jueves 9, mayo, 2024

EZLN: la lucha por los derechos indígenas, a 30 años de distancia

Sandra Mayela Hernández

            Aquel lejano uno de enero de 1994 -sin internet o redes sociales que divulgaran con mayor facilidad la información-, México y el mundo recibieron el nuevo año con la noticia del surgimiento de un grupo armado en el sureste del país que buscaba la reivindicación de los pueblos indígenas, originarios, como se les nombraba; a fin de devolverles lo que en derecho les correspondía.

            Era la época del inicio del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre México, Estados Unidos y Canadá, de Carlos Salinas de Gortari, polémico personaje de la política nacional, que ese mismo año daría mucho de qué hablar, primero por la controversia de su sucesión, el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta del que fue acusado, y la estrepitosa caída de la economía mexicana, tras años de aparente estabilidad.

El levantamiento fue denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional, el liderazgo fue encabezado por un colectivo conformado por 24 comandantes, entre quienes destacaba Ramona, ya fallecida a causa del cáncer; y un subcomandante, el subcomandante Galeano, también conocido como Marcos, que en 1995 el Gobierno identificó como Rafael Sebastián Guillén Vicente, originario de Tamaulipas y licenciado en Filosofía por la UNAM.

            Él era la cabeza visible, el portavoz y resumió así las prioridades del movimiento: «pan, salud, educación, autonomía y paz».

            Fue ‘influencer’ diez años antes de que se popularizara el término, se convirtió en ‘ícono de la moda’ con su inseparable pasamontañas, la pipa y gracias a él, el movimiento tuvo gran difusión en países como Francia, Italia, y España.

La insurrección tuvo una duración de doce días, y un férreo ataque del gobierno para su disolución, que, se dice, envió al menos 70 mil efectivos militares a la zona en que se encontraba el grupo armado; aunque doce días después de la movilización el propio Gobierno Federal declaró de manera unilateral alto al fuego.

Se estima que a consecuencia del enfrentamiento hubo varias decenas de decesos de parte del grupo armado. Extraoficialmente, se habla de 51 zapatistas caídos, muchos de ellos sin reconocer y que terminaron en la fosa común

            La rebelión, aunque consiguió amedrentar al gobierno y a la misma población civil, tanto de Chiapas como del país entero; también ganó adeptos y simpatía de un importante porcentaje de la población y aun ahora, en que sus actividades están alejadas de la revuelta, cada año organizan festejos por su aniversario, a los que concurren no pocos mexicanos.

            El movimiento ahora se agrupa, como desde 1993, en un consejo de delegados denominado Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), que, entre otras acciones, se dedicaba a salvaguardar la clandestinidad de los insurgentes, reclutar combatientes, garantizar suministros para sostenerse, participar en protesta y realizar trabajos colectivos de servicios comunitarios.

Buscaban, de acuerdo a un escrito de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos publicado en su página web, la reivindicación de propiedad sobre las tierras arrebatadas a las comunidades indígenas, un mejor reparto de la riqueza y la participación de las diferentes etnias tanto en la organización del estado de Chiapas como en el resto del país.

El documento de la CNDH señala que las primeras conversaciones entre el EZLN y el Gobierno Federal iniciaron el 16 de febrero de ese convulso 1994 y concluyeron en 1996 con la firma de los acuerdos de San Andrés sobre el “Derecho y Cultura Indígena”, que comprometían al Estado a reconocer a los pueblos indígenas constitucionalmente y que estos gozaran de autonomía.

Posteriormente, se lograría la fundación del Congreso Nacional Indígena (CNI) en octubre de ese mismo año.

            En el inter, el Instituto Nacional Indigenista presentó un proyecto sobre los Pueblos Indígenas y la reforma del Estado, el Derecho a la Autonomía, Comunidad, Municipio y formas de representación política. Garantías de Acceso a la Justicia y Derechos Culturales y proponía, entre otros puntos, incluir en la agenda del diálogo nacional los derechos de los Pueblos Indígenas, reformar el artículo 115 constitucional para contar con el reconocimiento a la comunidad como la base de la organización política del municipio en un marco de autonomía.

            “La reforma constitucional en materia de cultura y derechos indígenas significó un cambio jurídico decisivo para el país y fue un asunto vital para la nación en la medida en que tenía el potencial de sentar de las bases para construir una sociedad verdaderamente incluyente.

“Lamentablemente, tras la traición del gobierno al no cumplir los Acuerdos de San Andrés, el EZLN en el 2003 decidió ejercerla unilateralmente mediante la creación de Los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, que reforzaron el principio del “mandar obedeciendo”. Desde su creación se formaron maestros y médicos zapatistas y se edificaron escuelas y clínicas. Además, se desarrolló un sistema de justicia al que acuden tanto zapatistas como otros miembros de la sociedad, por ser más eficaz que el institucional”.

Este 2024, los zapatistas celebraron el 30 aniversario de su levantamiento indígena, de lo que ellos denominan su «guerra contra el olvido» de los indígenas de Chiapas. Estuvieron en la selva, cerca de Ocosingo, a unas cinco horas de San Cristóbal de las Casas, y acudieron simpatizantes de México y el extranjero

            A tres décadas de distancia, el grupo se ha reducido a muy poco, de acuerdo a lo consignado por el diario El Economista: en noviembre, anunció la desaparición de los «Municipios Autónomos Rebeldes» y el cierre de sus centros culturales, a consecuencia de la presencia del crimen organizado en dicha zona y dado que el Gobierno de la República ahora enfrenta el problema de la migración.

            Exponen los indígenas que en la zona hay bloqueos, asaltos, secuestros, cobro de piso reclutamiento forzado y balaceras. Se dice también que cárteles mexicanos, como Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, se pelean por la región, ante la nula presencia de grupos militares o policías de los tres niveles de gobierno que protejan a la población civil.

            El escritor Juan Villoro destaca los ‘logros’, a 30 años de distancia: «Antes del levantamiento no se hablaba de los temas indígenas.      Se habla cada vez más de lenguas indígenas, de culturas indígenas. Esto es una ganancia, (aunque) esto no quiere decir que los principales problemas se hayan resuelto, pero sí que el tema está en el imaginario».

            La figura de Marcos se fue diluyendo como la insurrección y su lucha, Guillén Vicente nunca se reconoció él, y, con el nombre de ‘Subcomandante insurgente Galeano’, en 2014 anunció la desaparición del personaje, a quien él mismo describiría de la siguiente manera:

“Marcos es gay en San Francisco, negro en Sudáfrica, asiático en Europa, chicano en San Ysidro, anarquista en España, palestino en Israel, el hombre que encaró a una columna de tanques, en Tiananmén, indígena en las calles de San Cristóbal, chavo banda en Neza, roquero en CU, judío en Alemania nazi, ombudsman en la Sedena, feminista en los partidos políticos, comunista en la posguerra fría, preso en Cintalapa, pacifista en Bosnia, mapuche en los Andes, disidente cubano perseguido por el gobierno, en La Habana, maestro de la CNTE, artista sin galería ni portafolios, ama de casa un sábado por la noche en cualquier colonia de cualquier ciudad de cualquier México, guerrillero en el México de fin del siglo XX, huelguista en la CTM, reportero de nota de relleno en interiores, mujer sola en el metro a las 10 p.m., jubilado en plantón en el Zócalo, campesino sin tierra, editor marginal, obrero desempleado, médico sin plaza, estudiante inconforme, disidente en el neoliberalismo, escritor sin libros ni lectores, y, es seguro, zapatista en el sureste mexicano”.

-Más contenido en la Revista ‘Metrópolis’: https://www.calameo.com/read/007426192ec1cce3a7911

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