y creció, no se dejó vencer pese a las adversidades de salud.