Federico Berrueto
Se debe entender la reacción del presidente López Obrador ante la irrupción de Xóchitl Gálvez a la disputa por el poder en 2024. La hidalguense, al igual que Beatriz Paredes, tiene atributos que pueden fracturar su base social. En pocas palabras, su perfil como presidenta deseable de acuerdo con el estándar obradorista se corresponde mucho más que el de Claudia Sheinbaum. La mayoría de los mexicanos hacen propias las tesis que López Obrador ha ido promoviendo por mucho tiempo. El candidato ganador por la oposición necesitaría lograr el apoyo de una parte menor para empatar o ganar la elección presidencial. Así lo ve el mandatario, por ello toda la batería contra la senadora Gálvez.
Seguramente el presidente vio con alivio las encuestas recientes en las que se muestra mayor intención de voto de Claudia sobre Xóchitl, así como de Morena respecto a la oposición. Sin embargo, los números exigen reserva por dos antecedentes: en la elección reciente en el Estado de México las encuestas daban una ventaja cercana a 20 puntos y terminó en 8. En 2021 todas las encuestas, incluyendo la de Reforma anticipaban mayoría absoluta y calificada de Morena. No fue así y al mismo López Obrador sorprendió testimoniar la derrota de la izquierda en la ciudad de México, por primera vez en la historia. En fin, los estudios de opinión deben tomarse con cautela.
Xóchitl Gálvez puede fracturar a esa mayoría que tiene buena opinión de López Obrador. Sólo requiere de una cuarta parte de esos para meterse de lleno en un escenario de competencia y Xóchitl lo está logrando. Es muy prematuro para hacer apreciaciones concluyentes, pero se advierte desde ahora una mayoría clara por la hidalguense en el frente opositor, quien tendría la capacidad para ganar la candidatura de manera convincente y obtener una adhesión entusiasta, fundamental para impulsar la campaña al resto de la población.
En términos numéricos gruesos la oposición a López Obrador está en el orden de un tercio del electorado. Obvio decir que es insuficiente para ganar la elección. Sin embargo, la suma de 15% de ese 55% que tiene buena opinión del presidente, le daría los números suficientes para competir y eventualmente ganar. Sobre todo, si la contienda se centra en los candidatos. Si la candidata fuera Claudia Sheinbaum o incluso Marcelo Ebrard, a distancia se anticipa una mayor capacidad de Xóchitl para convencer y comunicar, así como generar empatía. La situación sería diferente si el candidato de Morena fuera Adán Augusto López, porque la elección se centraría más en la operación política territorial que en el plano mediático.
En el frente opositor las cosas no van de la mejor manera por la rigidez de la plataforma para el registro de adherentes de los aspirantes, que ha generado exclusión. La desconfianza se impuso; se ha obstruido la participación de muchos simpatizantes de los prospectos y del proyecto del Frente Amplio por México. Además, las restricciones impuestas por el INE para promoción digital dificultan aún más el proselitismo y por tanto, el registro. El comité organizador debió emprender una campaña formal para la conformación del Frente, particularmente porque es una figura en la ley, como es propio de la democracia que los ciudadanos y la base social de los partidos avalen el proyecto común. Como van las cosas, nada asegura que los aspirantes -salvo Xóchitl Gálvez- puedan cumplir con las adhesiones previstas, grave problema porque el diseño fue el de la competencia en diversas etapas y la confrontación de ideas y proyectos que provocaran el interés ciudadano y legitimaran a la persona electa como coordinadora del Frente; para efectos prácticos, candidata a la presidencia de la República por la oposición.
Por su parte, Movimiento Ciudadano se encuentra en un difícil dilema. No requiere definir desde ahora su postura final, aunque la posición de Dante Delgado ha sido inamovible respecto a erigirse como una tercera vía que, en las condiciones actuales, sería desastroso para la elección en Jalisco y un intento, quizá fallido, de favorecer al oficialismo. MC no cuenta con un candidato presidencial fuerte, salvo que Colosio cambiara de decisión. En tales condiciones, especialmente no apoyar a Xóchitl Gálvez, es jugar un triste papel de esquirol de la oposición.