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Con la mano pegada al pecho y en señal de saludo a la bandera, Esteban, un niño de cinco años, comenzaba a cantar el himno nacional en el momento en que los integrantes de la Guardia Nacional desfilaban frente al Ángel de la Independencia, lugar emblemático de la capital del país.
“Es mi bandera, mi enseña nacional. Son estas notas su cántico marcial…”, recitaba Esteban en medio de los miles de asistentes al desfile cívico-militar de este viernes. De acuerdo con las autoridades capitalinas, acudieron alrededor de 300 mil personas y hubo “saldo blanco”.
—¿Dónde aprendiste a cantar el himno, Esteban? —se le preguntó.
—Lo aprendí en la escuela cuando tenía cuatro años —respondió y contó su edad con los dedos de una mano, al tiempo que tanto él como sus padres sonreían.
Mientras la escena sucedía, los asistentes eran testigos de que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) exhibía su nuevo músculo, la Guardia Nacional, corporación que conformó más del 40% de la participación en el desfile. Hace justo una semana, el gobierno publicó el decreto que oficializa el paso de la Guardia Nacional al control operativo y administrativo del Ejército.
El movimiento hizo que activistas, expertos y organizaciones civiles acusaran una intención de militarizar más la seguridad pública del país, pero durante el despliegue de este viernes entre la ciudadanía no se comentaba nada sobre esta polémica.
En cambio, como si se tratara del 27 de septiembre de 1821, cuando el Ejército Trigarante entró a la Ciudad de México, mujeres y hombres aplaudían cada que se mencionaban las características de los agrupamientos que pasaban frente a ellos.
Ya fueran elementos de la Guardia Nacional, del Ejército, de la Marina o de la Fuerza Aérea Mexicana, los aplausos no se detenían.
Las expresiones de apoyo incluso se escuchaban en los lugares donde están los antimonumentos dedicados a los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, la Glorieta de las Mujeres que Luchan —instalada en honor a las madres de víctimas de feminicidio— o la Glorieta de las y los Desaparecidos, a pesar de que las Fuerzas Armadas son señaladas como responsables en varios de estos casos.
“No al golpe militar”: la manta que ondeó en Reforma
Mientras Esteban cantaba el himno y se emocionaba al saber que más tarde pasarían frente a él decenas de caballos, seis integrantes del Heroico Cuerpo de Bomberos de la CDMX se apresuraban a bajar una manta de la Estela de Luz, parte de una protesta que comenzó desde un día antes del desfile.
Se trataba de un mensaje que por la noche habían desplegado dos integrantes del colectivo Hasta Encontrarte, para exigir al gobierno y a la ciudadanía no olvidarse de las y los desaparecidos del país, símbolo de un problema que se acentuó desde 2006, cuando el gobierno de Felipe Calderón desplegó a los militares para la llamada “guerra contra el narco”.
En ese sexenio 2006-2012 también se construyó la Estela de Luz, con un costo millonario que ha hecho que muchos ciudadanos se refieran a este monumento como “Estela de corrupción”.
“¡Viva México, viva el país de los 100 mil desaparecidos!”, esa fue la protesta con la que familiares de personas desaparecidas se pronunciaron en pleno festejo por el 212 aniversario del inicio de la guerra de independencia de México, mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador daba el grito conmemorativo.
Pero a pesar de que 17 horas fue el tiempo que costó a los activistas poder escalar la Estela de Luz y desplegar la manta, que decía “16 años de impunidad militar. No al golpe militar”, solo una hora con 40 minutos tomó a los bomberos retirarla, para acabar justo en el momento en que los elementos de la Guardia Nacional desfilaban frente a ella.
Aunque no fue desplegada en su totalidad, la manta —que medía más de 100 metros de largo y pesaba alrededor de 70 kilos— decía en su parte final: “Para cuándo nuestra independencia del Ejército. El pacto militar también es patriarcal. Guardia Nacional en Sedena. Más militarización”.
Humberto González Arroyo, director táctico-operativo de la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos de la CDMX, aseguró a periodistas que el retiro se realizó debido al “riesgo de desprendimiento” de la manta, y que la medida fue “independientemente de la concentración masiva de personas” por el desfile cívico-militar.
“La información que nosotros tenemos por parte de la Secretaría de Cultura federal (que pidió el retiro) es que entablaron ya comunicación con ellos (el colectivo). La manta como tal queda bajo resguardo de ellos y ya ellos se harán responsables de entregarla”, dijo, mientras a sus espaldas policías y bomberos quitaban todo vestigio de la protesta.
“Es un orgullo pertenecer a esta institución de seguridad”
Minutos después, cuando la gente apuntaba con sus celulares hacia el desfile para intentar captar a la mayor cantidad de militares saludando, a sus espaldas elementos de la Guardia Nacional también se dejaban fotografiar con sus patrullas, tanques, jeeps y demás vehículos.
Uno de los elementos que acudieron al desfile para coordinar las tareas de convivencia social de la Guardia Nacional fue el inspector Braulio Sánchez Martínez, que desde hace tres años tomó la decisión de cambiar sus tareas castrenses por las de un policía.
“Para mí, es un orgullo pertenecer a esta institución de seguridad. Es la más grande de México y su creación tiene sus principios con unas bases y valores sólidos”, dijo, y aseguró que la población civil la recibió con alegría.
Roberto Rendón, un hombre de 52 años originario del Estado de México, fue precisamente uno de los miles de ciudadanos que decidieron ir al desfile este año para fotografiarse, en su caso por primera vez, con los elementos castrenses.
Alegre, aseguró que lo que más le gustó fue ver el “increíble armamento”, en especial de la Guardia Nacional.
—Están bien, cómo te diré, están bien equipados. No sé por qué demuestran otra cosa que no son.
—¿Por qué dice que demuestran algo que no son? —se le preguntó.
—Porque tienen el poder para poder vencer, por ejemplo, en este caso al narcotráfico, pero no lo hacen —respondió.
Sin embargo, en medio de toda su alegría, reconoció que el único punto de su día en el que le dio por llorar fue cuando pasó frente al campamento dedicado a los normalistas de Ayotzinapa, donde a manera de nueva protesta fue colocada una gran manta que en letras rojas y negras decía “43. ¡El Ejército lo sabe! Ayotzinapa resiste”, sobre el rostro de los estudiantes.
Justo hacia el final del desfile, en el campamento de los 43 sonaba una canción que recitaba: “En mi jacal alguien llora, mi madrecita querida me quiere ver de regreso como cuando yo me iba, no pierde las esperanzas que me regresen con vida”.
Para Marco Gutiérrez, el hombre que desplegó esta manta, era importante mostrar ese mensaje justo en el momento en el que pasaban los militares, pues ahora se sabe directamente que algunos de sus mandos presuntamente mandaron matar a los estudiantes desaparecidos.
“Sabemos que si esta puerta se abre con el pequeño impulso (de) las órdenes de detenciones de militares (…) se puede abrir para la demás sociedad, para las demás familias de los más de 100 mil desaparecidos en el país. Pero si Ayotzinapa no se resuelve, ellos no tienen ninguna esperanza. Por eso estamos aquí”, dijo, mientras el gobierno federal continuaba exhibiendo su músculo militar.
(Con información de Animal Político)