Historias de un actor. Ese llamado Teatro Nazas, en Torreón, era un cine a donde iba de niño y adolescente, un día volví a él con una obra de teatro. La impresión fue de un asombro maravilloso
Raúl Adalid Sainz
¡Ah caray!, el Teatro Nazas, ¡qué bonito! Yo lo conocí como cine. Ahí viví grandes aventuras cinematográficas infantiles. Vienen a mi memoria inmediata, «La Gran Aventura», con Juliancito Bravo y el Niño del Arco, «El Zángano», con Capulina; y mi primer recuerdo de niñez hacia una gran película, «La Batalla de Waterloo», con Rod Stieger y Christopher Plummer.
Con la adolescencia, me paseo entre los recuerdos, volviéndome a exhibir la memoria, en aquella oscuridad de la sala, descorriéndose aquella cortina roja, llegando la luz a la pantalla y ver, «El llanto de la Tortuga», en la sensualidad absoluta de Isela Vega.
Viene a mí «Let it Be», película documental que anticipaba la separación de los Beatles. Y una película que me marcó teniendo dieciocho años, «Apocalipsis Now», de Francis Ford Copolla. Inolvidable impresión al ver a Brando como el coronel Kurtz. No olvido una gran comedia, «El Cielo puede esperar», con Warren Beatty, «Infierno en la Torre», con mis admirados Steve Mcqueen y Paul Newman.
¡Qué recuerdos de domingos en el Nazas con los cuates! Ese vestíbulo lo tengo aún presente en los dentros de las imágenes memoriales de mi tierra. Cuántas carcajadas, cuántas ilusiones, cuántos amores platónicos, cuánta noche de ficción en ese cine. Ahí formé mucho de mi gusto cinematográfico.
Hoy tendré la oportunidad de vivirlo como actor, en esa sala que hoy es teatro. Pensar que en esas butacas me removía inquieto, emocionado, conmovido, viendo a Robert de Niro, «En Deer Hunter», pensando ser un día un actor como él. Sueños que se vuelven realidad; ir a los lugares de los hechos, ahí donde se construyeron fantasías.
Venga pues, Teatro Nazas, venga viejo amigo, ahí nos veremos para darnos un abrazo en el reconocimiento. Te presentaré a este sueño llamado: «El Panfleto del Rey y su Lacayo», de Cutberto López. Lo olvidaba: gracias eternas, por todo lo vivido en ese tu secreto espacio. Este escrito fue hecho en el año 2013. A unos días de ir al Teatro Nazas con la obra referida. Hoy, septiembre 12 de 2014, lo retomo.
Ese día de la presentación, un septiembre 13 de 2013, pasamos los actores (Tizoc Arroyo, Andrea Robledo, Angie Rogel, la directora y un servidor) todo el día en el teatro. Checando sonido con mi querida Blanca Russek, viendo luces, reconociendo el espacio. Nos recomendaron no salir. Eran los tiempos de aquella guerra contra el narco que emprendió Calderón. La ciudad estaba tomada por soldados y narcos.
Estuvimos platicando en un camerino, mis compas actores y yo, de lo lindo. Como a las cuatro de la tarde, llegó a desearnos éxito un gran ser humano y actor local: Chuy Aviña, Qepd. Salí a fumar, me senté en una bardita afuera del teatro. Uno de los técnicos salió a lo mismo, y me dijo: «yo te vi hace algunos años en una obra que dirigió Jorge Méndez, «Pareja Abierta», me gustó mucho». Me hizo la tarde.
Volver al origen y que alguien recuerde una obra tuya, es un encanto al espíritu. Algo quedó en la memoria. Vino el nerviecito, ese que les da a los actores ya llegando la hora de la verdad. La obra es una farsa- cómica. La función comenzó, empezamos a oír las carcajadas de la gente, y así siguió, un público atento.
Grandes aplausos. Una auténtica catarsis el regreso a Torreón. Noche entrañable que culminó con una cena que tuvimos en el salón de ensayos del teatro. Una maravillosa paella que pidió la querida directora del Teatro Nazas, More Barret. Inolvidables sus atenciones y cariño.
Pido por la salud de la querida More.
Esta fue una historia sucedida a un actor que vivía fantasías en un cine, y que un día volvió a ese lugar, siendo el recinto un teatro hermoso, y él un actor consagrado a su misión.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan