sábado 31, mayo, 2025

EN EL TINTERO

Jessica Rosales

¿Estamos listos?

Este domingo, México vivirá una jornada inédita: por primera vez se elegirá mediante voto directo a juezas, jueces y magistrados del Poder Judicial. En Coahuila, se renovarán 156 cargos: 50 federales y 106 locales. Pero la pregunta que flota en el aire es inevitable: ¿estamos listos para participar?

La apuesta institucional es alta. El Instituto Electoral de Coahuila (IEC) ha impreso cerca de 10 millones de boletas, el Instituto Nacional Electoral (INE) desplegó a más de 600 capacitadores y se han instalado plataformas virtuales para practicar el voto. Sin embargo, no todo es entusiasmo. La realidad social, sobre todo en estados como el nuestro, plantea serios desafíos.

En Coahuila, como en buena parte del país, la mayor parte del padrón electoral que acude a las urnas en cada elección está conformado por personas adultas mayores. Y aunque muchos de ellos están dispuestos a cumplir con su deber cívico, el diseño del nuevo modelo de votación podría convertirse en una trampa disfrazada de innovación y en un asunto complicado.

Piense usted: el domingo habrá que votar con hasta 10 boletas codificadas por color. Seis serán federales, cuatro locales. No hay rostros en las boletas, no hay siglas de partidos, ni emblemas. Solo números. Quien quiera emitir un voto informado deberá recordar el número exacto del candidato o planilla de su preferencia, o bien, llevar anotado en una hoja ese listado —un “acordeón” legalizado, según las propias autoridades—. ¿Eso es accesibilidad? ¿Eso es inclusión?

No es poca cosa. Este mecanismo, aunque técnicamente práctico para el conteo, deja una puerta abierta —tal vez sin querer— al condicionamiento del voto. Porque una cosa es permitir que el ciudadano llegue con su número anotado en el caso federal, o con el color de la planilla en el ámbito local; y otra muy distinta es que alguien más se lo dicte o le imponga por quién votar antes de cruzar la calle rumbo a la casilla.

Además, hay un aspecto aún más delicado: en algunos distritos, tanto federales como locales, hay candidaturas sin competencia real. Aspirantes únicos que, con su propio voto, podrían proclamarse ganadores. ¿Dónde queda entonces el principio de representación? ¿Qué tan democrático es un proceso en el que hay boleta, pero no hay elección?

No se trata de deslegitimar un ejercicio que puede marcar un antes y un después. Se trata de observar con lupa lo que, por diseño o por omisión, puede terminar ahuyentando al votante o distorsionando el propósito inicial: acercar la justicia a la ciudadanía.

El presidente del IEC, Óscar Daniel Rodríguez Fuentes, ha hecho un llamado enérgico a la participación. Cree —y desea— que haya una alta concurrencia. Pero la pregunta persiste: ¿cuántos llegarán a la casilla y lograrán identificar, entender y ejercer un voto real en menos de 15 minutos?

Estamos frente a un reto mayúsculo: llevar la democracia al terreno judicial. Pero si no hacemos accesible, clara y competitiva la elección, estaremos creando un cascarón vacío. Con urnas llenas, sí. Pero con preguntas que ni siquiera los votos podrán responder.

En medio de este panorama, la ciudadanía está dividida. Hay quienes hacen un llamado firme a votar y participar, a ejercer el derecho aunque el modelo tenga errores. Otros, en cambio, han convocado a no votar como forma de protesta, como señal de inconformidad ante un esquema que consideran poco claro y excluyente. Ambas posturas son válidas y reflejan el ejercicio libre de una ciudadanía crítica. Ir o no ir a votar es, al final, una decisión personal, legítima y ciudadana.

Lo cierto es que este ejercicio será una gran lección. Nos mostrará cuánta gente participa, qué tan funcional fue el diseño electoral y qué errores quedaron evidenciados. Sin embargo, también debemos asumir que esos errores —si derivan en la elección de perfiles no idóneos— no podrán resarcir el daño. Porque si los fallos del modelo terminan eligiendo a quienes no debieron estar ahí, ese costo lo pagaremos todos.

La elección judicial está en marcha. Pero el verdadero juicio vendrá después, cuando analicemos no solo quién ganó, sino cómo y a costa de qué.

Este domingo, más que votar, hay que observar. Y después, exigir. Porque la democracia no se improvisa, se construye.

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